Cuando la tecnología incomoda
Como sociedad, estamos más avanzados que nunca: miles de procesos han sido automatizados, las facilidades online nos ahorran tiempo, podemos trabajar tranquilamente desde casa, y hasta la medicina adquiere modalidades remotas para casos especiales.
Robótica, inteligencia artificial, redes 5G y vehículos eléctricos forman parte del conjunto de tecnologías que hacen posible la sociedad avanzada de hoy, la cual apuesta a la sostenibilidad y la armonía en el largo plazo.
Con todo automatizado y con una capa de inteligencia que 20 ó 30 años atrás era impensable, ¿qué puede salir mal?
La respuesta: muchas cosas.
Dependemos de la tecnología a niveles nunca vistos, y eso puede ser un problema cuando tenemos hackers rondando cada innovación que sale, siempre buscando su punto débil para atacar.
Se han hecho demostraciones de la fragilidad inherente de toda esta tecnología que nos rodea, pero la mayoría de la gente, incluyendo los propios proponentes de esos avances, prefieren mirar para el otro lado y solo resaltar las bondades.
En el mundo hiperconectado de hoy, dependiente a más no poder de recursos online y de conexiones wi-fi, bastaría con un boicot a nivel de servidores o de infraestructura de telecomunicaciones para que haya problemas serios.
Por muy remoto que parezca este escenario, se trata de una posibilidad real, y la misma ha sido traída a colación en varias ocasiones a propósito del actual conflicto entre Rusia y Ucrania.
Ahora bien, no hay que irse tan profundo para ver instancias en que la tecnología no solo incomoda, sino que entorpece y enfurece.
Para nadie es secreto que la tecnología ha ido desplazando a los humanos de ciertos trabajos, prefiriéndose contar con máquinas para la expedición de tiques de parqueo, boletos aéreos y hasta para dar información.
¿Qué pasa cuando estas máquinas fallan? Ya lo hemos visto: incomodidad, frustración, pérdida de tiempo y otras reacciones que varían según las circunstancias de cada cual.
El servicio al cliente está cada vez más deficiente en muchas instancias, y la culpa la tiene la cada vez mayor dependencia sobre chatbots y otros sistemas robotizados que no entienden absolutamente acerca de las emociones humanas y que mucho menos ofrecen empatía.
¿Hasta dónde llegaremos? No es casual que la gente luce cada vez más separada y desconectada del mundo.
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