Los riesgos de la tecnología, otra vez

26-06-2024
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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Vivimos en mundo cada vez más dependiente de tecnología, siempre con la promesa de que este elemento nos hace la vida más fácil, cómoda y llevadera.

¿Será cierto? Depende de cómo se mire. Cierto es que ahora mismo tenemos infinidad de opciones a la hora de comprar cualquier cosa, ¿pero a cuál costo? Esa infinidad usualmente está representada por artículos excesivamente baratos de mala calidad y de dudosa procedencia.

Es un hecho que las máquinas nos facilitan el trabajo, siendo parte importante del costo los millones de trabajadores que quedan redundantes a nivel mundial con cada avance y desarrollo.

La tecnología, según nos convencieron en su momento Mark Zuckerberg y otros, nos conecta más, pero a costa de un contacto físico y personal que es cada vez menor, aun en encuentros presenciales.

Hay muchos costos asociados a la tecnología y la comodidad relativa que ella nos provee, y algo preocupante es que muchos de los avances que se ejecutan e integran en la actualidad ocurren con tanta rapidez que ni siquiera se prueban o verifican correctamente antes de sacarlos al mercado.

Veamos un ejemplo sencillo: el hogar inteligente, donde, idealmente, todo está interconectado por vía de electricidad y wifi, de manera tal que basta con un par de clics en el smartphone para tener todo bajo control.

La idea luce fabulosa, ya que, en teoría, podemos encender cerrar puertas, encender luces o manejar el aire acondicionado y otros elementos a control remoto, sin siquiera estar presentes en la casa o cerca de ella.

¿Qué ocurre cuando hay un fallo eléctrico o de Internet? Si no hay una alternativa manual, estamos fritos, en buen dominicano.

Para quienes vivimos en un país como República Dominicana, donde lo normal es que se vaya la luz o que falle el servicio de Internet, un escenario donde no haya alternativas manuales contempladas es, sencillamente, imposible.

Sin embargo, en los llamados países del primer mundo, donde esos fallos son prácticamente inexistentes, se han dado situaciones donde la tecnología falla y el usuario se queda atrapado por falta de opciones.

Esto nos lleva a un caso reciente ocurrido en Arizona, Estados Unidos, donde un Tesla Modelo Y de repente se quedó sin energía para accionar las puertas y ventanas, atrapando en su interior a una niña de 20 meses en el calor sofocante.

El incidente, que pudo haber terminado en tragedia, pone de relieve el riesgo de depender tanto de la tecnología y deja entrever la falta de previsión de una compañía como Tesla, que dentro de toda su modernidad no pone a la disposición mecanismos accesibles para operar el vehículo desde afuera en caso de un fallo de energía.

Para quienes se preguntan qué hacía sola una niña de 20 meses en el interior del vehículo, la razón es la siguiente: la abuela se disponía a manejar hasta el zoológico para pasar el día con su nieta y, tras asegurarla en el asiento para niños y cerrar la puerta, se vio imposibilitada de entrar.

Al ver que el vehículo no respondía, llamó a los bomberos, y estos tuvieron que romper las ventanas para rescatar a la niña porque, según su propio testimonio, no conocen los mecanismos para penetrar de forma más segura y adecuada.

Sin dudas, una verdadera pesadilla que pudo haber terminado muy mal.