El cambio climático multiplica la pobreza, el hambre y las desigualdades en todo el mundo, especialmente en las zonas rurales en las que vive el 80% de las personas pobres y donde están ecosistemas estratégicos para la vida en el planeta.

Las ciudades no están excluidas, como demostró el palo de agua del pasado viernes cuatro de  noviembre en Santo Domingo. En pocas horas cayó más de la mitad de lo que llueve en un mes completo. Esto es un evento de clima extremo y la ciudad no está preparada para eso. Ya se sabía, pero las autoridades tampoco.

Después de lo ocurrido en la presa de Boca de Dos Ríos pocos días antes, debió aumentarse el nivel de alerta, sobretodo porque, después del huracán Fiona, el responsable del COE pidió excusas porque las alertas no fueron suficientes y ya vimos los resultados: aún hay damnificados. Porque,al parecer, su director está en reelección, no en prevención que es su trabajo.

Nueve suman las víctimas de las inundaciones y lluvias extremas y por la negligencia e incompetencia de las autoridades no sabemos si serán más, en una ciudad con el INACIF lleno de cadáveres sin reclamar, y la salud pública en crisis.

¿Quién resarcirá los daños a los familiares de las víctimas? No solo por sus muertos, sino por los que enferman de dengue, leptospirosis, diarreas y la amenaza de brote de cólera. ¿Quién indemniza a los que perdieron sus vehículos, muebles y enseres?

La justicia climática defiende un desarrollo que respete siempre los derechos humanos. Un enfoque que sitúe a las personasen el centro, protegiendo sobre todo a quienes son más vulnerables a los efectos del cambio climático.

La realidad ya ha explotado en nuestras caras y ya no valen los acuerdos internacionales. Hay que hacer cambios políticos porque este Cambio solo beneficia a millonarios sin entrañas a costa del saqueo de nuestros recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad, y nos deja damnificados, sin justicia climática.

Ángela Guerrero
Bióloga. Botánica. UASD.