El colapso de 23andMe y la herencia genética en el limbo

01-04-2025
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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Era cuestión de tiempo, y finalmente sucedió: 23andMe se declaró en bancarrota, dejando una interrogante inquietante sobre el destino de su activo más valioso: las bases de datos genéticas de sus usuarios.

Desde su fundación, la compañía prometió revolucionar la manera en que entendemos nuestra ascendencia y salud a través de pruebas de ADN accesibles. Y lo logró.

Más de 15 millones de personas enviaron su información genética con la esperanza de descubrir secretos familiares o anticipar posibles riesgos médicos. Pero ahora, con el futuro de la empresa en juego, esa misma información corre el riesgo de convertirse en una moneda de cambio en la venta de activos.

Si bien es cierto que datos genéticos pueden ser de gran utilidad para la investigación médica y el desarrollo de tratamientos innovadores, el problema radica en que su destino está fuera del control de quienes los proporcionaron.

¿Quién garantizará que estos registros no terminen en manos de aseguradoras o empleadores dispuestos a discriminar con base en la biología? ¿O que no sean utilizados en investigaciones sin el consentimiento de sus legítimos dueños?

El temor no es infundado. Casos previos han demostrado que la información genética puede convertirse en un arma de doble filo, utilizada con fines forenses, comerciales e incluso políticos. Lo que alguna vez fue presentado como una herramienta para el autoconocimiento ahora es un riesgo latente en términos de privacidad.

Ante este escenario, expertos en protección de datos recomiendan a los usuarios eliminar sus cuentas y exigir garantías de que su ADN no será parte de una subasta corporativa.

Pero incluso con esas medidas, el daño podría estar hecho: en un mundo donde la información es poder, el ADN es la última frontera de la identidad, y una vez que está fuera de nuestro control, recuperarlo es prácticamente imposible.

En paralelo, Anne Wojcicki, cofundadora de 23andMe, ha renunciado como CEO, con la posibilidad de recomprar la compañía. Si lo logra, el riesgo de que estos datos terminen en manos desconocidas podría disminuir, pero la crisis de confianza ya está instalada.

Este caso no solo evidencia la fragilidad de las empresas tecnológicas de alto crecimiento, sino que también deja en evidencia un problema más grande: la facilidad con la que entregamos información altamente sensible sin garantías claras de protección a largo plazo.

La caída de 23andMe es un recordatorio de que, en la era digital, nuestros datos -incluido nuestro código genético- son tanto un activo valioso como una vulnerabilidad.