¡Las dunas de Baní, otra vez!
La fuerza del agua es una de las más aterradoras de la naturaleza. Solo recordemos los furgones arrastrados por el diluvio que hace poco dejó nueve muertos a la capital. Esa fuerza de los ríos que desembocan en la costa este, entre Santo Domingo y Baní, es la que ha arrastrado los millones de toneladas de arena que han formado estas dunas a través de millones de años desde el techo de la Cordillera Central, donde nacen, sobre todo el Nizao, el más caudaloso y uno de los más largos.
Las dunas se acumularon en su posición actual hace unos dos millones de años, en el Pleistoceno, debido a la fuerte corriente costera que va en dirección oeste. Una vez trituradas, reajuntadas y batidas primero por el río y el mar, luego es el viento la fuerza que transporta la arena y ha dado el tamaño a este monumento natural. Su color gris azulado y textura fina es por su composición mineral de rocas ígneas de lo alto de la cordillera, ricas en cuarzo, feldespato, hierro y hasta titanio, dicen. Los constructores dicen que es la mejor para pañete. De ahí la enorme codicia que despiertan.
Cada cierto tiempo, resurge cuando funcionarios corruptos se ingenian nuevos engaños burocráticos y nuevos socios cómplices, supuestos dueños de título que aunque fueran originales, el estado estaría obligado a resarcirlos. Las Dunas por ley ahora son patrimonio Natural del pueblo dominicano según la Constitución, la ley de medio ambiente, la ley de biodiversidad, y otras más.
Cada vez, el pueblo banilejo y todo el País con él, diremos no al saqueo de las Dunas, honrando la memoria de su cronista, Félix Servio Ducodray, quien da nombre a esta área protegida, y dijo: “Esta parte de la Patria debería convertirse en lugar intocable y reservado para así preservar sus maravillas, hoy puestas en peligro por el merodeo de la codicia”.
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