“La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”
Las excavaciones en el yacimiento de Atapuerca en Burgos comenzaron a finales de los años setenta. En 1982 se incorporó el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954), que codirige la Fundación Atapuerca junto a Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro, además de ser director científico del Museo de la Evolución Humana en Burgos. Poco después, comenzarían a descubrirse restos fósiles humanos que arrojarían luz sobre la historia de la humanidad.
En la actualidad cientos de miles de personas visitan cada año el yacimiento y el museo, que según Arsuaga proporciona modernidad e identidad “de la buena”. “El centro es un buen ejemplo de cómo hacer las cosas”, declara.
Además del descubrimiento de fósiles, el científico se siente especialmente orgulloso de su participación en la creación del parque nacional de la Sierra de Guadarrama en Madrid en 2013. “Es lo más importante que he hecho en toda mi vida, incluso más que descubrir fósiles”, revela.
Junto a la publicación de su último libro Vida, la gran historia, el investigador ha sido nombrado recientemente presidente de la Fundación Gadea Ciencia con un objetivo: “Que la fundación se convierta en algo útil para la sociedad”. Pero para el paleoantropólogo, su cargo más importante es el de docente en la Universidad Complutense de Madrid.
Pregunta. ¿Se imaginó en algún momento qué hallazgos podrían producirse en Atapuerca?
Respuesta. No se podía imaginar y, de hecho, cada año sorprende. Lo mejor que puede ocurrir en un proyecto científico es que te sorprenda. Si no lo hace es que ya ha agotado sus potenciales.
P. ¿Y qué es lo que más le ha sorprendido a lo largo de estos años?
R. El hallazgo de tantos fósiles humanos es obviamente lo más importante en mi trabajo, pero en estos años han ocurrido cosas en Atapuerca y en la ciencia, como los análisis genéticos, con los que nadie contaba y ni siquiera imaginaba. Ahora tenemos estudios de ADN de hace 400.000 años. Ha sido una sorpresa para todo el mundo. En Atapuerca lo más importante ha sido el gran número de hallazgos de restos humanos, que aparecen más que en ningún otro sitio, aún más que en el resto de sitios juntos.
P. ¿Por qué se eligió el yacimiento de Atapuerca?
R. Es una historia que se parece a cualquier otra en el mundo de la ciencia. Uno tantea diferentes posibilidades, explora líneas, vías, algunas parecen más interesantes y ahí se pone más esfuerzo, se progresa y se obtienen resultados. Entonces se invierte más. La historia de Atapuerca no es el resultado de una intuición genial. En realidad Atapuerca no empezó a dar resultados hasta el año 1992, cuando se hizo el primer gran hallazgo. Pero los comienzos fueron muy duros, como lo son para un astrónomo, un biólogo molecular o un botánico. Al principio es una rueda que gira muy despacio. La ciencia tiene un método común. No hay tanta diferencia entre estudiar terremotos y buscar fósiles. Consiste en explorar lo desconocido y nadie sabe cómo hacerlo.
P. A pesar de trabajar con lo desconocido, ¿piensan en lo que sí podrían descubrir?
R. No, pero excavamos donde ya sabemos lo que hay. Estos yacimientos son para obtener más de lo mismo. Y luego está lo desconocido. Hay mundos nuevos que son los fascinantes y los ya conocidos que todavía se pueden conocer mejor. En Atapuerca tenemos eso, los mundos ya conocidos y otros que no conocemos bien.
P. Pero luego hay hallazgos, como el de una mandíbula en Israel que reescriben lo que ya sabíamos…
R. Bueno, no hay que hacerles tanto caso a los autores… Hay que matizar. A veces me preocupa cuando se dice que un hallazgo obliga a reescribir la evolución humana. Sería un desastre. Es como si antes no hubiéramos sabido nada. Si descubriéramos una nueva ciudad romana, ¿cambiaría todo lo que sabíamos sobre los romanos? ¡Hombre, no, estaría bueno! Se iluminan ciertas épocas o momentos de la evolución humana, pero sin pasarse.
