Naomi Klein: “Nuestro hogar está en llamas, pero fue construido para estallar”
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Martina Putruele
En el 2016, Naomi Klein viajó a Australia para filmar un cortometraje en la Gran Barrera de Coral. Llevó también a su hijo Toma, que tenía 4 años, para que conozca uno de los hábitats más valiosos de la Tierra. Un cuarto de la Barrera estaba muerta, pero la porción en la que nadó con Toma estaba viva. El asombro del pequeño al conocer por primera vez ese “mundo debajo del mar” contrastaba con la realidad que sacudía al arrecife, que parecía para Klein haber sido arrasado “por un ángel de la muerte”.
La Gran Barrera de Coral abarca 344,468 kilómetros cuadrados y puede observarse desde el espacio. Desde 1998, ha sufrido cuatro episodios de decoloración masiva, dos de ellos de manera consecutiva en 2016 y 2017. Si bien las poblaciones de coral pueden recuperarse de un episodio de decoloración, necesitan una década para lograrlo. Además, si las emisiones de carbono siguen siendo elevadas, el blanqueamiento ocurrirá dos veces cada década a partir de 2035 y cada año de 2044 en adelante, según las predicciones de los modelos climáticos de la Unesco.
Las investigaciones han demostrado que el tiempo que queda para salvarla se está acabando, y Klein, mientras observaba la maravilla reflejada en los ojos de su hijo, lo sabía más que nadie.
“Los más jóvenes saben que no han sido protegidos a un nivel muy profundo”, advierte la periodista y activista ambiental Naomi Klein en diálogo telefónico con Infobae desde su casa en las afueras de Vancouver, en Canadá. “Estos jóvenes están creciendo en una pandemia, están creciendo viendo una serie de terribles desastres causados por el cambio climático. En los EE. UU., están creciendo con tiroteos masivos en las escuelas y tienen que entrenar para esconderse de ellos. No los hemos protegido. Tenemos la responsabilidad moral de capacitarlos para que naveguen por este mundo en el que están creciendo”.
Su tono es calmo y didáctico, propio de una persona que ha estado años difundiendo las señales de alarma que da el planeta Tierra de que el tiempo para hacer algo para salvarlo se está acabando. Pero sus palabras son asertivas y contundentes: la solución no puede ser individual. El cambio climático es un problema colectivo y, como tal, requiere de una acción colectiva.
Con su nuevo libro, En llamas. Un (enardecido) argumento a favor del Green New Deal (Paidós), Naomi Klein realiza una analogía histórica entre el Green New Deal y la política intervencionista del New Deal de Franklin D. Roosevelt como prueba de que somos capaces de responder a la crisis con una transformación creativa, y argumenta cómo una política climática transgresora puede abrir camino para una sociedad justa y próspera.
-¿Cómo se imagina la nueva normalidad?
-Tengo fe en cómo podríamos cambiar. Hay indicios de que existe una voluntad real de aprovechar esta lección. Pero también está la fuerza de la normalidad, de las empresas que vuelven a retomar su normal funcionamiento rápidamente. Y lo que me gustaría ver es que salgamos de esta crisis decididos a cambiar las cosas que nos hicieron tan vulnerables a esta crisis. El hecho de que estamos viendo tantas enfermedades que pasan de los animales a los humanos es porque estamos invadiendo sus hábitats con nuestra agricultura y no protegemos lo suficiente la naturaleza.
Por otro lado, creo que muchísimas sociedades no han invertido en el cuidado de los sectores dedicados al cuidado de los demás. Los recortamos después de años de austeridad. Personas que cuidan a otras personas, como enfermeras, trabajos de cuidado a domicilio, cuidado de ancianos… Estos son algunos de los trabajos peor pagados de nuestra sociedad. Y no tratamos a nuestros mayores con cuidado. Creo que el COVID es un virus oportunista, como todos los virus. Vio la debilidad en nuestra sociedad, la forma en la que estábamos tratando con gran descuido a las personas, y ahí es donde más se ha extendido.
Sería bueno ver que cuando salgamos de esto tratemos a los cuidadores de nuestra sociedad con mucho más cuidado. Esta es una parte de nuestra economía en la que queremos invertir. Es una parte no extractiva de nuestra sociedad y aumenta el bienestar mucho más que otras que consumen cada vez más trabajo.
