El más auténtico de los mundiales
Pronunciar improperios, desacuerdo, inconformidad y desaliento contra el Mundial de Fútbol que se celebra en Qatar es injusto y desconsiderado, tomando en cuenta que estamos ante el más auténtico de los mundiales que quizás se haya visto.
Aunque, como ya se sabe, es por mucho el Mundial más costoso de la historia -ha costado 200 mil millones de dólares-, la cifra no luce tan elevada si observamos que la primera potencia del mundo destina US$700 MIL MILLONES para presupuesto de guerra: “militar” y de “defensa”. Que se invierta poco menos de un tercio en unos cuantos partidos de fútbol, no parece descabellado en un planeta en que suceden tales excesos.
Las delegaciones de las grandes potencias, “celosas centinelas de los derechos humanos”, han desfilado sonrientes, han llegado a tiempo para las fotos y los entrenamientos. Ninguna se negó a participar en verdadera protesta. Allí han ido, se han congregado, como ha ido también la fanaticada, que padece el milagro al revés: les cambiaron el vino por agua.
El iniciado Mundial es una fiel expresión del sistema, de la hipocresía de portentosas naciones, que con panfletos en portadas de diarios y conmovedores discursos en la ONU se acusan unas con otras de crímenes de guerra, mientras todas hacen el crimen y hacen la guerra.
En Qatar se le niegan derechos fundamentales a las mujeres, a las niñas, a los ciudadanos, se limitan las libertades y se cometen las más absurdas injusticias, amparadas en cánones religiosos.
Pero, ¿acaso se respetaron los derechos de mujeres, niñas, ciudadanos… los pueblos, en ocho años de guerra en Ucrania, veinte años de guerra en Vietnam y otros veinte años en Afganistán? Allí se violaron a mujeres, niñas y niños, se torturaron personas, quemadas vivas con napalm, y se devastaron ciudades.
Hoy la hipocresía alcanza para criticar el sistema qatarí, para denunciar la violación de derechos humanos que esas mismas potencias, grandes naciones, ejecutan amargamente, impunemente, en otros lugares del planeta.
El Mundial de Fútbol de Qatar resulta ser el más auténtico de todos, el más parecido al sistema que rige el mundo. Se muestra sin máscaras, con prohibiciones rasas, no se anda con argucias. Este Mundial le enseña al mundo lo que es el mundo.