Blue Origin y la oportunidad perdida de un verdadero mensaje

20-04-2025
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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La reciente misión de Blue Origin, que llevó a seis mujeres al borde del espacio, fue anunciada como un hito simbólico: el primer vuelo tripulado exclusivamente por mujeres desde la misión Vostok 6 en 1963, protagonizada por la cosmonauta Valentina Tereshkova. Sin embargo, más allá del espectáculo mediático, surgen preguntas fundamentales sobre el verdadero alcance y significado de este evento.

Históricamente, figuras como Tereshkova y Sally Ride no solo desafiaron los límites físicos del espacio, sino también los sociales, abriendo camino a la participación femenina en un campo predominantemente masculino. La hazaña de Tereshkova, quien orbitó la Tierra 48 veces durante 71 horas, no solo fue técnica, sino profundamente simbólica. Por contraste, el reciente vuelo de Blue Origin parece más una puesta en escena que una contribución sustantiva al progreso espacial o a la equidad de género.

Uno de los principales cuestionamientos proviene de la composición de la tripulación. Con figuras como la cantante Katy Perry y Lauren Sánchez –prometida de Jeff Bezos, fundador de la empresa–, la misión parece haber priorizado el impacto mediático sobre la representación significativa. La presencia de celebridades, y no de científicas, ingenieras o estudiantes destacadas en áreas STEM, debilita el supuesto mensaje de inspiración para las nuevas generaciones.

Desde el punto de vista ambiental, la narrativa de sostenibilidad que Blue Origin intenta sostener también es objeto de escrutinio. Si bien la empresa afirma que sus lanzamientos son relativamente limpios, con vapor de agua como principal residuo, expertos han cuestionado estas afirmaciones. Las emisiones y el consumo energético asociados a este tipo de vuelos no son triviales y, en todo caso, resultan difíciles de justificar cuando el objetivo no es científico, sino recreativo.

A esto se suma el carácter profundamente elitista del turismo espacial. El costo estimado de un boleto –alrededor de 150,000 dólares– lo convierte en una experiencia accesible solo para un segmento ínfimo de la población mundial. En lugar de democratizar el acceso al espacio, estas misiones refuerzan las desigualdades ya existentes, disfrazando de progreso lo que en esencia es un lujo reservado para los más privilegiados.

La misión fue presentada como una iniciativa para promover la participación femenina en carreras científicas y tecnológicas. Sin embargo, los resultados han sido diametralmente opuestos. Las críticas han superado con creces los elogios, y no sin razón. Las referencias a trajes espaciales “sexys”, los gestos sobreactuados durante el vuelo y las declaraciones vacías han contribuido más al espectáculo que a la inspiración.

En última instancia, Blue Origin desperdició la oportunidad de liderar una conversación seria sobre inclusión, ciencia y futuro. La empresa tenía los recursos y la visibilidad para hacer algo verdaderamente transformador. En lugar de ello, optó por una narrativa superficial que, lejos de sumar, ha profundizado el escepticismo frente a las promesas del turismo espacial.