Mundo cíclico

25-06-2025
Salud
Ojalá, República Dominicana
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En su movimiento anual alrededor del Sol, nuestro planeta describe una elipse. Cuando más se acerca al astro, vivimos el verano; cuando se aleja, el invierno.

La rotación sobre su eje nos regala el eterno baile entre el día y la noche. La vida, en toda su expresión animal y vegetal, se rinde ante estos ritmos cósmicos. Para los amantes de la naturaleza, pocas emociones igualan la contemplación de un amanecer o un atardecer.

Las aves y las flores conquistan nuestros sentidos, mientras las abejas —y el Homo sapiens— entendemos que es hora de libar néctar o enfrentar la cotidianidad laboral.

El espacio y el tiempo han moldeado la organización de los pueblos.

La evolución social ha trazado etapas —esclavitud, feudalismo, capitalismo—, cada una con su ciclo de auge y caída. Imperios como el romano, el español, el británico o el napoleónico nacieron, florecieron y perecieron. Ninguno logró la eternidad.

Filósofos y poetas lo supieron: «Todo fluye, nada permanece», sentenció Heráclito. Antonio Machado, con melancolía, lo versificó: «Poeta ayer, / hoy triste y pobre filósofo trasnochado, / tengo en monedas de cobre / el oro de ayer cambiado».

Hoy, la guerra resurge en Europa y Medio Oriente; Haití se hunde en la violencia y la inestabilidad; y la amenaza de deportaciones masivas desde Estados Unidos hacia República Dominicana se cierne como una sombra.

Este cóctel amargo se sirve en plena temporada ciclónica, con huracanes cada vez más feroces. A esto se suma el lastre de una deuda externa con intereses asfixiantes.

El tiempo de las «vacas gordas» —si es que alguna vez existió— se agota. Lo que viene no es dulce ni color de rosa. Ignorar estas señales podría costarnos caro como nación.

Un llamado a la lucidez

«Que el amor no nos nuble el conocimiento». El viejo refrán «más vale prevenir que lamentar» nunca fue tan pertinente. Ante el riesgo de un conflicto global de proporciones incalculables, el gobierno debe adoptar una visión realista. Preparémonos para lo peor, sin dejar de esperar lo mejor.

La crisis haitiana es tangible. Las deportaciones desde Estados Unidos no son un fantasma. Las guerras distantes no son titulares efímeros. Son realidades ásperas que exigen acción inteligente.

Como caribeños, conocemos bien las tormentas tropicales; las crisis globales, aunque cíclicas, también pueden navegarse. Aprendamos a surfear sus olas con equilibrio y responsabilidad.