También nos sentimos extremadamente abrumados por las demandas de nuestro trabajo durante este período. Extrañamos el tiempo con amigos y en la naturaleza. Así que me encantaría que uno de los cambios post COVID sea que desaceleremos, para que tengamos tiempo para pasarlo con la familia, con los amigos y en la naturaleza, porque eso es lo que realmente aumenta el bienestar. Creo que la pandemia ha tenido un gran impacto mental en nuestra salud.
El éxito internacional de No Logo (publicado en 1999) convirtió a una Naomi Klein de 29 años en una de las voces más prominentes del movimiento alter-globalización. Pero en vez de sucumbir a la presión de generar otro best seller global lo antes posible, su siguiente proyecto fue en cambio La toma (2004), un documental guionado por ella y dirigido por Avi Lewis (su esposo), que cuenta la historia de trabajadores argentinos que reclaman el control de las plantas industriales cerradas donde una vez trabajaron, para convertirlas en cooperativas.
En el 2007 publicó La doctrina del shock, un análisis crítico de la economía neoliberal, que la propulsó de manera definitiva al frente del activismo anti capitalista. A lo largo de los años como periodista estuvo en el centro de escena de acontecimientos históricos, desde cubrir los efectos devastadores de Katrina en Nueva Orleans hasta la ocupación estadounidense en Irak.
Su interés por el cambio climático tomó especial preponderancia en el 2009 cuando se dio cuenta de que no era “tan sólo” una problemática ambiental, sino de justicia económica. Ese año acudió a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Copenhague.
Barack Obama acababa de ser electo como presidente de los Estados Unidos y la esperanza de que el cambio climático se convirtiera al fin en un eje de la agenda global estaba latente, pero los líderes de las máximas potencias miraron para otro lado. Su decepción fue devastadora, pero dio a luz en el 2014 a Esto lo cambia todo.
-¿Cómo podría el Green New Deal ayudar a recuperarnos de la crisis del COVID y prevenir otros sucesos similares en el futuro?
-En primer lugar, debe ser internacional, no puede haber una respuesta al cambio climático que enfrente a los países entre sí. Una de las grandes lecciones de la pandemia es que no puede haber una solución nacional a los problemas transnacionales. Si uno falla, todos fallan, y lo estamos viendo ahora mismo.
Donde estoy, Columbia Británica (Canadá), es un epicentro de la variante brasileña. Nada de esta pandemia se puede contener, así que el nacionalismo de las vacunas, por ejemplo, no funciona. Además de monstruoso, no funciona. Y creo que pasa lo mismo con la respuesta a la crisis climática.
Entonces, cuando hablo del Green New Deal, hablo de una respuesta internacional en la que los países ricos como los EE. UU. -que han estado trabajando a escala industrial durante cientos de años- tienen que moverse más rápido que los países que son relativamente nuevos para contribuir de manera importante a la crisis climática. Y creo que si hay justicia, y los países ricos responden a la crisis, veremos movimientos más rápidos en todo el mundo, porque la injusticia nos frena, porque es una excusa para la inacción.
Pero el Green New Deal, tal como lo conceptualizan personas como Alexandria Ocasio-Cortez y otros, es una inversión importante en la economía del cuidado: cuidado universal, educación, y en esa red de seguridad social que no ha estado presente durante esta crisis. El Green New Deal es el marco para crear puestos de trabajo, que necesitamos desesperadamente para salir de esta crisis.
Hay que satisfacer las necesidades de la gente pero no volver a la normalidad. Necesitamos cambiar en respuesta a lo que está sucediendo. Lo normal es una crisis. Lo normal es lo que está produciendo esta crisis en serie, ya sea esta pandemia o incendios forestales. Tenemos que cambiar la normalidad.
-¿Cuál es el rol de las redes sociales en la lucha contra el cambio climático? ¿Pasaron de ser útiles a convertirse en munición para las personas que difunden información falsa?
-Una de las lecciones de la pandemia es que el acceso a la tecnología digital es fundamental, y la necesitamos para comunicarnos entre nosotros, necesitamos que sea equitativa y también la necesitamos como solución climática. Tenemos que distinguir entre herramientas digitales que pueden empoderar y que pueden ser soluciones climáticas productivas para los movimientos sociales, como usar las redes sociales para exponer la violencia policial o incluso para diversificar las voces en la cultura mediática.
