Alejandro Vaccaro, el biógrafo de Borges que enojó a Milei

16-06-2024
Literatura
Página 12, Argentina
Compartir:
Compartir:

Alejandro Vaccaro ha dedicado los últimos 50 años de su vida a estudiar la prolífica producción de Jorge Luis Borges, al mismo tiempo que se fue ocupando de armar una colección, de sistematizar su obra y darla a conocer.

Si bien ha publicado recientemente dos libros –Borges, vida y literatura (2023) que reúne su conocimiento profundo sobre el célebre escritor argentino y Borges, cartas a Godel (2024), donde construye una primera persona para presentar a un escritor adolescente, aún desconocido para el gran público- sus primeros contactos con el universo Borges datan de mucho tiempo atrás.

Como parte de un grupo de jóvenes deseosos de leer todo aquello que llegara a sus manos, Vaccaro dio con un libro que le abrió puertas a mundos fascinantes.

Se trataba de El informe de Brodie, un título que había salido en 1979 y que mostraba a “un Borges ya distinto, no exactamente el mismo de los años 40, pero con toda la magia”, asegura Vaccaro en esta entrevista.

Tanto fue que lo deslumbró que de inmediato se convenció de que estaba «frente a un escritor distinto», y rápidamente se encomendó la tarea de ser su biógrafo. En ese tiempo, Vaccaro comienza a leer cada uno de sus libros y a asistir a las conferencias que por entonces Borges daba con cierta frecuencia.

Vaccaro dice que estudia la obra de Borges como autodidacta, guiado por intensidades muy diferentes a las que brinda el estudio formalizado.

Justamente su formación fue en la Facultad de Ciencias Económicas, donde la literatura no tiene ningún espacio; es más, él mismo, de hecho, considera que esa casa universitaria sería algo así como «su antítesis». Claro que como «de algo hay que vivir», esos estudios le fueron útiles pero su fervor por Borges toma una dirección contraria a ese componente práctico en su vida.

Con el paso de los años, este interés por los escritos y las declaraciones casi siempre polémicas de Borges fueron incrementándose, y sin proponérselo se fue acercando a gente con gustos afines.

Un día llegó a la librería Fernández Blanco, ubicada en la calle Tucumán, donde conoció a Gerardo Fernández Zanotti, quien le informó sobre tres libros que Borges había publicado en los años 20 –InquisicionesEl tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos- y que ahora no sólo se negaba a reeditar sino que incluso ponía en duda su autoría.

Esta anécdota llevó a Vaccaro a intentar conseguirlos y para ello comenzó a transitar la librería anticuaria, un escenario desconocido que resultaría un imán, un mundo alucinante.

“Pensaba que no podía no leer esos libros, es más llegué a imaginar que esos títulos podrían tener claves que Borges no quería que trascendieran. Eran épocas en las cuales comprar libros antiguos no era un gusto para ricos, como puede serlo hoy y mucho más tratándose de Borges”.

Los anticuarios lo visualizaron como un comprador de «cosas» de Borges (no sólo de libros), y así, de forma involuntaria, casi sin querer, Vaccaro se transformó en un coleccionista. 

A través de una labor dedicada y extendida en el tiempo, logró formar una colección con más de 30,000 piezas, que incluye todas las ediciones de sus libros, revistas, documentos y manuscritos, fotografías, rarezas, pinturas, cartas, notas periodísticas, y hasta efectos personales del autor de El Aleph.

Este acervo es considerado uno de los más importantes del mundo y una fuente inagotable de consultas ya que sus materiales han sido digitalizados para facilitar su acceso desde distintos puntos del mapa.

Es importante resaltar que la colección no tiene fines de lucro y que además posee un rasgo colectivo en la medida en que se ha enriquecido tanto con los aportes de su equipo de trabajo (que recorrieron las ciudades donde Borges había vivido y consultaron una cantidad considerable de archivos) como con los de su amigo Alejandro Roemmers, Fabiana Sordi y José Gilardoni.

