Y no, el streaming aún no ha sacado al cine de circulación
Tres años atrás, en plena pandemia por COVID-19, se puso de moda el streaming como forma de entretenimiento, con un uso totalmente intensificado por la sencilla razón de que la mayoría de la gente en el mundo entero estaba confinada en sus casas.
Fueron pasando los meses, y en la medida en que nos convencíamos todos -con ayuda de la narrativa de organismos oficiales de salud de carácter internacional- de que nada volvería a ser igual, empezaban los análisis que pintaban un futuro difícil para la sostenibilidad de los cines y la propia cinematografía como tal.
Mirando hacia atrás, no es difícil comprender por qué en ese momento, y durante todo 2021, se decretó en papeles la muerte de las salas de cine tradicionales: un sinnúmero de estrenos cancelados o pospuestos por la pandemia, cierre forzoso de salas de cine en todo el mundo, formas ingeniosas de sacar producciones ya listas a través de servicios de streaming y ensayos de nuevas formas de conducir el negocio.
Según lo planteado en esos días, ir al cine sería cosa del pasado para este momento, pero no ha sido así, y la evidencia de que streaming en casa y proyecciones en salas de cines pueden coexistir se hace cada vez mayor.
A ver, ¿en qué falló el análisis que apostaba a un futuro dominado por streaming? De entrada, se asumía que, efectivamente, gracias a COVID-19 nada volvería a ser igual, y durante un tiempo dio justo esa impresión: cuando empezaron a reabrir las economías del mundo, había un marcado temor de parte de quienes se aventuraban a salir.
En varias economías, los cines fueron de los últimos establecimientos en reabrir, siendo en muchos una reapertura parcial por un tema de distanciamiento social y demanda del servicio por parte del público.
Desde 2022, y aun cuando COVID-19 todavía amenaza con asumir un rol estelar a través de nuevas variantes en vigilancia, podría decirse que el mundo ha retomado su normalidad, y con ello se observa un flujo de visitantes más marcado en los cines.
Quienes analizaban las tendencias en esos primeros meses de incertidumbre pospandemia obviaron un detalle esencial: a la gente le gusta socializar y experimentar cambios de ambiente. Podemos tener todas las comodidades en nuestro hogar, incluyendo servicios permanentes de streaming, pero esa experiencia no es comparable a ir a una sala de cine.
Fruto de ese decreto de muerte prematura, muchos cines descuidaron su infraestructura, y hoy ofrecen una experiencia cuestionable, como ocurrió en días recientes en una visita a una sala VIP del Palacio del Cine en Blue Mall.
Una de las excusas que ofreció uno de los altos representantes de esta cadena de cines en el país fue justamente esa del cierre extendido por la pandemia y la narrativa de que ese negocio prácticamente había llegado a su fin.
Hay un deseo natural de ir al cine, y este sigue vigente. Sin embargo, los cines, al menos a nivel local, solo se recuperarán en la medida en que ofrezcan una experiencia lo suficientemente cómoda como para justificar el gasto y el viaje.
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