Los Nubarrones Malva de Marissabel
Nubarrones Malva es más que un medio metraje de Marissabel Marte. Es la comprobación palmaria de que se puede hacer buen cine aún con bajo presupuesto.
Nubarrones Malva es las buenas actuaciones. Las localidades bien seleccionadas. Cuidadosamente trabajadas en todos los detalles. El feliz reencuentro con Vikiana. La buena dirección, la magnífica fotografía de Leo Pérez y, en fin, el performance de la propia Marissabel en clave de directora, actriz, guionista, cantante, en obstinada carrera detrás de sus sueños y ya de sus realizaciones.
Porque decía alguien, con mucha razón, que de nada sirve tener sueños e ideas si no somos capaces de llevarlos a la realidad. Marissabel tiene—siempre los ha tenido—sueños e ideas y siempre ha ido por la vida atada a ellos. No los abandona nunca hasta encontrar la forma de realizarlos. Admirable.
Agregue a todo eso su vida de madre. Tres hijos y el trabajo de llevarlos a buen puerto. Al mejor puerto, finalmente. No se sorprenda si en Nubarrones Malva hay mucho de autobiográfico. Aunque no sería necesario.
Bastaría ver las cifras de la violencia de género en nuestro país y más allá para darnos cuenta. La cantidad de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas cada año. Plaga de los estratos más pobres de la sociedad. Todo un tema. Y uno de los temas—dominante, sin dudas—en Nubarrones Malva.
Pero esos nubarrones tan bien retratados de Marissabel son mucho más que esa violencia de género y todo el contexto que la rodea y prohíja.
Los prejuicios. La pobreza en la que anidan tales prejuicios—que las ideas y los comportamientos del ser humano no salen de la tierra, sino que están sustentados por toda una estructura económica y social de desigualdad; de abandono, insolidaridad y explotación que se reproduce y reproduce sus ideas generación tras generación.
Estos Nubarrones Malva son un verdadero triunfo. De Marissabel. Del cine dominicano de calidad ya desde la ópera prima de una directora, guionista, actriz, cantante, escritora que va creando, trabajando por la vida, aprendiendo y desarrollándose en la misma medida en que su trabajo avanza en acción dialéctica.
Ya hace meses que los Nubarrones de Marissabel se pasean por las salas de cine del país. Yo los pude capturar recientemente en el Museo de la Resistencia. Trate usted de capturarlos también. No se arrepentirá. Porque esos Nubarrones son también el augurio de un aguacero de creatividad que ya viene cayendo.