Amazon en RD: la ilusión que nunca fue

09-09-2025
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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Días atrás, un funcionario del Gobierno soltó una noticia que corrió como pólvora: Amazon abriría un centro de distribución en República Dominicana.

No había que decir más para que la imaginación colectiva hiciera el resto. Las redes sociales estallaron con interpretaciones y rumores: que tendríamos entregas directas, que los couriers pasarían a ser cosa del pasado y que, finalmente, los precios bajarían gracias a la presencia del gigante en el país.

La fiebre llegó a tal nivel que hasta el Presidente se montó en la ola y habló del tema en su encuentro semanal con la prensa. Con esa declaración, lo que era ya una bola de nieve terminó por convertirse en avalancha.

El primer vuelo de Amazon Prime Air, pautado inicialmente para el 2 de septiembre y que finalmente aterrizó el día 3, fue esperado como si fuese acto histórico… y entonces llegó el golpe de realidad.

Amazon no abrirá oficinas aquí, no planea montar un hub regional ni piensa ofrecer entregas puerta a puerta. Lo único que ocurrió fue la apertura de la ruta de carga Miami – Santo Domingo, un movimiento logístico rutinario dentro de su red global.

Nada más. Ni entregas más baratas, ni el adiós a los couriers, ni la revolución que se nos vendió.

Lo preocupante de este caso es lo que revela sobre la forma en que comunicamos y consumimos información en este país. Las autoridades pecan de grandilocuencia: venden cualquier paso mínimo como si fuera un cambio de época, y nosotros, como ciudadanos, solemos comprar ese discurso sin verificar demasiado, hasta que la realidad nos golpea en la cara.

Al final, lo que pudo ser recibido como un paso positivo –una nueva ruta de carga internacional que fortalece la conexión logística del país– terminó convertido en decepción y enojo, todo por no comunicarse las cosas con precisión y por inflar expectativas que nunca tuvieron sustento.

Este episodio con Amazon es un espejo incómodo. Nos muestra, por un lado, la ansiedad de un país que sueña con ser parte de la modernidad global; por otro, la ligereza con que desde el poder se manipula esa ilusión para obtener titulares fáciles.

Lo que se vendió como hito no pasó de ser un vuelo más. Y lo que pudo celebrarse como avance se convirtió en otro “real dorito” de la política local.