En su totalidad, la colección de Vaccaro abarca los diversos aspectos de la vida de Borges y resulta un material invaluable para que los especialistas encaren nuevos estudios que revisen cuestiones de la vida y obra del escritor que aún no han sido exploradas.

¿Cuáles son los planes a futuro con toda la colección y el legado de Jorge Luis Borges que fuiste organizando?

-Borges trasciende a todas las épocas y desde luego a todos los gobiernos sean del signo político que sean. La idea es que la Colección quede en manos del Estado, y creo que soy cauto cuando digo esto, en manos del Estado y no de un gobierno.

La Colección requiere de cuidados especiales, es mucho material y hay piezas muy delicadas. Además, la colección posee un registro vivo y actualizado: esta entrevista, por ejemplo, una vez publicada se incorporará inmediatamente a la Colección, a la que me refiero con mayúsculas, así ocurre con cuanto libro, texto, artículo y noticia que salga sobre Borges, en cualquier lugar del mundo.

Es fundamental mantenerla actualizada y lo central, desde luego, es que esté al servicio de la comunidad, que pueda ser debidamente consultada, no solo a nivel nacional sino también por los muchos visitantes extranjeros que vienen al país encandilados por el fenómeno Borges.

¿Cómo es tu relación con otros coleccionistas y especialistas en Jorge Luis Borges?

-Excelente, sin dudas. Muchos de ellos pueden dar testimonio de que la premisa de poner al servicio de la comunidad la Colección Borges la venimos cumpliendo desde siempre.

Por mi casa han desfilado cientos de personas y han podido consultar todo de lo que disponemos. No sé si hace falta decirlo pero en todas las actividades que realizamos en relación a Borges no nos mueve ningún fin de lucro.

¿Cómo fue tu relación personal con Jorge Luis Borges?

-No lo conocí a Borges personalmente, y nunca hablé con él. Sí asistía a sus charlas y conferencias y lo escuchaba con devoción. Mi prudencia me llevó a jamás formularle una pregunta o pretender un acercamiento presencial.

¿Y mantuviste una relación con el entorno de Borges?

-Contrariamente a lo que me pasó con él, tuve la fortuna de tratar a todo su entorno, cosa que pude hacer de la mano de mi gran amigo Roberto Alifano, extraordinario abridor de puertas.

Así conocí, traté y tengo registradas muchísimas charlas con Norah Borges, Miguel de Torre, Adolfo Bioy Casares, Antonio Carrizo, Alicia Jurado, León Benarós, la esposa de Borges Elsa Astete Millán, Estela Canto, Bernardino Rivadavia, María Esther Vázquez, Epifanía Uveda de Robledo (Fanny, su ama de llaves), María Angélica Bosco, Cecilia Ingenieros, y muchos más.

¿Qué podés contar sobre tu relación con las figuras más cercanas a Borges, como Adolfo Bioy Casares o María Kodama?

-Con Bioy Casares tuve una relación excelente, lo visité varias veces en su casa de la calle Posadas 1650. Era de una gentileza y caballerosidad extraordinaria, ya que siempre se prestaba a dialogar aun a sabiendas de que mi interés estaba centrado en Borges.

Gracias a él pude corroborar muchas dudas sobre pasajes de la vida de Borges sobre los que tenía dudas. En relación a Kodama creo que ella tuvo una mala relación conmigo, situación bastante lógica si se tiene en cuenta que los biógrafos siempre incomodan al círculo íntimo de los biografiados.

¿Y con Fanny, el ama de llaves?

-Fanny fue una mujer extraordinaria. Tuve la suerte de conocerla, a través de María Esther Vázquez, a comienzos de los años 90. Jamás especuló con sacar rédito personal dado su conocimiento que tenía del mundo Borges.

Hicimos juntos un libro, El Señor Borges, donde nos fijamos un objetivo que cumplimos a rajatabla: hablar de la vida cotidiana de Borges, pero jamás de su intimidad.

Ella murió en la más absoluta pobreza pero con dignidad. Tengo grabada en mi memoria la última vez que estuve con ella, un día antes de morir. Estaba internada en un hospital y cuando me estaba por ir me pidió que me acercara y con una voz tenue me dijo: “quiero que sepa que lo quiero mucho”.

