Virus
La historia está llena de padecimientos colectivos de la salud. Poco se sabe de las enfermedades en las hordas humanas que se desplazaban por montes y llanuras en procura de alimentos y de sobrevivir al clima y al ambiente hostil.
Pero las epidemias aparecieron tan pronto el hombre se congregó en comunidades más amplias, establecidas en lugares fijos y que coincide con la emergencia de la agricultura. De allí empiezan a desarrollarse intensos lazos sociales y laborales, así como un mayor crecimiento poblacional. Las condiciones para el solaz de los virus habían nacido.
Son las ciudades, antiguas y modernas, los lugares perfectos para el constante esfuerzo viral por lograr adaptaciones funcionales. Los virus son parásitos que necesitan de células para reproducirse. A mayor cantidad y cercanía de personas, más susceptibles de ser colonizados por virus habrá.
Abundantes y variados son, manifiestos en enfermedades como la varicela, viruela, polio, ébola, SARS, SARS CoV2, influenza, VIH, en fin. Su ductilidad es tal que sus mutaciones son constantes y mayores, cuanto mayor es su éxito colonizador y las terapias para su manejo.
Vienen a mi memoria escenas de aquella película de Dustin Hoffman y René Russo, Estallido, sobre la crisis del Ébola: la cadena de contactos y su control, identificación del agente y su origen, las medidas restrictivas, tratamientos y aislamiento de poblaciones y pánico por doquier.
No hay juego posible frente a los virus. Equilibrar la apertura económica y social con la situación sanitaria es un imperativo. El ejemplo de Chile con tasa de vacunación mayor a la nuestra, sugiere la necesidad de ser prudentes en generar un desbalance entre sanidad y apertura, que favorezca el contagio y consecuentemente la presión sobre los hospitales y el personal sanitario ya cansado.
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