Turismo y pandemia
Con acertada metáfora poética alguien se ha referido al turismo como la industria sin chimenea.
Tal analogía lleva implícita una connotación económica.
Cada año millones de viajeros son transportados por aire, mar o por tierra con el objetivo de conocer, contemplar y disfrutar los ambientes de playas, bellezas naturales de montañas y valles, sitios con edificaciones o ruinas históricas, así como participar en eventos deportivos y celebraciones religiosas en distintas partes del mundo.
Para los países huéspedes ese flujo de turistas genera un importante mercado de consumidores que incide directamente en algo que la macroeconomía denomina producto interno bruto, abreviado como PBI, el cual se define como la sumatoria total de los precios de bienes y servicios acumulados en un período determinado en una nación o región.
En el área del mar Caribe mucha gente vive a expensa de los beneficios derivados de las divisas que se extraen de los negocios relacionados con los visitantes.
Si un experto financiero hablara frente a un grupo de médicos dominicanos especialistas en alteraciones de los huesos, mejor conocidos como ortopedas, probablemente les diría que quienes nos visitan en viaje de placer conforman parte de la columna vertebral de la economía en término de los ingresos anuales.
Si en lugar de ortopedas se hablara con neurólogos se les diría que la economía vendría siendo el sistema nervioso del cuerpo de la república por lo que una detención del quehacer productivo engendraría una parálisis motora comparable a una poliomielitis.
Afortunadamente para esta última enfermedad otrora temible y devastadora, ahora ya es asunto del pasado gracias al desarrollo de una vacuna efectiva, la cual se administra en la infancia previniendo de por vida la afección.
Dejando a un lado el fascinante mundo de las metáforas, terreno sagrado del arte poético, entraremos en el árido terreno minado con erizos, insectos ponzoñosos y aves de rapiña que es la política, ciencia y arte a la vez, interpretada por nuestro patricio Juan Pablo Duarte como: “la ciencia más pura y más digna, después de la filosofía, de ocupar las mentes nobles”.
En la década de los ochenta del pasado siglo XX le escuché repetir en múltiples ocasiones al profesor Juan Bosch estas expresiones: “La actividad que más influye en la política es la economía. Si la economía marcha bien, marcha bien la política, pero si marcha mal, marcha mal la política”.
En la segunda semana de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud calificó de pandemia el brote epidémico de covid-19 que inició su expansión desde finales de 2019, en Wuhan, capital de la provincia china de Hubei.
Como medida urgente de primera línea de respuesta se decretó una cuarentena total, la cual incidió directa y negativamente en la vida económica mundial. Para la República Popular China con una economía estatal centralizada y unos servicios de salud estatales el éxito de la cuarentena se reflejó en contención del contagio y reducción de la mortalidad.
Distinta ha sido la suerte corrida por Europa, Estados Unidos y muchos otros países en los que la contradicciones dentro de los sectores privados de la economía y el debilitamiento de muchos servicios públicos redujeron la eficacia de la cuarentena.
La República Dominicana tuvo un balance negativo en los ingresos provenientes de la industria turística en el año 2020. La vacunación masiva contribuirá a ponerle coto a la pandemia y por ende ayudará a rehabilitar nuestra debilitada economía.
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