Partido de gobierno y partido de oposición
Por 20 años, el PLD estuvo dedicado a gobernar. Demostró que sus dirigentes se habían preparado para ser servidores públicos eficientes. El PLD trajo bienestar, fortaleza institucional, más democracia y prosperidad a las empresas. El PLD fue un formidable partido de gobierno; dispone de la mayor cantidad de hombres y mujeres con experiencia y destrezas técnicas y de gobierno.
Sin embargo, como ocurre en los partidos mientras gobiernan, el PLD padeció de hiperplasia en su membresía, frecuentes episodios de ingobernabilidad, ausencia de militancia social (salvo maestros, médicos, enfermeras, agrónomos, ingenieros y abogados) y pérdida de autosotenibilidad financiera.
En 2020, 24 años después de la mítica victoria de 1996, el PLD volvió a ser oposición.
La inteligencia política aconseja al PLD a adaptarse a su nueva realidad, a su nueva condición, porque perder unas elecciones no convierte automáticamente a un partido de gobierno en partido opositor. Todos saben que no ha sido fácil.
Probablemente, luego de deserciones, migraciones y evaluaciones por desempeño, previsibles en toda transición, el PLD ha ido adquiriendo el tamaño adecuado para ser gobernable, se le presenta la oportunidad de recobrar una articulación territorial eficiente, de recuperar soberanía y autosuficiencia financiera y de construir e instalar un relato único.
En esa tarea de construcción de un PLD opositor, resulta esencial asumir la cultura de bajo costo, de la armonía y complementariedad intergeneracional; conservar el saber y la memoria de un partido con 51 años de historia; mitigar y remediar el impacto de la privatización de la política a través de la formación política y planes de trabajo medibles; desarrollar capacidades y articulaciones municipales y provinciales y promover la microfinanza militante.
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