«Todos somos mutantes»
Recurrimos al color para caracterizar a nuestros semejantes. A esa pelirroja de piel muy clara, ese adolescente negro de pelo azabache, esa chica con manchas en la piel, ese bebé rubio de ojos azules… En torno a la piel, el pelo y los ojos orbita ‘Genes de colores’ (Next Door Publishers), obra del genetista Lluís Montoliu. Un libro lleno de curiosidades en el que este investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y el ilustrador Jesús Romero guían al lector por el arcoíris más humano, ese que nos hace diferentes, pero solo en apariencia.
«Las diferencias son anecdóticas. Son muy escandalosas –en cuanto a que cambian el color de nuestro pelo, de nuestra piel, de nuestros ojos–, pero en lo esencial somos más iguales de lo que estamos dispuestos a asumir», subraya Montoliu. Da lo mismo dónde hayamos nacido y el color de nuestra piel, ese que a lo largo de la Historia, y todavía hoy, ha servido para justificar todo tipo de atrocidades. «Las razas no existen», recalca el genetista catalán. Somos tan iguales que «cualquier ser humano se parece a cualquier otro en un 99,9 % de su genoma» y que la mayoría (85%) de ese 0,1% de diferencia se da entre individuos, no entre poblaciones. La consecuencia es antintuitiva. «Si comparas un nórdico con un africano y dos españoles entre sí, la intuición te lleva a creer que los primeros son más distintos entre sí que los segundos. Sin embargo, la realidad es que, de dos en dos, cualquiera de ellos son igual de distintos e igual de similares».
Los genes de colores que dan título a la última obra de divulgación de Montoliu –autor también de ‘Editando genes: recorta, pega y colorea’ (2019) y de ‘El albinismo’ (2019)– son 662 de los 20.465 contabilizados hasta ahora. «Un nada desdeñable 3,2 % de nuestro genoma está dedicado a la pigmentación». Son los genes que hacen que seamos rubios, morenos, de ojos marrones, albinos, pelirrojos, negros… Una pequeña cantidad de genes en un libro de instrucciones en el que nadie está libre de variaciones. «Todos somos mutantes. Todos portamos multitud de mutaciones, de cambios, en nuestros genes, que establecen cómo somos. Algunos de ellos afectan a los genes de colores», dice el investigador del CNB-CSIC.
Pelirrojos
La fascinación por la diferencia
Nos atraen. No podemos evitarlo. «Una persona pelirroja entra en una habitación e, inevitablemente, todos, fascinados, se giran para mirarla», escribe el genetista catalán. Son un 2% de la población mundial y, como en el caso de los otros colores humanos, su pelo va del anaranjado al rojo intenso. «En nuestro país, hay más pelirrojos en el norte de España que en el resto de la península debido al flujo histórico de navegantes entre el Reino Unido e Irlanda y el litoral cantábrico, del País Vasco a Galicia».
Jesús Romero ha dibujado para el capítulo correspondiente de ‘Genes de colores’ una escena en la que los ocupantes de un ascensor, incluido un perro, miran fascinados a una chica pelirroja. A ella la está llamando por el móvil una tal Feomelanina. «Solo tenemos dos tipos de melanina: la eumelanina (marrón, oscura) y la feomelanina (rojiza, amarillenta)», explica Montoliu. Mutaciones en el gen MC1R hacen que los pelirrojos solo produzcan feomelanina, con lo que enrojece su pelo y también se aclara su piel hasta el extremo de que «deben protegerse más del sol incluso que las personas con albinismo». Los pelirrojos pueden desarrollar más fácilmente que el resto cánceres de piel porque «la feomelanina es fotoactiva y eso produce más daño en las células que no tener melanina».
Albinismo
El rechazo por la falta de color
Los albinos tampoco pasan desapercibidos, en su caso por la falta de pigmentación, consecuencia de que no producen melanina. En algunos países africanos son perseguidos, asesinados y mutilados para usar partes de sus cuerpos en rituales y como amuletos. Montoliu lleva 30 años estudiando esta condición genética y el rechazo social hacia ella, que cree que probablemente tiene su fundamento «en la asociación de nuestros miedos a fantasmas y espíritus que siempre suelen ser de color blanco. De hecho, uno de los motes que sufren los niños albinos es el de fantasma». Ahí están también los perturbadores niños albinos del clásico de terror ‘El pueblo de los malditos’ (1960) y el malvado monje Silas de ‘El código Da Vinci’ (2006).
