Gratis. Aun cuando el diccionario no la defina así, esta es una de las palabras más dulces en existencia, capaz de hacernos caer en ganchos de toda clase. 

Gratis son las redes sociales y muchas aplicaciones que bajamos a nuestros teléfonos, ¿pero en verdad son gratis? 

La triste realidad es que las redes sociales no son gratis. Pagamos por ellas con nuestra data, a la cual se le saca provecho groseramente, ya sea en la forma de anuncios dirigidos o de otros servicios diseñados para que nos resulten atractivos. 

Con las aplicaciones pasa algo parecido. Muchas de ellas toman nuestra data y la venden al mejor postor. Otras, las más descaradas, instalan malwares y virus en nuestros teléfonos, siempre con esa intención de robarnos los datos.  

Suele ocurrir que estas aplicaciones descaradas son de fabricantes desconocidos y, precisamente, enganchan a sus víctimas con ofertas muy atractivas. 

Algunas ofrecen servicios que usualmente implican cobros, otras prometen acceso gratuito a otros servicios (como Netflix, por ejemplo), a cambio de hacer login a través de Facebook u otra cuenta de uso popular.  

¿Qué se gana con este robo de nuestros datos? Muchas cosas. Por un lado, nuestra identidad queda en riesgo de ser explotada por terceros. Por el otro, hay todo un mercado de compra y venta de credenciales y datos personales que mueve muchos recursos. 

Es hora de aprender que nada es gratis. Todo tiene un precio, y nuestra data es a menudo ese costo que asumimos. Podrá parecer poca cosa, pero sin identidad no somos nada, y es por eso que el robo de identidad resulta tan atractivo.