En República Dominicana las propuestas de modernización suelen contrastar de manera abrupta con la realidad nacional.

Mientras se plantea aprovechar a Pedernales como plataforma para el turismo espacial, también se habla de taxis voladores como alternativa al tránsito urbano.

La visión futurista convive, sin mediaciones, con una cotidianidad marcada por deficiencias estructurales.

Los problemas pendientes son evidentes: un sistema eléctrico que no logra estabilidad, una educación en deterioro sostenido, una gestión deficiente de residuos, un medioambiente desprotegido y, sobre todo, una crisis de movilidad que reduce la productividad y degrada la calidad de vida. Frente a ese panorama, pensar en drones de transporte de pasajeros puede percibirse menos como innovación y más como evasión.

La propuesta fue presentada a inicios de 2025 por Williams Pérez Figuereo, presidente de la CNTU, con respaldo financiero de Karim Abu Naba’a. Se habló entonces de una flotilla de taxis voladores eléctricos que tendría como base el Corredor Núñez de Cáceres.

La iniciativa captó la atención, pero las limitaciones son evidentes. Desde la maraña de cables aéreos que caracteriza la infraestructura urbana hasta la ausencia de un marco legal que regule la operación de aeronaves de este tipo.

El propio inversionista reconoció meses atrás que su proyecto de servicio turístico quedó en suspenso por falta de regulación. De hecho, solo recientemente el Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC) anunció que trabaja en normas y certificaciones junto a fabricantes internacionales, un proceso que tomará tiempo.

La modernización tecnológica es necesaria y, en algún momento, el país deberá adoptar soluciones aéreas de transporte.

Sin embargo, la prioridad parece estar en otro lugar: garantizar el cumplimiento de las leyes de tránsito, ordenar la movilidad urbana y desarrollar sistemas masivos de transporte eficientes. Incorporar drones sin resolver lo elemental no solo sería imprudente, sino que podría agravar los problemas existentes.