Pegasus: la privacidad en jaque
La privacidad no existe, y aunque la afirmación pueda parecer un tanto cruda, esta es una realidad con la que estamos obligados a convivir desde que nos dejamos envolver por la tecnología, empezando por la Internet y siguiendo por las redes sociales y demás recursos digitales.
Sí, la vida moderna es muy fácil, sobre todo en lo que respecta a comunicación y servicios. Dedicar unos minutos en Google nos provee información que antaño nos hubiera costado un viaje a la biblioteca y horas de lectura a través de varios libros o periódicos. Hoy día, comprar ropa, herramientas, libros o un boleto de avión se resuelve con par de clis, y lo mismo aplica a pagar tarjetas, revisar estados de cuenta y cualquier otra cosa.
Esta comodidad, en la que dependemos cada vez más de aparatos como el smartphone, de conexiones inalámbricas no siempre seguras (wifi) y de recursos online (aplicaciones, plataformas), nos sale cara a nivel de privacidad, pero este es un concepto cuyas implicaciones aún no se entienden del todo.
En la práctica hemos visto cómo las grandes corporaciones tecnológicas usan y abusan de la data que nosotros mismos proveemos voluntariamente al usar sus servicios. Gracias a este modus operandi, hoy es muy fácil seguirle el rastro a cualquiera, y eso incluye al que esté leyendo esta entrada. Toda lo que hacemos en internet deja un rastro, y ya por ahí vemos que, en efecto, la privacidad es hoy una ilusión.
Es malo tener nuestras vidas a la disposición de cualquiera que se antoje de hacernos una búsqueda en Google, pero esta pesadilla no se limita a esta posibilidad. Hay tecnologías capaces de infiltrar nuestros teléfonos -para muchos, una extensión de ellos mismos- sin siquiera darnos cuenta, llegando a tener accesos tan profundos que ni nosotros, los dueños del aparato, sabemos que existen.
Lo planteado en las líneas anteriores podrá parecer una exageración, pero hay un software que hace exactamente lo aquí descrito. Se llama Pegasus, y es famoso por no solo revisar llamadas, fotos, listas de contactos y demás, sino por activar sigilosamente cámara y micrófono para grabar a la víctima.
Usualmente, el spyware debe ser instalado manualmente en el aparato que se desea vigilar o, en su defecto, empujar a la víctima para que haga el trabajo sucio de instalarlo sin darse cuenta, por lo general haciendo clic en un link o documento infectado recibido por mensajería o correo electrónico. Por algún tiempo, Pegasus funcionaba así, pero ya no: resulta que este software (más bien, malware) aprovecha vulnerabilidades desconocidas en iOS y Android para instalarse de su cuenta, sin desatar alarma alguna.
Pegasus es hoy motivo de atención mundial por unas filtraciones que ponen en evidencia cómo se ha usado esta herramienta para infiltrar los móviles de activistas, periodistas, políticos y otras personalidades, señalándose a gobiernos particulares -entre ellos Hungría- como usuarios estratégicos del programa. Nadie ha querido admitirlo, pero la evidencia, hasta nuevo aviso, apunta a ello.
Hoy son personas de interés las que están siendo rastreadas por Pegasus, pero mañana puede ser cualquiera, porque la información es poder. Mucho ojo.
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