Cosas en la tercera dosis
En el proceso de imponer el uso de una tercera dosis con Pfizer, principalmente, ha surgido una discusión de lo más interesante sobre la toma de decisiones ministeriales sobre los protocolos de tratamiento del COVID 19 contrastada con la decisión vacunal.
Dos me llaman la atención: nuestra decisión de uso del Tocilizumab y el de las mascarillas. El cuestionamiento se hace en el contexto del esfuerzo comunicacional del gobierno para justificar la tercera dosis de la forma en que lo ha hecho.
Tocilizumab es un medicamento aprobado en 2008 para fines de tratamiento de la artritis reumatoide, esencialmente, y trastornos inflamatorios vinculados a las tormentas inflamatorias por citoquinas, que actúa bloqueando la interleucina-6 actuante en los procesos inflamatorios pulmonares.
Desde el año 2020 se iniciaron estudios observacionales y algunos aleatorios en fase II sobre los efectos del tocilizumab, incluyendo a Roche. Entre ellos, el estudio Recovery (Randomised Evaluation of COVID 19 Terapy), que ofrece evidencia sobre desenlaces clínicos en pacientes COVID 19 que requerían hospitalización.
Los resultados de Recovery evidenciaron reducción de la mortalidad, aumento de los egresos hospitalarios y de los requerimientos de ventilación mecánica, mismas que fueron experimentados por clínicos dominicanos en sus manejos terapéuticos paciente por paciente desde el año 2020.
Desde la Peste Negra de 1347-1353, y quizás antes, se conoce la transmisión aérea de ciertas enfermedades. En “El Día Después de las Grandes Epidemias”, José Enrique Ruíz-Domènec cita al médico Gentile da Foligno, de Perugia, y que vivió la pandemia, al escribir: “la ponzoña se comunica por medio del aire que se toma y expulsa”. Los artistas dejaron memorias elocuentes del uso de máscaras.
No confundamos el manejo clínico de pacientes con el manejo de salud pública y epidemiológico de pandemias… Evidencias, evidencias y un poco de paciencia razonable.
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