¿Aprenderemos, finalmente, a no depender tanto de la tecnología?
Se viene advirtiendo desde hace años: depender de tanta tecnología no es bueno, sobre todo cuando esta es vulnerable y propensa a fallos, sean estos técnicos, humanos o provocados con intenciones maliciosas por terceros.
El tema es viejo y se viene diciendo con una frecuencia que aumenta en la medida en que incidentes críticos ponen en evidencia la vulnerabilidad y delicadeza del sistema digital e interconectado que hemos ido creando a lo largo de las décadas.
La primera vez que el temor se apoderó de expertos, gobiernos y consumidores finales a partes casi iguales que en 1999, cuando el prospecto de la llegada del año 2000 suponía una catástrofe épica debido a que la representación del año solo con los últimos dos dígitos implicaba pasar repentinamente de 99 a 00.
El año 2000 llegó y, para respiro colectivo de la humanidad, el llamado Y2K fue más susto y preocupación que otra cosa: en la práctica hubo muy pocos incidentes por esta causa, quizás porque se tomó en serio la amenaza latente.
Es posible que esta evasión exitosa de un problema complejo y potencialmente catastrófico nos haya llevado a relajarnos como humanidad ante los riesgos de la dependencia cada vez mayor de la tecnología, y es así como llegamos al histórico apagón tecnológico que tuvo lugar el pasado viernes 19 de julio, con consecuencias que aún se siguen sintiendo.
Ese día, sin que nadie lo estuviera esperando, se dio el escenario muchas veces advertido de que el mundo prácticamente se paralizó debido a un fallo tecnológico, con impacto sobre vuelos, servicios hospitalarios, ventas, entregas de paquetes y demás.
Inicialmente se asumió era un problema de Microsoft, pues la primera señal de que algo andaba mal es que millones de computadoras presentaron la temida pantalla azul de la muerte.
No pasó mucho tiempo para saberse que la causa del caos fue una actualización defectuosa de CrowdStrike que, básicamente, mató a 8.5 millones de computadoras Windows.
4 días después de este apagón tecnológico se reportaban vuelos suspendidos o retrasados por esta causa. También, 4 días después del desastre, no se sabe el costo del incidente, estimándose por encima de los mil millones de dólares.
A nivel individual, abundan las historias de pasajeros varados en aeropuertos, de gente que no ha podido volver a trabajar, impactando directamente sus finanzas personales, y de personal informático que no ha tenido descanso en varios días.
Lo de CrowdStrike, firma de ciberseguridad que hasta ahora no era de conocimiento masivo, es tan solo una muestra de los peligros de depender de tanta tecnología sin siquiera contemplar alternativas manuales.
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