“En contra de lo que se piensa, la ciencia es sumamente cautelosa y conservadora. Las publicaciones científicas son muy sobrias”
P. Aunque habrá veces que sí sea el caso…
R. Sí, es verdad que a veces se producen descubrimientos que no cambian lo que ya se sabía, pero que amplían el conocimiento. Por ejemplo, en el año 1994 se pensaba que Europa había sido poblada hace medio millón de años, pero ese mismo año encontramos fósiles humanos en gran abundancia de hace 900.000 años. Es decir, 400.000 años más antiguos. Eso es como llegar a un continente desconocido, pero el descubrimiento de América no cambió Asia o Europa, simplemente añadió algo. La ciencia crece.
P. En cuanto a la pieza de maxilar hallada en Israel, su descubrimiento fue suficiente para determinar que el Homo sapiens salió antes de África. ¿Cómo es posible?
R. Es como encontrarse un reloj en un templo azteca. ¿Qué dirías? Esto es muy fuerte. Solo un reloj lo cambia todo. ¿Cómo pueden saber que hacían tecnología avanzada? Hombre, si hacían relojes… Hay casos que son obvios. Hay noticias que obligan a revisar muchas cosas. En realidad no aparecen relojes, sino perfeccionamientos o ampliaciones de lo que sabemos. En contra de lo que se piensa, la ciencia es sumamente cautelosa y conservadora. Las publicaciones científicas son muy sobrias.
P. ¿Por qué nos atrae tanto la antropología?
R. Porque nos interesan nuestros orígenes. Solo hay dos explicaciones: la religión y la ciencia. La gente quiere saber de dónde viene y por qué estamos aquí. Se suele decir que las tres preguntas de la filosofía vasca reflejan al ser humano: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? y ¿Adónde vamos a ir a comer? Pero además tenemos preocupaciones intelectuales: ¿qué hacemos aquí? ¿Qué nos ha creado? Hay quien busca una explicación religiosa, mística o extraterrestre, pero todo el mundo necesita saber por qué está aquí. Esa pregunta, inherente al humano, es la más importante que uno se puede hacer. Una vez que solucionas el tema de la comida, lo siguiente es eso [risas]. Los niños que nazcan en los próximos milenios van a hacerse la misma pregunta.
P. Y en realidad nunca se contestará del todo… ¿o sí?
R. La religión da una explicación falsa y los científicos lo explicamos. La felicidad personal de cada uno se la busca cada cual. Pero si quieres saber de dónde venimos, yo te lo explico. Si quieres saber por qué estamos aquí, yo te lo explico…
“Hay quien busca una explicación religiosa, mística o extraterrestre, pero todo el mundo necesita saber por qué está aquí”
P. No sé si preguntárselo [risas]… ¿Por qué estamos aquí?
R. Mi nuevo libro va justamente sobre eso. La evolución, desde el origen del cosmos hasta el origen de la vida, pasa por diferentes umbrales: la aparición de la Tierra, la vida en ella, las células complejas, la conciencia, la mente simbólica, el pensamiento abstracto, etcétera. Cada uno de esos pasos pudo o no haberse realizado. A lo mejor no era necesario que ocurrieran o quizá eran inevitables. La pregunta es si la historia de la vida y la historia humana tienen una dirección, una flecha. El propio lector, con la información que le doy, decide si cada paso es algo que tenía que suceder o pudo no haber ocurrido nunca.
P. ¿Así que el lector se responde a sí mismo?
R. Sí, le dejo que decida por sí mismo. El lector es tan inteligente que puede llegar a sus propias conclusiones. Así yo no me hago responsable de la filosofía de los demás. Yo aporto todas las informaciones sobre lo que han pensado los diferentes genios. Yo cuento lo que hay, doy mi opinión, y lo que han dicho los más listos sobre los diferentes pasos que nos han hecho llegar hasta aquí.
P. ¿Ahora mismo podría decirme a mí por qué estamos aquí?
R. Tú estás aquí porque tu padre y tu madre se acostaron una noche. Pero hay que buscar la explicación. Y eso está en el libro.
P. Pero cuanta más información tenemos, más complejo nos parece el mundo…
R. Es que es muy complejo y contradictorio… Los que intentan simplificar lo complejo son muy peligrosos. Si cogemos, por ejemplo, el código genético que tenemos, el ADN, ¿es el único posible? ¿Podrían existir otros códigos genéticos? ¿Por qué tenemos este y no otro que podría ser mejor? ¿Por qué no?
