El planeta Tierra lleva largo tiempo sufriendo los embates del progreso de la humanidad, y hoy está cerca del colapso en términos medioambientales.

La situación se manifiesta en un cambio climático que trae consigo fenómenos atmosféricos cada vez más frecuentes e intensos, con consecuencias variadas a nivel de seguridad alimenticia, integridad física y clima financiero.

La solución, según las agencias internacionales que se dedican a estudiar y monitorear el tema, es reducir las emisiones de dióxido de carbono, mejor conocido como CO2, una movida que requiere del compromiso de todas las naciones, en especial las industrializadas.

Como suele ocurrir, son estas naciones, del llamado primer mundo, las que más incumplen ese compromiso, disputándose el primer lugar en irresponsabilidad las potencias de China y Estados Unidos.

Vista la situación, y lo difícil que se hace no solo cumplir con el mandato, sino revertir los daños, los genios de la tecnología proponen una idea bastante radical: colonizar el espacio para así dar un chance real de sobrevivencia a la raza humana.

Intrigante y curiosa, la idea parece sacada del futuro lejano, pero la realidad es que ya se viene trabajando, y quienes están detrás de esos proyectos son personas como Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson, los tres multimillonarios que tres años atrás protagonizaron una renovada carrera espacial, llegando dos de ellos a salir de los confines de la Tierra.

Es fácil desechar la idea de colonizar el espacio, juntamente con la visión de que los humanos estaríamos habitando en un planeta como Marte o quizás en la Luna, sobre todo viniendo de personas con una fortuna amasada en base a explotar a miles de millones de personas a través de sus productos y servicios.

Sin embargo, no es sabio cerrarse a la idea y simplemente enterrarla por ahí, sobre todo cuando hay una movida mundial hacia temas de exploración espacial que exploran sacar provecho a nivel comercial, ya sea a través de viajes interplanetarios o suborbitales, o bien mediante la instalación de fábricas para reducir la presión sobre los recursos de la Tierra.

Estados Unidos, mayormente a través de proyectos privados, lleva la delantera en ese aspecto comercial, pero hay indicios de interés en Europa y Asia, y la fiebre está llegando, incluso, a países como la República Dominicana.

En días pasados fue noticia el acuerdo al que llegó la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) con una empresa de la Florida, Launch on Demand, para estudiar la posibilidad de instalar un puerto espacial comercial en Oviedo, Pedernales.

Lo primero que se piensa al ver semejante noticia es que aquí, en República Dominicana, hay muchas cosas que resolver, y no es mentira.

Este es el tipo de temas, conjuntamente con inteligencia artificial, robótica y firma electrónica, que los proponentes y las autoridades responsables necesitan tratar finamente con la población.

Hay un déficit histórico a la hora de socializar temas que son potencialmente importantes y necesarios con una población que simplemente no los maneja. Se vio recientemente con la estrategia nacional de inteligencia artificial, y lo seguiremos viendo en la medida en que nos vayamos adaptando a estas tendencias.

Que sea una buena idea o no el explorar esa posibilidad en Oviedo no es algo que aquí se pueda responder, pero sí es necesario ir planteando estas cuestiones de una manera que el público relacione a nivel de lo que representa, lo que implica y en qué le afectaría o beneficiaría.