Una paz muy efímera
La semana pasada comentábamos aquí mismo la situación de los servicios de transporte en la zona este del país, específicamente en Bávaro-Punta Cana, donde una disputa entre taxis tradicionales y alternativas como Uber amenaza seriamente al turismo.
Justo después de plantearse la situación, Uber dio un paso importante hacia la resolución del conflicto: acordó con el Gobierno dominicano registrarse como empresa de transporte privado, algo que las autoridades venían pidiendo desde hace algún tiempo.
¿Fin del problema? Ni cerca. Este lunes, los taxistas tradicionales de la zona hicieron una huelga en la que bloquearon los puntos de acceso. La razón aludida, según recogen medios de comunicación, es la misma de siempre: defender su trabajo de las garras de Uber y otros forasteros.
De manera específica, estos choferes de servicios tradicionales, la mayoría afiliados a algún sindicato, NO quieren que las autoridades dominicanas regularicen a los choferes de Uber. De hecho, han amenazado con entregar todas sus unidades al Ministerio de Turismo si así llegara a pasar.
La actitud asumida por estos taxistas tradicionales indica que el problema no es que Uber se regularice o no -como ellos mismos han pedido, alegando que no pagan impuestos y otras cosas- sino que no quieren esa competencia.
Los tiempos han cambiado, y la realidad es que mucha gente, incluyendo a los dominicanos, prefiere la facilidad de pedir su servicio de transporte a través de una aplicación que permite dar seguimiento en tiempo real al trayecto del chofer y que ofrece algún tipo de trazabilidad en caso de algún incidente.
Los taxis tradicionales, sean de un sindicato o sean una empresa privada, no han hecho el gran esfuerzo por adecentar su servicio. La mayoría, por no decir ninguno, no ofrece una aplicación. De igual forma, suele ocurrir que los vehículos no están en condiciones óptimas y que el chofer asignado no tiene la suficiente educación y criterio a la hora de ofrecer su servicio.
Lógico, Uber no es un servicio perfecto, y lo mismo puede decirse de las demás alternativas similares que operan en el país, pero es una realidad irrefutable que la mayoría de los turistas se ha acostumbrado a esa forma de solicitar servicios y es la que prefieren.
Cuando los sindicatos de transporte hagan un esfuerzo consciente por subir su nivel de servicio, las cosas podrían ser diferentes. Mientras tanto, en base al pobre comportamiento que por años vienen exhibiendo, agravado en los últimos meses por el tema Uber, es poco probable que se ganen la buena voluntad del pueblo y los turistas.
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