¿Humanidad desechable?
Al ritmo que van las cosas, daría la impresión de que hay un plan en marcha para hacer de la humanidad un ente obsoleto, cediéndose el poder paulatinamente a máquinas cada vez más potentes y poderosas.
Las líneas anteriores podrían parecer sacadas de alguna historieta de ciencia ficción, género que se hizo muy popular en las décadas de 1950 a 1970, pero no es así: se trata de la realidad que estamos viviendo actualmente.
Todo empezó inocentemente. Una calculadora agilizaba cálculos matemáticos en la escuela y en el trabajo. Luego, una computadora facilitaba procesos a varios niveles, y a ella se le suman la internet y la infinidad de recursos allí disponibles.
En la medida en que la internet, y sobre todo la World Wide Web (www), se han desarrollado, recursos como las bibliotecas han quedado rezagados a un segundo o tercer plano, pues resulta mucho más fácil hacer una búsqueda de cualquier cosa en Google, donde los resultados son prácticamente inmediatos.
Donde quiera que miremos, alguna máquina habrá sustituido alguna función manual, llevándose consigo el sustento de alguien.
Habrá quienes que esto es progreso, y en efecto lo es, pero… ¿qué pasa cuando este progreso alera las cosas de una manera tan profunda que el mundo se hace irreconocible?
En cierto modo, la humanidad está apostando a su sustitución, y no es necesariamente culpa de la Internet o de las tecnologías que nos rodean, sino de la forma en que nos relacionamos con estos recursos.
Ahí está el caso de las redes sociales. La gente tiende a pasarse horas enganchada en el flujo infinito de posteos en TikTok, Instagram y demás. En YouTube y otras plataformas, el contenido light y sin sustancia triunfa sobre ofertas con mayor peso y que aportan algo de valor.
Luego tenemos el caso de la inteligencia artificial generativa, con sus chatGPT, Dall-E y demás recursos, herramientas de las que se abusa continuamente.
La gente de este tiempo prefiere no tener que pensar ni ocuparse de tareas complejas. Siempre será mejor que una máquina haga esas cosas, y es por eso que no nos debe sorprender el rumbo que llevan las cosas.
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