Estamos rodeados por la desinformación
Diez años atrás, cuando los blogs iban perdiendo fuerza y las redes sociales establecían su dominio juntamente con la odiosa figura del influencer, se hablaba profusamente de como la Internet y estos recursos habían democratizado no solo el acceso a la información, sino quien o quienes las podían brindar.
Diez años atrás, y quizás un poco atrás en el tiempo, esta era la gran novedad. Bautizado en su momento como “periodismo ciudadano”, la idea de que cualquier persona en cualquier lugar pudiera aprovechar estos medios para documentar cualquier acontecimiento se vio como algo refrescante y empoderante.
Diez años después, sin embargo, las cosas son muy diferentes. Lo que empezó como algo orgánico y, quizás, bien intencionado, hoy se ha vuelto un relajo. Si antes se encontraba cierto valor en esos blogs, redes y medios independientes, hoy lo que encuentra es mucha espuma ocupando espacio.
Abundan en las redes de hoy los contenidos vacíos que nada aportan pero que se viralizan en un cruel reflejo de la mentalidad informal que impera en el mundo. Abundan también las llamadas fake news, un fenómeno que no es nuevo pero que parece estar fuera de control en la actualidad.
Las fake news no son más que desinformación o mala información, y se trata de un fenómeno quizás tan viejo como la noticia misma y el inicio de los periódicos cientos de años atrás.
Ocurre que ahora esas fake news tienen un alcance inusitado e insospechado gracias al carácter global e inmediatista de la Internet y sus recursos, y es por eso que el fenómeno no solo es que llama la atención, sino que mueve a preocupación.
En un mundo dominado por una incredulidad cada vez mayor hacia las autoridades, donde asuntos como bitcoin y criptoactivos logran imponerse sobre figuras más tradicionales y estructuradas, las fake news llevan todas las ganar por encima de las noticias veraces y cuidadosamente elaboradas.
Exacerba el fenómeno la afición de medios tradicionales, muchos de ellos bien posicionados, de hurgar en las redes en busca de noticias sensacionalistas que sacien el afán de likes y visibilidad.
Las fake news podrán parecer algo sin importancia para el lector que sabe discernir y que tiene la cabeza boen puesta para no caer en esos ganchos. Desafortunadamente, este no es un tema para tomarse a la ligera porque la desinformación puede tener consecuencias graves a más de un nive, desde la credibilidad hasta la salud y la sobrevivencia humana en el largo plazo.
La próxima vez que veas una “noticia” acéfala, sin fuente identificable y sin elementos que admitan una investigación ligeramente profunda, deséchala. Leerla y compartirla más para alante tan solo perpetúa la prevalencia de las fake news y el peligro que acecha con ellas.
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