¿Cómo podrían describirse las relaciones de amistad de Borges con sus allegados?

-Más allá del escritor, del excelso lector, del hombre mediático, había en Borges un ser humano de grandes cualidades éticas. Era un ser generoso, austero, gran conversador, desplegaba un humor inteligente a base de la ironía, y hacía un culto de la amistad.

Cuando Carlyle escribió Federico El grande, a medida que avanzaba en su trabajo iba perdiendo interés por el personaje. En mi caso ha ocurrido lo contrario, cuanto más trabajo sobre la vida y la obra de Borges mi admiración por él se va solidificando.

VIDA Y LITERATURA

El contacto con el material del autor de Ficciones y su trato con los allegados le fueron dando a Alejandro Vaccaro la suficiente certeza de que el siguiente paso era conocer en profundidad el origen de sus textos, pero también enmarcar sus dichos, muchas veces polémicos, e ingresar en cada intersticio de su vida.

Tras una extensa tarea investigativa, consideró que tenía la madurez esperada para escribir sobre él y se lanzó también a esa fascinante aventura.

Para los distintos libros sobre Borges, Vaccaro estableció como principio fundamental tratar con absoluto rigor y seriedad todos los aspectos relacionados con el autor. 

“Se podrá criticar el valor literario que pueden tener mis libros, aprobándolos o no, pero los críticos, aún los más severos, pueden estar absolutamente seguros de que todo lo que digo sobre Borges está documentado, y que no realizo interpretaciones capciosas o interesadas. Ante las dudas, que las hay, dejo al lector la posibilidad de elegir el camino”.

Vaccaro publicó varias biografías sobre Borges y en cada una de ellas el método elegido para contar una vida ha ido evolucionando hasta definirse por completo en su última gran biografía, al punto de que considera que “todos los libros publicados a lo largo de los últimos treinta años son uno solo que confluyen en mi último libro, Borges, vida y literatura, explica.

Vaccaro es consciente de que esta tarea puede llevar al infinito (una figura muy cara a Borges), porque siempre aparecen novedades que modifican la visión que uno tiene de un hecho que parecía cerrado: “como ejemplo puedo decir que en este libro logré incorporar el análisis de textos a los que tuve acceso recién en los últimos años”.

¿Qué podés agregar sobre el libro que recopila las cartas entre Borges y Godel?

-Debo decir primero que cuando comencé a investigar sobre Borges, la premisa fue poner todo lo que se sabía hasta entonces en duda.

Así lo primero que hicimos fue pedir su partida de nacimiento y ahí nos enteramos que no se llamaba Luis, y que fue inscripto por su padre el sábado 26 de agosto de 1899, como Jorge Francisco Isidoro.

A partir de ahí podría contar cientos de anécdotas que hicieron a la investigación. En esas búsquedas logramos dar con el colegio donde Borges hizo un breve tramo de su paso por la escuela secundaria, se trata del Colegio Manuel Belgrano, ubicado hoy en Ecuador 1158.

Los registros nos llevaron a localizar a los familiares de sus compañeros. Así dimos con Graciela Godel, ser humano de gran generosidad, hija de Roberto Godel, el destinatario del epistolario más antiguo que se conoce de Borges, esas hermosas cartas de una adolescente de 14, 15, 16 años, que no tiene empacho en hablar de literatura, de mujeres, de la guerra que asolaba su vida cotidiana de entonces en Ginebra.

Son de una frescura extraordinaria. Imperdibles para cualquiera que le interese el planeta Borges.

En relación con esos libros fundamentales para la reconstrucción de la vida de Borges, se volverá a publicar el Borges de Bioy Casares (aunque con cientos de páginas censuradas aparentemente, por Kodama). ¿Qué opinás de este libro? ¿Creés que hubo una traición en su publicación?

-No tengo dudas de que es un libro extraordinario. Indispensable. Bioy reflejó en sus diarios muchísimos encuentros y lo realmente brillante es que en esos textos está en forma clara y nítida la voz de Borges, el Borges que habla con su amigo sin tapujos, sin especulaciones de ninguna naturaleza. Me atrevería a decir el más verdadero Borges que pudo haber existido. Traición hubiera sido no haberlo publicado.

