Incertidumbre general
Apelo a mi íntima aliada favorita, que es la memoria, para desenterrar aquella temprana tarde del 31 de mayo de 1961.
Desde un apartado rincón campestre de la provincia de Puerto Plata, mientras sintonizaba La Voz Dominicana, oía interrumpirse la programación habitual para solemnemente anunciar la muerte del generalísimo Rafael Trujillo Molina.
Un tío paterno se levantaba de su silla para exclamar: “Ahora sí que se acabó este país”. A seguidas mi padre le ripostó: ¡Qué bueno, ya salimos del tirano asesino! La abuela paterna dijo a todos: “Cállense, aquí nadie sabe lo que va a suceder en lo adelante”. Fue la primera vez que mi alma adolescente experimentaba una desagradable sensación de inseguridad hacia el futuro.
La segunda ocasión en que el virus del miedo colectivo también sacudió mi cuerpo ocurrió el 25 de septiembre de 1963. El despliegue de fuerzas militares por toda la ciudad capital era el indicador de que se había perpetrado un cruento golpe de Estado contra el primer Gobierno democrático posterior a la dictadura, emanado libremente de las urnas.
Para ese entonces me desempeñaba como estudiante de medicina residente en el hospital Doctor Francisco Moscoso Puello.
La tercera es la vencida, así reza el argot popular. Este último momento de incertidumbre lo viví a principios de marzo de 2020.
La Organización Mundial de la Salud declara una pandemia a causa del coronavirus. Estaba plenamente convencido de que nuestra nación, al igual que la mayoría de países de ambos hemisferios, no contaba con la infraestructura sanitaria para enfrentar exitosamente en lo inmediato la catástrofe que tanto dolor y luto venía repartiendo por todos los continentes.
Sí territorios tan inmensos como Los Estados Unidos de América, Brasil en Suramérica, y la India en el continente asiático, contabilizan por encima del millón de fallecidos, así como decenas de millones de enfermos, ¿Qué podemos nosotros los pequeños esperar?
Por más optimismo que inyectemos al sistema límbico del colectivo, la cruel y triste realidad muestra un Estado endeudado, en fiera lucha por rescatar su mal herida economía, aunque entretenido en el teatro del ayer, agobiado por la inseguridad ciudadana, sumado a oscuros nubarrones de sectores sociales, renuentes a cerrar fila en la lucha sanitaria para ponerle freno a la covid-19.
Habiendo tenido la dicha de ser testigo viviente de tres generaciones dominicanas, llegaré convencido hasta el final, de que más temprano que tarde el pueblo dominicano vencerá estos serios obstáculos transitorios interpuestos en su camino histórico.
¡Por una mejor nación, venceremos la incertidumbre!
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