Política: medicina a gran escala
El 13 de octubre de 1821 se registra la fecha de nacimiento del médico alemán Rudolf Virchow, considerado entre sus contemporáneos como el papá de la medicina. Entre los patólogos, Virchow es catalogado como el padre de la patología moderna.
Fue idea suya el concepto racional de que, si cada persona simboliza un organismo, el cual a su vez está compuesto por órganos constituidos por tejidos cuyas unidades estructurales son las células, se podía derivar que las alteraciones estructurales y funcionales de las enfermedades debían estar presentes en el entramado celular.
A doscientos años de su advenimiento y echando una mirada hacia el pasado notamos que este hombre de ciencia fue antropólogo, historiador, biólogo, escritor, editor y político.
A este genio del siglo XIX debemos los siguientes aforismos: “La medicina es una ciencia social”, “Los galenos son los abogados naturales de los pobres”, “La política es la aplicación de la medicina a gran escala”.
En una ocasión analizaba Juan Bosch las consecuencias inmediatas de una decisión errónea en el quehacer profesional de un médico, un arquitecto y de un político.
Explicaba don Juan que un mal accionar de un discípulo de Hipócrates pudiera costarle la vida a un paciente; una mala construcción de un edificio podría resultar en su colapso que causara decenas de víctimas, sin embargo, un error político de un jefe de Estado puede afectar a millones de personas.
Hace cien años vino al mundo en Lituania el doctor Bernard Lown quien emigró a los Estados Unidos a la edad de 14 años. El doctor Lown fue el inventor del desfibrilador para reanimación cardíaca, aparato que no quiso patentar, a fin de que en un futuro estuviese disponible a todos por igual, sin ningún tipo de restricción.
En un artículo que publica el jueves 22 de julio de 2021 la prestigiosa revista científica The New England Journal of Medicine, firmado por los doctores Salvatore Mangione y Mark L. Tykocinski, titulado “Virchow a los 200 años y Lown a los 100 años. Médicos como Activistas”, ellos enfatizan el carácter mundial de transmisión de la covid-19 y que por ende la participación y solución debe ser global. Para lograr tan noble propósito ven la necesidad de traspasar fronteras y crear una sociedad de cooperación global.
Acotan las inmortales expresiones de Martin Luther King Junior: “Debemos aprender a convivir como hermanos, o perecer juntos como tontos”, “La última dimensión de un hombre no es la que exhibe en momentos de comodidad y de conveniencia, sino la que asume en tiempos de reto y de controversia”.
Refieren que Dante Alighieri, quien cumplirá 700 años de fallecido en septiembre, señaló a los indiferentes como los peores observadores integrantes del Ante-infierno, quienes al negarse a participar activamente en la lucha por el bien común se consideran “idiotas”.
Concluyen Mangione y Tykocinski que la indiferencia ante la actual pandemia es sinónimo de complicidad. Llaman a todos a convertirnos en miembros activos por la salud.
A quienes les ha tocado dirigir el Estado en estos difíciles tiempos de crisis sanitaria deben entender que con sus decisiones políticas están aplicando una terapia medicamentosa a ser ingerida por la población en conjunto.
No todos tenemos igual capacidad de tolerancia para los remedios que nos administran.
Pudieran sobrevenir consecuencias fatales para millones de personas si antes no se toman en cuenta los grupos con distintos riesgos y vulnerabilidades sociales y financieras.
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