«Las personas con albinismo solo necesitan una letra del genoma cambiada, fuera de sitio, para perder toda la pigmentación», señala el genetista. Una entre los 3.096 millones de pares de letras químicas de nuestro genoma. Los científicos han identificado hasta el momento una veintena de genes cuyas mutaciones causan veintiún tipos de albinismo. El principal problema de esta condición –«que no empeora con el tiempo, pero tampoco mejora»– no es la ausencia de pigmentación, sino la discapacidad visual que conlleva: los albinos tienen muy baja agudeza visual –«de un 10 % o menos»–, no distinguen «entre los objetos cercanos y los más alejados» –ven el mundo en dos dimensiones– y sufren fotofobia.
Europa
La cuna de la variabilidad cromática
«Europa ha sido la cuna de la variabilidad de la pigmentación, mientras que en otras partes del mundo han triunfado unos parámetros que se han extendido a toda la población. Es aquí donde evolucionaron los diferentes colores de pelo, de ojos y de piel», afirma Montoliu. Párese a pensar: ¿ha visto alguna vez un asiático, africano o nativo americano rubio, pelirrojo, de ojos verdes…? No es algo ni bueno ni malo, solo una muestra más de la variabilidad humana a partir de aquellos antepasados nuestros, negros, que llegaron a Europa desde África hace decenas de miles de años y cuya pigmentación fue adaptándose con el tiempo a los diferentes niveles de insolación.
«Tenemos desde los europeos del sur, que podrían pasar por bereberes, hasta los nórdicos que tienen el cabello blanco y en los que es difícil detectar el albinismo», ilustra el autor de ‘Genes de colores’. El pelo rojo surgió en el norte de Europa y lo mismo pasa con el rubio. Este y los ojos claros nos llaman la atención en el mundo mediterráneo, mientras que en el norte de Europa lo hacen los pelos y ojos negros. Lo ‘raro’ en nuestra comunidad siempre nos llama la atención.
La piel negra
Un seguro de vida contra el sol
«Tener una piel oscura, pigmentada, prácticamente negra, es un seguro de vida si estás expuesto constantemente al sol», destaca Montoliu. Del mismo modo que hay una amplia gama de blancos, la hay de negros. «Un tipo de Cádiz y uno de Oslo son muy distintos, y un tipo de Sudán y uno de Sudáfrica también. Es entre los trópicos, donde se registra la mayor radiación solar, donde encuentras a las personas con mayor nivel de pigmentación, con piel más oscura». Según viajas hacia el sur o hacia el norte, la piel se va aclarando.
«El color de la piel tiene una explicación evolutiva», apunta el genetista. Nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, la tienen blanca debajo del pelo que les protege del sol. Cuando nuestros antepasados perdieron en África ese pelaje protector, su piel se oscureció para hacer frente a la radiación solar. Los primeros de los nuestros fueron negros, aunque luego sus descendientes fueron palideciendo según emigraron a latitudes más septentrionales, donde la radiación es menos intensa pero sigue siendo necesaria para sintetizar vitamina D.ne
Vitíligo
Humanos con manchas
En términos generales, nos gustan los animales a manchas –gatos, perros…– e incluso albinos –como los conejos y rantoncillos de ojos rojos–, pero cuando se trata de humanos… «Conozco a muchas personas con vitíligo que son difícilmente descubiertas por el resto porque van maquilladas para evitar el rechazo. Hay gente que se niega a darles la mano porque piensa que se va a contagiar. Es un absurdo que puede pasar en Europa, pero en India es peor, las mujeres con vitíligo son repudiadas, son parias sociales», lamenta el autor de ‘Genes de colores’.
El vitíligo se caracteriza por «la aparición impredecible de manchas blancas, sin pigmentación, en la piel». Es una enfermedad autoinmune que afecta a entre el 0,2% y el 2% de la población y puede causar «un profundo trastorno emocional y psíquico a quien la padece». El 80% de los casos se deben a factores genéticos; el 20% restante, a causas medioambientales. «Michael Jackson lo sufría y usaba a una mezcla de maquillaje y cremas blanqueadoras, que le hicieron ir perdiendo pigmentación. «Fue criticado por ‘renunciar a su piel de color negro’ cuando, en realidad, lo que estaba haciendo era intentar tratar y compensar la aparición de manchas sin pigmentación a causa del vitíligo que padecía y que había heredado de su padre», explica Montoliu.
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