“En mi libro, el lector decide por sí mismo si cada paso de la historia humana es algo que tenía que suceder o pudo no haber ocurrido nunca”
P. Hablando de ADN, me viene a la cabeza el hallazgo de Denny, la hija de una neandertal y un denisovano. Con estos descubrimientos siempre sale a debate una pregunta recurrente: ¿Podrían ser Homo sapiens, neandertales y denisovanos la misma especie?
R. No, no lo somos. Ahora mismo, ¿tú estás hablando en español o en árabe?
P. Español, que yo sepa.
R. ¿Sabes que la palabra alcalde viene de ‘al-qadi’, de origen árabe? Pero no por eso es árabe lo que hablamos. Que tengamos palabras de origen árabe no convierte el español en árabe. Que tengas un 2% de genes neandertales no te convierte en una neandertal. En biología, como en las lenguas, todas las poblaciones tienen algunos genes de otras especies. Como no nos creó un dios, es esperable que las especies absorban genes unas de otras. Solo un creacionista podría pensar que las especies son puras, separadas y que no tienen contacto con otras.
P. Esas tres especies vivieron a la vez, pero solo compartimos un pequeño porcentaje de genes. ¿Es eso lo que nos distingue?
R. Tenemos genes de todas partes. Mira los españoles. Tenemos un montón de genes africanos y de las estepas. Mira los osos de Cantabria. Tienen un 2% de genes de osos de las cavernas. Es como si dijeras que el español fue creado por Dios como una lengua distinta del francés. En ese caso sí sería sorprendente que tuviéramos una palabra en común. Dios no se repite. Pero los idiomas son un producto de la evolución lingüística y, teniendo en cuenta que somos vecinos, no me sorprende que digamos cruasán aunque no seamos franceses, sino españoles. Ese mismo razonamiento aplícalo a la biología.
P. ¿Qué hay de los análisis genéticos que se venden ahora para conocer nuestro origen? Yo por ejemplo, que soy francesa, no tengo nada francés. Esto le habrá pasado a mucha gente. ¿Cómo se lo explicaría a esas personas?
R. Es que lo francés no existe, es un concepto político. Realmente no existen el gen francés ni el vasco. Son en realidad diferentes proporciones o mezclas.
P. Si la gente lo supiera, ¿cree que afectaría a los nacionalismos?
R. En principio, no tendría por qué. Que tengamos genes distintos no debería cambiar nada. El nacionalismo actual es más cultural. ¿Sabías que el apellido más común de Cataluña es Fernández, por ejemplo? El nacionalismo renunció hace tiempo al componente biológico y ahora se basa en la cultura. Utilizan otros elementos para definir la identidad. Ya puestos, yo no soy nacionalista y mi familia es vasca y vascoparlante.
“Como no nos creó un dios, es esperable que las especies absorban genes unas de otras”
P. Centrándonos en España, ¿con qué obstáculos se enfrentan la antropología, la arqueología y la paleontología?
R. Como decía Groucho Marx, ¿comparado con qué? Si lo comparamos con Argelia, pues vamos bastante bien. Si lo comparamos con Francia o Italia, ya vamos bajando. Pero se ha progresado. Tenemos un patrimonio inmenso y lo tenemos que saber contar. Hay que invertir. Las instituciones deben saber que esto es una industria o un recurso económico, en todo caso. Esa es la lucha que tenemos. Hay trabajo que hacer.
“El nacionalismo renunció hace tiempo al componente biológico y ahora se basa en la cultura para definir la identidad”
P. En parte, conocer nuestro pasado nos hace entender y valorar más nuestro presente, ¿no cree?
R. Sí, y nos hace más felices, espero. Aprendemos, disfrutamos, vivimos otras vidas. Yo siempre digo que la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Eso no puede ser. Esa vida no es humana. Tiene que haber algo más pero aquí, en esta vida. Y esa otra cosa se llama cultura. Es la música, la poesía, la naturaleza, la belleza… Es lo que hay que apreciar y disfrutar porque, si no, esto es una mierda.
P. Nuestros antepasados seguramente sabían apreciar mejor la vida…
R. Hombre, claro. No trabajaban toda la semana ni iban el sábado al supermercado.
P. ¿Qué hemos hecho mal entonces?
R. Alguna cosa hemos hecho mal, pero aún estamos a tiempo. Tenemos a Mozart. No está mal. Apreciar la belleza es una cuestión de educación y sensibilidad. Busque lo que es bello en la vida. Hay mucha belleza.