No con todo se relaja
Vivimos en un mundo al revés, o al menos eso es lo que se ve desde una óptica de lógica, sentido común y buenos modales: a fuerza de algoritmos, según la narrativa que nos han vendido, estamos rodeados de contenido basura que no aporta nada pero que se hace viral frente a propuestas que son más serias y honestas.
Es así como un reality como aquel de producción local donde participa una panameña como atracción curiosa genera más interés que las realidades que agobian el día a día de los dominicanos.
Habrá quien diga que lo del reality aquel es simple diversión, un escape de la rutina diaria, pero… ¿tiene que ser tan vulgar? Es al responder esta pregunta que caemos en el algoritmo que parece definir todo lo que hacemos, ya sea online o en el mundo físico porque, sí, el algoritmo tiene incidencia a ese nivel.
El algoritmo que dicta que una cuenta de memes tiene más valor e incidencia que una cuenta de información seria es el mismo que dicta que en radio y televisión el éxito está garantizado con una dosis de vulgaridad multiplicada hasta el infinito y aderezada con chabacanería, atrevimiento y cualquier cosa que cruce la línea del pudor y el buen criterio.
Solo así se explica que una cuenta de memes que hace algo más que memes y que incluso ha participado en campañas serias porque tiene alto nivel de presencia y alcance, presente a un par de presuntos delincuentes internacionales como objetos de deseo de mujeres, resaltando en el proceso algunos comentarios que parecen justificar ese enfoque.
Cierto que esta no es la primera vez que un delincuente llama la atención a este nivel, pero no porque se haga este tipo de posteo fuera del ámbito local significa que aquí hay que replicarlo.
Desafortunadamente, todos sabemos que en estos tiempos de san algoritmo y viralidad espuria se elige banalidad sobre sustancia para alcanzar views, likes y demás métricas impuestas por las hoy moribundas redes sociales.
Lo peor de esa publicación de la cuenta de memes no fue la presentación de presuntos delincuentes bajo una luz romántica y hasta sensual. No. Lo peor fue que publicaron eso sin averiguar si esas tomas policiales realmente correspondían a dos de los acusados de participar en el histórico robo al Museo del Louvre, tal como insinuaba la publicación.
Resulta que no, que no se han dado a conocer los rostros de los responsables de ese robo perpetrado semanas atrás, y eso ya entra en la categoría de fake news, aun si la cuenta es una de relajos.
Las fotos colocadas ahí para disfrute del público femenino, según la intención declarada en la descripción, fueron sacadas de publicaciones de hace más de 10 años.
En este punto debe aclararse que no fue esta cuenta, llamada El Snack Report, la primera en publicar eso, sino que, como suele ocurrir, vieron la tendencia por ahí y se engancharon en la ola.
Por si no fuera suficiente que romantizan delincuentes y aportan fake news, los del Snack, al darse cuenta de la falsedad de lo establecido, deciden eliminar el posteo, sin dar explicaciones ni ofrecer contexto. Esto es una acción irresponsable y poco ética que, quiérase o no, abunda en el entorno online.
¿Quién exige calidad? ¿Quién establece los controles? Este caso nos recuerda que el fenómeno de fake news no requiere de IA para ser efectivo: mecanismos más tradicionales pueden dar el mismo resultado, quizás hasta mejor.
Como la ética y el decoro se han perdido, corresponde a nosotros, los consumidores de contenidos, ser juiciosos a la hora de seguir cuentas e interactuar con ellas.
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