Nos espera un futuro enrarecido
Se viene advirtiendo desde hace tiempo que la humanidad está entrando en aguas desconocidas con el tema de la inteligencia artificial y ciertos desarrollos que se han ido materializando por esta vía.
Antes de que ChatGPT se convirtiera en el tema de moda, poniendo sobre el tapete el concepto de “inteligencia artificial generativa” -es decir, aquella que es capaz de crear escritos, imágenes y otros contenidos en apenas minutos-, se venía hablando de fenómenos como deepfake.
¿Qué es deepfake? Básicamente, esto es inteligencia artificial aplicada con la intención de replicar en video a una persona, usualmente con malas intenciones.
Ejemplos de deepfake, algunos realmente peligrosos y con potenciales consecuencias, se han visto, como ocurrió con un supuesto video del presidente ucraniano Zelensky en el que estaría rindiéndose ante el ataque ruso a su país.
Igualmente, se han visto casos de deepfake en los que se reviven artistas, como fue el caso de Lola Flores para un anuncio de la cerveza española Cruzcampo.
¿Quién define los límites entre buen uso y mal uso de una tecnología tan potente como lo es la inteligencia artificial?
Desafortunadamente, no hay una respuesta clara a esta pregunta. Hasta donde se sepa, ningún país ha legislado de manera efectiva para poner controles sobre la nueva camada de tecnología que promete poner todo de cabeza, y esto hace sentido cuando recordamos que estamos lidiando con algo muy nuevo y, hasta cierto punto, desconocido.
Las consecuencias del rápido desarrollo de la inteligencia artificial, y la creciente facilidad con la que esta tecnología puede ser aplicada, al alcance de la mayoría de la gente a cambio de algunos dólares, están a la vista.
Un buen ejemplo que ilustra el caso es la recién finalizada huelga de guionistas en Hollywood, impulsada en parte por la amenaza que representa la inteligencia artificial al sustento de esos escritores.
Ya esa huelga terminó y, por el momento, podría decirse que prevaleció la humanidad por encima de la tecnología. El contrato que puso fin a esta huelga tiene una vigencia de menos de tres años, lo que significa que en poco tiempo volverán las dudas y preocupaciones que le dieron vida.
Si bien esa huelga terminó, la de los actores sigue en pie, y esta también viene impulsada por los temores asociados a la inteligencia artificial.
Podrá parecer exagerado, pero la realidad es que hay tecnologías basadas en inteligencia artificial que no solo replican la semejanza de una persona, sino que su voz y sus ademanes también van en esa colada.
Actores, sobre todo los denominados extras, han externado su preocupación, pero ellos no son las únicas víctimas en potencia: esto es, esencialmente, un deepfake, y ya se ha visto su uso a nivel personal, casi siempre con la intención de hacer un daño que en la mayoría de los casos es irreparable.
Este es el futuro que nos espera, uno donde ya no seremos los dueños exclusivos de nuestra voz, nuestra cara, nuestros ademanes y hasta nuestra personalidad.
¿Quién nos protegerá? Aun no se vislumbra esta respuesta.
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