Inventario Nacional Forestal

10-12-2021
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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El Estado dominicano ha invertido mucho dinero en el Inventario Nacional Forestal (INF) 2014-2018, finalmente publicado en abril/junio de este año. Los fondos provienen de préstamos de instituciones financieras internacionales. Este inventario, como su nombre lo indica, es de carácter forestal y por eso se hace énfasis en la parte de volumen de madera, biomasa y captura de CO₂. Desde esta óptica es el primer proyecto donde participan técnicos forestales dominicanos.

También está muy bien presentado y muy bien concebido. Pero, como en todos los grandes proyectos, en el detalle de la ejecución y el rigor metodológico es que se cuelan los fallos. Uno de los supuestos teóricos desde el inicio no estuvo claro, y es la nomenclatura utilizada para la clasificación de los bosques en el país. Sabemos que ése es un tema aquí, pero por lo mismo debió discutirse desde los talleres de preparación, debió hacerse al menos un taller para actualizar y consensuar la nomenclatura de los tipos de bosques y vegetación para que la valiosa información producida por un proyecto de tal magnitud pueda ser aprovechada, justificada y validada en futuros proyectos relacionados.

Hacer (construir) un sistema de equivalencias, por ejemplo. Porque el inventario usa solo una clasificación basada en los mapas de vegetación y usos de suelo, pero no se hicieron mapas de los resultados del inventario y hay dos categorías muy difusas: bosque húmedo y semihúmedo.

No se menciona el sistema de clasificación de la vegetación que se ha consolidado en el país en los últimos 28 años: el sistema Hager y Zanoni, propuesto por estos autores en 1993, y que se ha convertido en el referente obligado de todos los autores nacionales y extranjeros que han trabajado con ecología y florística en el país. Sin embargo, el INF no lo menciona ni en los antecedentes. Sabemos que ambos estudios son de naturaleza y competencias distintas, pero ambos tienen un mismo objeto de estudio: la vegetación arbórea. Hager y Zanoni, con espectro más amplio de biodiversidad (abarca todos los tipos biológicos, no solo árboles como en el INF) pero, sin embargo, la clasificación de Hager y Zanoni coloca las especies arbóreas centro de su clasificación destacando las que son características de los diferentes tipos de bosques propuestos por ellos. Este debió ser un criterio a tomar en cuenta por el INF, así la información producida fuera más funcional y versátil.

Pero el supuesto de basarse en las especies trae consigo el conocimiento de las mismas y las destrezas de listarlas y tabularlas de manera correcta desde el campo; sobre todo si no se tomaron váuchers de muestra para depositarlos en un herbario reconocido. Como debe ser, porque si no se hace de esa manera no hay garantía de calidad del trabajo porque no se puede confirmar.

En la metodología del INF no se hace referencia a colecciones de muestras de los árboles inventariados ni a que fueron depositadas en ningún herbario del país ni de fuera. Y eso es una falta grave. Otro fallo fue listar los árboles por nombres comunes en los formularios de campo que luego no se explica cómo llegan a las especies contempladas en el informe final. Este dato a su vez compromete seriamente los datos de índice de diversidad del capítulo cinco del INF. Es lamentable que pasen estas cosas en un proyecto de tal envergadura y que el Estado dominicano, entiéndase el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, gestiones anterior y actual, no se comprometan con la calidad de un producto tan importante y de tanta trascendencia.

¿Por qué ocurren estas cosas? Bueno porque las instituciones financiadoras imponen su colonialismo tecnocrático y se supone que los técnicos dominicanos deben hacer un trabajo de manera altruista porque el gobierno les paga un sueldo, pero a los consultores extranjeros sí se les paga y muy bien. Entonces situaciones como ésas lo único que provocan es el levantamiento de rumores y mala fama para el proyecto. Es un asunto serio que debe ser trabajado con negociaciones serias y protocolos de ética adecuados.

Otro asunto que no estuvo bien manejado en torno al INF es la parte de recopilación y presentación del informe final. El informe preliminar fue presentado en 2018 con los datos de cobertura boscosa que fueron muy criticados en ese momento porque la comunidad científico-técnica los consideró abultados y no nos asombra por todos los rumores en torno al proyecto ya mencionados. Los resultados preliminares estuvieron permeados por el ambiente político preelectoral que no ayudó tampoco. Luego, cuando asumen las nuevas autoridades en 2020, los tan vilipendiados resultados de repente se convirtieron en buenos y válidos porque una cosa es con guitarra y otra con violín. Es normal que haya diferencias entre resultados preliminares y finales y sobre todo si el ajuste es de apenas un solo punto, como resultó ser en el caso del INF. Pero lo que debieron hacer las nuevas autoridades fue plantearse la revalidación de los resultados con un programa permanente de verificación y monitoreo de las parcelas establecidas geo-referenciadas para corregir todos los errores cometidos en la ejecución del INF y no adjudicarse los resultados antes criticados y ahora validados.

La ciencia no se puede remendar, pero se pueden falsar y verificar y rediseñar los métodos y técnicas para que el INF pueda dar resultados falsables y contrastables en el futuro no solo para el volumen, sino para saber cuánto y cómo crecen nuestras especies forestales y cómo contribuyen a fijar el CO₂.