NO HAY PLATA

Con todo, además de su escritura y su labor en torno a Borges, la trayectoria de Vaccaro se distingue también por su trabajo de gestión cultural. Actualmente es el presidente de la Fundación El Libro y un activo propulsor y defensor de espacios culturales en estos momentos difíciles, en que justamente la cultura es foco de ataques y suspicacias.

¿Cómo caracterizar tu recorrido y posición como presidente de la Fundación El Libro en la Feria del Libro?

-El hecho de que un escritor esté al frente de una organización de la envergadura de la Feria del Libro habla a las claras de la madurez que ha logrado esta Institución y también de que pone el acento en algo que repetimos infinitas veces: la Feria del Libro no es un mero espacio donde los visitantes van a comprar libros, no, es una gran actividad cultural llena de matices y pluralismo, que necesita de la venta de libros para subvencionarse.

La Fundación El Libro es fundamentalmente un gran equipo donde confluyen editores, gráficos, libreros, escritores y un grupo de profesionales que lidera eficazmente Ezequiel Martínez. Los intereses divergentes los lavamos puertas adentro.

En el acto de apertura de la última Feria Internacional del Libro, Vaccaro ha destacado este encuentro como un evento cultural crucial para la sociedad y se ha pronunciado contra expresiones del presidente Javier Milei, quien viene denostando abiertamente las instituciones culturales.

Vaccaro no tuvo reparos al comunicarle públicamente al presidente que para pagar la presentación de su libro en la feria “no hay plata”, ese latiguillo usado por el mandatario como excusa de recorte en el financiamiento de la cultura, de ajuste a los trabajadores, de despidos en el ámbito público y de retiro de los subsidios a las poblaciones más vulnerables.

¿Cómo te explicás a vos mismo las repercusiones que tuvieron tus palabras al inaugurar la última Feria del Libro, en particular el contrapunto con el “no hay plata” de Milei?

-Fueron muy superiores a lo planificado. No había terminado el acto inaugural y nuestra voz ya daba vueltas por todos los portales de noticias. Incluso me llamó la atención que la prensa haya puesto más el acento en mi discurso cuando el de Liliana Heker fue muy superior en calidad de texto.

Sin dudas dijimos algo que mucha gente siente. Milei representa la contra cultura y nosotros apuntamos a defender a todas las instituciones culturales que están siendo vilipendiadas. Afortunadamente se percibe ahora un cambio de rumbo en ese aspecto, empezando con el Fondo Nacional de las Artes.

Esta idea entra en contraste con la realidad de la herencia de Borges que ha quedado en manos de cinco sobrinos de María Kodama, que desconocen todo sobre él y su obra. ¿Qué opinás sobre este destino de la obra de Borges?

-Es paradojal. Borges decía que el destino no hace acuerdos. Ojalá que esos cinco jóvenes ignotos en cuanto a Borges tengan la grandeza de poner su acervo también al servicio de la comunidad y deleguen el manejo del fenómeno Borges, en todas sus vertientes, en un grupo de estudiosos que los asesoren y los orienten. Por supuesto que ellos tienen todos los derechos que la inconmensurable obra de Borges generará y eso no está en discusión.

El destino, se sabe, es un tópico recurrente en la obra de Borges, y Vaccaro recuerda que el escritor sostenía con firmeza que el destino no hacía acuerdos, no cedía fácilmente. Pudo ser el destino (o la prudencia) el que quiso que Vaccaro no llegara a conocer personalmente a Borges, ni siquiera a entablar una charla con él.

Más allá de estas insistencias del destino que van marcando un trayecto singular en la comunión con Borges, los libros de Vaccaro más toda su labor archivística y su preocupación por el porvenir del legado son una muestra infalible de dos pasiones de un hombre, que se dice tan sólo un aficionado: el entusiasmo y el intenso trabajo por recolocar a su escritor preferido y contribuir con palabras y acciones a desarrollar la cultura argentina actual.