Con tantos “influencers” que nos rodean, ¿alguno realmente influye?
Veamos por un momento la triste realidad que nos rodea: en esta época, todo el mundo es un “influencer”, a título personal.
Lo que empezó como fenómeno un tanto espontáneo diez años atrás, a la par de las redes sociales emergentes de ese entonces, se ha convertido en un relajo de proporciones épicas y de poca ética profesional.
En esos primeros años, analizar la figura del influencer era llegar a la conclusión de que se trataba de un grupo de personas con una gracia natural para liderar en ciertos escenarios, la mayoría de ellos muy puntuales e intrínsecamente relacionados a sus profesiones y actividades.
Como suele ser el caso, no tardó en distorsionarse esta versión del influencer, y es así como llegamos al “influencer” de hoy, una persona que de todo opina y que por todo hace un drama en redes sociales, casi siempre con la intención de llamar la atención y sacar algún beneficio a la controversia.
Los primeros influencers se caracterizaban por tener una cantidad considerable de seguidores en sus respectivas redes, siendo esta una métrica que garantizaba no solo exposición y alcance, sino que facilitaba la realización de acuerdos comerciales con marcas y otros beneficios derivados.
Hoy día, parece que basta con etiquetarse como “influencer” en la bio de Instagram, TikTok o Twitter para venderse como tal. Ya ni siquiera se toma en cuenta si se tienen 300, 3,000 o 30,000 seguidores, y la culpa quizás la tienen aquellos aspirantes a influencers que abultaron (y siguen abultando) sus cuentas con seguidores falsos.
Hay gente, sobre todo aquella que no vive pendiente 24/7 de las redes sociales, que no cae en el gancho del “influencer”, pero ello no impide que la práctica siga floreciendo y haciendo un daño que podría ser mayúsculo a nivel de la sociedad.
El ejemplo está a la vista. Los jóvenes de ahora quieren ser youtubers, tiktokers o, simplemente, “influencers”, y la razón es que, a simple vista, eso genera buenos ingresos y es fácil. ¿Es realmente así? No, y esta es una realidad que a muchos de esos aspirantes golpea fuertemente en la cara.
Para responder al título de esta entrada, podría decirse que sí, los “influercers” de alguna manera u otra influyen sobre el comportamiento de los jóvenes y los no tan jóvenes.
Desafortunadamente, no es una buena influencia, pues aquí abundan la hipocresía, la falta de ética profesional, los conflictos de intereses y la banalidad.
Visto el panorama, algunos fenómenos que salen de la noche a la mañana se explican por sí solos. ¿Quién le pone el pare? Nosotros mismos, pero eso requiere de desconectarnos del rebaño y actuar y pensar de nuestra cuenta. No todos están en esa onda.
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