Metanol: bebida mortal
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Se atribuye a Nicolás Avellaneda la siguiente expresión: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus errores”. Mi abuela paterna solía repetir el gastado refrán: “Los tropezones hacen levantar los pies”.
Nótese que digo gastado y lo hago pensando en Julio Iglesias, madrileño artista del canto quien declama: “Tropecé de nuevo y con la misma piedra/ en cuestión de amores nunca aprenderé/Yo que había jurado no jugar con ella/ Tropecé de nuevo y con el mismo pie”.
En el mes de diciembre de 2017 hubo un grupo de 40 personas que de forma simultánea resultaron intoxicadas tras la ingestión del ron casero denominado clerén; de ellas, 17 fallecieron a consecuencia de dicha variante de alcohol.
Tan grave episodio me movió a escribir el dos de enero de 2018 un artículo en este diario, el cual titulé: “De gallos y clerén”. Durante el asueto de semana santa 2021 el Ministerio de Salud Pública reporta un total de 90 intoxicados con 21 fallecimientos, mayormente en la capital, seguido por Bonao, Santiago y Puerto Plata.
La historia es casi la misma de siempre, personas humildes de los empobrecidos y marginados sectores barriales que se surten de bebidas alcohólicas de bajo costo para animarse en los largos días feriados. Ignorancia, poca educación, escasos recursos financieros son los comunes denominadores en las víctimas.
El metanol, al igual que el etanol, su contraparte mucho menos tóxico, es metabolizado por el hígado, la gran fábrica orgánica del cuerpo humano.
Se diferencia del alcohol presente en los rones de fabricación legal, el vino, brandy, vodka, wiski, coñac y cerveza, en que en todos estos últimos el etanol se transforma en vinagre y luego en agua y anhídrido carbónico.
De su parte, el metanol es convertido en formol en un primer paso intermedio, obteniéndose como producto final el venenoso ácido fórmico.
Las víctimas de la embriaguez metílica muestran depresión cerebral acompañada por debilidad general, visión borrosa, ceguera, náuseas, vómitos, dificultad respiratoria, estupor, delirio, convulsiones y coma profundo. Los síntomas pueden manifestarse a los pocos minutos, horas o días después de la ingesta, dependiendo de la cantidad y el ritmo que se haya seguido.
La alta mortalidad se debe a la fuerte y sostenida acidosis metabólica que se genera a partir del hígado por lo que uno de los objetivos del tratamiento consiste en retardar la acción hepática enzimática para reducir la generación del ácido fórmico, en tanto se dializa a la persona intoxicada para remover el alcohol venenoso. El soporte clínico en cuidados intensivos es asunto de vida o muerte.
Partiendo del concepto general de que los accidentes son evitables en cerca de un 90% de los casos, digamos que la prevención es tema sanitario obligatorio. Debe educarse a la población en el sentido de no incurrir en la práctica de comprar bebidas alcohólicas que no estén debidamente registradas oficialmente y certificadas para consumo humano, o cuando estos productos sean de dudosa procedencia.
Debe ser una campaña perenne con un mayor énfasis durante los periodos festivos. Las casas licoreras pueden ayudar en estas campañas poniendo en el mercado sus productos a precios razonables y al alcance de los potenciales clientes, a fin de que estos no se vean compelidos a acudir a la fatal competencia que los lleve a escoger el veneno en lugar del producto legítimo apto para su consumo sin riesgo de perder la vida.
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