Padre Luis Rosario
Lo conocí en Villa Juana cuando llegó para hacer la filosofía en el seminario.
Los salesianos de esa época nunca olvidaremos su ejecución limpia y serena del órgano.
Era apacible y noble, nunca lo vimos haciendo trampas en la cancha.
Pocos saben que Luís tenía una formidable formación académica que aplicaba a dos de sus mejores dones: sabía escuchar y luego aconsejar y edificar sin juzgar.
Don Bosco decía:»me basta que sean jóvenes para amarles». Luís puso esa mística en práctica en su misión y vida cotidiana.
Su labor en la Pastoral Juvenil ayudó a que miles de jóvenes encontraran sentido a sus vidas.
Dormía en el suelo, era frugal al comer, usaba «poloché» sencillo, recorría a pie cada Semana Santa todas las parroquias. Su pasión era amar y comprender a la juventud.
Conocía los destacamentos de los barrios, porque salía de noche a sacar jóvenes detenidos en las redadas.
Usted podía estar o no de acuerdo con Luís en algunos aspectos; aún así, hay que reconocer que fue un ser de bien y de luz.
Querido Luís: fuiste un pastor que cada día te perfumabas con el olor de esas ovejas jóvenes, pobres y excluidas por la sociedad.
Misión terrenal cumplida, los canillitas, los huelecemento, los limpiavidrios y limpiabotas te despiden con lágrimas cristalizadas a fuerza de cariño.
Sube alegre a jugar fútbol con Ángeles descalzos.
Gracias Luís por dejarnos tu ternura y esa eterna sonrisa.
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