Una sociedad de engaños
Al ritmo que vamos, confiar en el prójimo será tarea imposible, pues estamos viviendo tiempos realmente difíciles a nivel de engaños.
Se echa la culpa a la tecnología de lo que está pasando -y es entendible porque las redes sociales, las plataformas digitales y la inteligencia artificial juegan su rol-, pero el problema es mucho más profundo y atañe directamente al ser humano.
Engaños los hay de toda clase: los hay que son muy obvios y los hay que son muy sofisticados. Hay engaños que utilizan técnicas de phishing, smishing y demás, mientras que otros son más tradicionales en su ejecución.
Detrás de cada engaño, sin importar lo simple o elaborado que sea, hay algo que ha sido bautizado como ingeniería social, y no es más que aprovechar la debilidad del ser humano en lo que respecta a emociones, ambición y otros estímulos.
En el plano digital, ya los engaños no solo usan anuncios atractivos y links falsos a modo de anzuelo: ahora se da el caso de que los ciberdelincuentes, siempre 20 pasos adelante, combinan técnicas del mundo físico y digital para hacer caer a más víctimas.
Esto explicaría por qué se están volviendo cada vez más comunes los ataques en Estados Unidos que involucran una llamada de las autoridades a la incauta víctima, casi siempre para “alertar” de que su identidad está siendo aprovechada por malhechores.
Cuando se recibe una llamada de las autoridades, sobre todo en un país que se presume organizado como es el caso de Estados Unidos, pocos indagan más allá para obtener confirmación de que se trata de algo real, y es así como empiezan los engaños que se han estado reportando últimamente.
Una llamada convincente -con el emisor debidamente identificado en la pantalla-, pruebas y evidencias por mensajería instantánea y una sensación de urgencia o peligro son elementos suficientes para atrapar víctimas, incluso aquellas que se la dan en ser cautas.
Sí, la tecnología juega un papel crucial en este entorno de engaños, pero la gente es el principal factor aquí, tanto las víctimas como los perpetradores.
Hay un tema de educación y valores que interviene en todo este esquema. Aun con lo convulsionado que está el mundo, el grueso de la gente sigue siendo muy confiada. Al mismo tiempo, hay una presión cada vez mayor de aparentar lo que no se es, y esa combinación de elementos resulta en una mezcla explosiva.
Tan mal va la sociedad que hasta parejas y familiares cercanos participan en engaños sin sentir la menor pena o vergüenza. Es lastimoso el camino que transita la humanidad.
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