El antepasado más antiguo del hombre caminaba erguido hace siete millones de años
Con siete millones de años de antigüedad, Sahelanthropus tchadensis es una especie a la que le persigue la polémica. Considerada por parte de la comunidad científica como el representante más antiguo de los humanos, estudios como el publicado en 2020 en la revista Journal of Human Evolution cuestionaban su humanidad, a partir de un análisis de un fémur parcial.
Cuando la Misión Paleoantropológica Franco-Chadiana, formada por el paleontólogo Michel Brunet, halló varios de sus restos en 2001 en el desierto de Djurab (Chad), región de África Central, se cuestionó también si esta especie tendría la capacidad de andar sobre las dos extremidades inferiores. La forma del cráneo de Toumaï, nombre con el que se apodó a este fósil, sugería una posición bípeda —en particular la orientación y la posición anterior del agujero occipital donde se inserta la columna vertebral—, pero no todos los investigadores concordaban con esta opinión.
“Las pruebas de los primeros restos encontrados de S. tchadensis eran, sobre todo, un cráneo, que presentaba una morfología claramente compatible con una posición erguida habitual. Por tanto, teníamos buenas razones para pensar que esta especie era bípeda. Sin embargo, algunos colegas no estaban de acuerdo con esta interpretación”, afirma a SINC Jean-Renaud Boisserie, paleontólogo y director de investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés), que colidera ahora un estudio sobre el fémur y dos cúbitos del antebrazo de S. tchadensis.
Esta nueva investigación, que publica la revista Nature, reabre el debate sobre las modalidades y la fecha de aparición del bipedismo, ya que el número de fósiles humanos tan antiguos es muy reducido.
“Los huesos de las extremidades son una fuente más directa sobre la locomoción de una especie fósil, y aportan ahora una confirmación de las pruebas encontradas en el cráneo, además de información más detallada sobre la locomoción completa de S. tchadensis”, explica el científico francés.
Hábiles para trepar en modo bípedo o cuadrúpedo
La adquisición del bipedismo se considera un paso decisivo en la evolución humana. La descripción de estos tres huesos de las extremidades del antepasado más lejano del hombre confirmaría el bipedismo habitual, pero no exclusivo. Se refuerza así la idea de que el bipedismo se adquirió muy pronto en nuestra historia, pero en una época todavía asociada con la capacidad de moverse con cuatro extremidades por los árboles.
“Nuestro trabajo, basado sobre todo en las pruebas de los dos cúbitos, indica que esta especie era probablemente bastante hábil para trepar, tanto en modo bípedo —bipedismo asistido—, como en modo cuadrúpedo. Esta última trepada arbórea era posible gracias a los firmes agarres de las manos, diferenciándose claramente de la de gorilas y chimpancés, que se apoyan en la parte posterior de sus falanges”, señala el experto.
De estos huesos se analizaron tanto de la morfología externa, como sus estructuras internas mediante microtomografía: mediciones biométricas, morfometría geométrica e indicadores biomecánicos. Estos datos se compararon con los de una muestra relativamente amplia de simios existentes y fósiles: chimpancés, gorilas, orangutanes, simios del Mioceno y miembros del grupo humano.
Los fósiles son sin duda de S. tchadensis, porque no se encontró ningún otro gran primate. Sin embargo, es imposible saber si pertenecen al mismo individuo que el cráneo de Toumaï.
Según indica Boisserie, “los restos craneales y dentales encontrados en el yacimiento TM 266 indican que se trata de al menos tres individuos diferentes fosilizados en esta localidad. Se hallaron un centenar de vertebrados diferentes documentados, pero la única especie de primate de gran tamaño encontrada en Toros-Ménalla fue S. tchadensis. Las evidencias de los diferentes especímenes pueden, con muy pocas dudas, generalizarse a toda la especie. Muestran claras adaptaciones a la bipedalidad fruto de la evolución, que van más allá de las simples variaciones entre individuos”.
Muchas incógnitas por resolver
El análisis de este material comenzó en 2004, nada más ser identificado. El fémur, en particular, fue presentado por Michel Brunet a varios especialistas internacionales para su asesoramiento y comparación. Esta investigación se ralentizó entonces considerablemente por diversas razones, entre ellas, la prioridad dada a la investigación de campo de otros restos postcraneales y otros trabajos, así como la dificultad de analizar este material fragmentario que requiere conocimientos complementarios.
“El estudio se intensificó en 2017, sin embargo, se necesitaron cinco años para completar todos los análisis requeridos, adquirir material de comparación adecuado y pasar las distintas etapas de un proceso de revisión especialmente estricto en la revista Nature, complicado en gran medida por la pandemia mundial”, enfatiza el investigador.
Por el momento, el estado de conservación de los huesos no permite definir la eficacia de la marcha de S. tchadensis en el suelo, especialmente en términos de velocidad. Los paleontólogos no pueden inferir si era capaz de trotar o correr. “Como este tipo de comportamiento apareció más recientemente en nuestra historia, es más prudente afirmar que no estaba presente en esta especie”, asevera.
Respecto a las relaciones entre los primeros homínidos conocidos (S. tchadensis, Orrorin y Ardipithecus) son difíciles de establecer dadas las pruebas conocidas actualmente. “No obstante, nuestros resultados son totalmente compatibles con la aparición de los Australopithecus posteriores, dentro del grupo de los primeros homínidos conocidos de más de 4,2 millones de años”, recalca Boisserie.
Lo que parece más claro con este estudio es que la locomoción bípeda fue muy temprana en la historia evolutiva, aunque se combinara con otros modos de moverse. «Este estudio no aborda la cuestión de si S. tchadensis es un homínido o no. Proporciona información sobre su comportamiento locomotor, independientemente de sus afinidades. Para nosotros, las características craneales y dentales son suficientes para atribuir esta especie a nuestro linaje. Muchos colegas pueden pensar que el bipedalismo es una prueba contundente para atribuirlo al grupo humano. Sin embargo, debemos tener cuidado, porque un día podemos descubrir especies humanas anteriores que no muestren bipedismo», concluye el científico.
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