Franz Kafka: cien años sin la genialidad de la transformación
Un cuerpo enfermo y un corazón lleno de fuego, así describiría a Franz Kafka. La tuberculosis le atravesó el cuerpo, pero sus manos y su corazón jamád dejaron de amar y de escribir, la pesadez de su enfermedad lo postró varias veces en cama y aún así sus manos crearon historias que prevalecen en el tiempo.
Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga, entonces parte del Imperio Austrohúngaro. Pertenecía a una familia judía de clase media alta y tuvo una relación tensa y conflictiva con su padre, Hermann Kafka, cuya figura autoritaria y dominante influenció profundamente su vida y obra, especialmente en su libro Carta al padre, publicado en 1919.
Kafka estudió derecho en la Universidad Carolina de Praga y trabajó en varias compañías de seguros, aunque su verdadera pasión siempre fue la escritura.
Fue un hombre solitario y enfermizo, y sufrió de tuberculosis, una enfermedad que finalmente causó su muerte el 3 de junio de 1924 en Kierling, cerca de Viena. Su vida estuvo marcada por sentimientos de alienación y un sentido constante de inseguridad, temas que se reflejan en su obra literaria.
Kafka es reconocido por su capacidad para crear mundos que, aunque similares al nuestro, están llenos de situaciones irracionales y oníricas. Este uso del surrealismo y el absurdo le permite explorar las profundidades de la psique humana y las realidades sociales de su tiempo.
Sus personajes a menudo se sienten profundamente alienados de la sociedad y de sus propios entornos familiares y laborales. Esta alienación es una constante en la obra de Kafka, reflejando su propia lucha interna con la identidad y el pertenecer.
Kafka retrata un mundo donde las instituciones burocráticas son laberínticas y opresivas, deshumanizando a los individuos. La burocracia kafkiana se convierte en un símbolo del absurdo y la arbitrariedad del poder institucional.
La obra de este escritor explora también cuestiones existenciales, centrándose en la búsqueda de significado en un mundo que a menudo parece carente de propósito. Sus personajes enfrentan dilemas profundos sobre la identidad, la libertad y la inevitabilidad de la muerte.
La BBC Mundo publicó un artículo acerca del último amor de Franz Kafka, Dora Diamant, quien acompañó al escritor en su último año de vida y quien lo vio morir en sus brazos. La investigadora Kathi Diamant escribió un libro acerca de Dora en el que hace un recorrido por la vida de la pareja y en el que se descubre el buen humor y amor de Kafka.
Según Diamant, Dora escribió en una carta a Maz Brod en la que explicaba: “Mientras vivía con Fanz, todo lo que podía ver era: él y yo. Cualquier cosa que no fuera él mismo era irrelevante”.
Max Brod, amigo de Kafka, recuperó manuscritos y obras del escritor para publicarlas después de su muerte. Kafka le había pedido que las quemara, sin embargo, Brod decidió editarlas y publicarlas.
Algunas obras recomendadas
«La Metamorfosis» (1915)
La Metamorfosis es una de las obras más emblemáticas de Kafka. Relata la historia de Gregor Samsa, un comerciante que una mañana despierta transformado en un insecto gigante. Esta extraña transformación simboliza la alienación y la deshumanización experimentadas por el individuo en la sociedad moderna. La novela corta explora la dinámica familiar y la indiferencia brutal del mundo hacia el sufrimiento personal.
«El Proceso» (1925)
Publicada póstumamente, El Proceso es una novela que narra la historia de Josef K., un hombre que es arrestado y juzgado por un crimen que desconoce. La novela es una crítica feroz a la burocracia y el sistema judicial, mostrando un proceso legal incomprensible y kafkiano.
«El Proceso» refleja la paranoia y la impotencia frente a un poder opresivo e inalcanzable, siendo una obra maestra del absurdo y la alienación.
«El Castillo» (1926)
También publicada póstumamente, El Castillo sigue a K., un agrimensor que llega a un pueblo controlado por un misterioso castillo. A pesar de sus repetidos intentos, K. no logra acceder al castillo ni entender su propósito.
La novela es una alegoría sobre la lucha por el reconocimiento y la autoridad inalcanzable. Como en muchas de las obras de Kafka, el sentimiento de frustración y alienación es predominante.