Política, redes y ciudadanía
Hace tiempo que la relación entre el ciudadano y la política vive una auténtica fragmentación. El ejercicio de la misma se ha venido desnaturalizando de tal manera que parecería no ciencia y arte, como siempre debió ser, sino el oficio de oportunistas, cínicos y pandilleros, mercenarios y tránsfugas, ladrones y chantajistas o toda suerte de ignorante o bocón.
Desde Platón y los clásicos, Maquiavelo, Martí, Duarte y Bosch, el sentido y valor de la política era trascendente.
Y más en los casos de Duarte, Martí y Bosch, verdaderos apostolados de una carga pedagógica y de servicios inconmensurables.
La puesta en escena de las nuevas tecnologías de la comunicación ha devenido en un tsunami tal, que ha movido los cimientos mismos de la economía, lo social y la política. Nada esta seguro. La incertidumbre campea, hoy acicateada por la pandemia del Covid 19.
Las redes sociales, campo de acción de los ciudadanos a plena libertad, fundadas en plataformas informáticas poderosas y dispositivos inteligentes individuales, ejercen un dominio extraordinario de la información de que dispone la colectividad.
Ya son el campo de batalla principal de la política, con participación social extraordinaria. Han contribuido a la redistribución del poder de la información, antes centrado y controlado en los medios impresos.
Pero si bien han contribuido a la democratización de la información, también se han erigido en albañal de lo peor de los intereses políticos, sociales y económicos, en fuente perversa de desinformación y de destrucción de reputaciones.
La guerra política y económica pasa por las redes sociales a velocidad de misiles, planteando a los partidos políticos y a los gobiernos un desafío muy potente para el cumplimiento de su misión, que claramente le compele a hacer reingenierías de sus recursos humanos, la planificación y su accionar.
Ahora bien, es cierto que la separación entre la política, los partidos y la ciudadanía tiene fuertes antecedentes en las prácticas del pasado.
Los ciudadanos se cansaron de ser desatendidos en sus derechos, afectados por las desigualdades apañadas por la política en connivencia con los beneficiarios auténticos de un estado de desigualdad social insoportable y un Estado con grandes lastres de ineficiencia.
Las redes están llamadas a precipitar cambios importantes en el Estado, los partidos y el liderazgo nacional y local, todavía más profundos de los que estamos observando hoy.
Para tener éxito, en esta situación de cambios, los diferentes liderazgos y conductores de estos procesos actuales deberán están dotados de capacidades, inteligencia, previsión y planificación estratégica.
Todo ello para aprovechar y construir un nuevo ecosistema económico, social y político a futuro, acorde con los intereses ciudadanos, que reduzca las desigualdades, aumente las oportunidades para todos y aleje el odio y el sectarismo grosero de la vida pública.
Es necesaria la reconciliación de la política con la ciudadanía en base al servicio.
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