El problema es que estas redes funcionan como máquinas de extracción de datos y sus modelos de negocio se alimentan de nuestra atención sin fin, que se produce mejor a través de la rabia y la conmoción, por lo que es una ecología mediática muy poco saludable.
Debido a que hemos aprendido que esta es una infraestructura esencial, necesitamos que las redes sociales sean genuinamente sociales. Si vamos a enseñar en línea, debería ser en plataformas controladas públicamente, no en plataformas privadas de extracción de datos, donde ni siquiera podemos salvaguardar la información de nuestros estudiantes.
Estoy agradecida de haberme dado a conocer antes de la era de las redes sociales, porque no sé cómo hubiera sobrevivido. Lo que les hace a las identidades y egos de las personas… Y los movimientos sociales están gobernados por influencers en lugar de ser movimientos organizados y dirigidos democráticamente donde los líderes están sujetos a la responsabilidad y la rendición de cuentas.
-¿Qué cree que podemos aprender de jóvenes activistas como Greta Thunberg o Tokata Iron Eyes?
-Los jóvenes activistas por la justicia climática son extraordinariamente inspiradores en la forma en la que han construido estas redes internacionales de apoyo mutuo. Lo vemos cuando uno de ellos es atacado por el estado, como ocurrió por ejemplo con Disha Ravi en India, que estaba apoyando las protestas de los agricultores y fue encarcelada. Hubo un gran apoyo hacia ella en todo el mundo.
Lo que admiro mucho de Greta en particular es cómo ha reaccionado a cómo la ha tratado el mundo; este trato donde en lugar de cambiar ofrecen fama a los activistas. Todos querían tomarse una foto con Greta, todos querían ser vistos con ella y hacer memes de ella.
Y lo que tiene de especial es que no le impresiona. Es fácil deslumbrarse con la celebridad. Pero a Greta no le interesa que le ofrezcan algo si no es lo que exige, y eso es muy difícil. Ella continuamente trae de vuelta el tema a la crisis, el tipo de acción que se requiere. No le interesan las selfies con los líderes mundiales si no están reduciendo el carbono. Y eso es, francamente, algo de lo que podemos aprender, porque eso es lo que hace el poder: ofrece premios en lugar de cambios.
-En su libro En llamas, usted escribe: “La dura verdad es que la respuesta a la pregunta ‘¿Qué puedo hacer yo, como individuo, para detener el cambio climático?’ es: nada”. ¿Qué podemos hacer entonces para evitar el colapso climático?
-Lo que podemos hacer es encontrarnos con los otros, es sumar nuestros poderes individuales en movimientos sociales que tengan demandas claras y que sean responsables para que no acepten esos tratos de celebridad, dinero y acceso en lugar de acciones. Necesitamos la escala de cambio que exige un Green New Deal.
Necesitamos transformar nuestra energía, nuestro transporte, nuestra agricultura. Y si vamos a cambiar todo eso, ¿por qué no cambiaríamos las desigualdades sistemáticas que se han sostenido en nuestras sociedades desde la colonización? ¿Por qué no haríamos eso? Y entonces estamos en esta especie de precipicio entre peligro y promesa.
De gran peligro si no actuamos, pero también de oportunidad para construir sociedades que son mejores que las que tenemos ahora. Nuestro hogar está en llamas ahora, pero fue construido para estallar. Fue construido para este tipo de peligro porque se construyó sobre la desigualdad y la opresión sistemática.
Cuando escribí Esto cambia todo, que salió en 2014, no podía haber imaginado una Greta o una Alexandria Ocasio-Cortez, o las millones de personas que han estado en las calles exigiendo acciones sobre los derechos de las mujeres, sobre la violencia policial, sobre la acción climática. Este es un momento de tanta politización, que tengo que recordarme lo diferente que es comparado a cuando me convertí en activista por primera vez.
Había tantas cosas indecibles en las garras de la era neoliberal. Entonces, es un momento realmente aterrador, pero ha habido un gran cambio. Cuántas personas están involucradas en la política y cuántas personas quieren un gran cambio, esa es la mayor diferencia. En 2014 todavía había una sensación de “no, sólo podemos resolver el cambio climático, no tenemos que hablar de racismo, ni de capitalismo”.
Si nos fijamos en la era de Al Gore y en el enfoque élite del movimiento climático, y la idea de que podríamos seguir viviendo exactamente como vivimos ahora, pero obteniendo nuestra energía de fuentes renovables, es completamente diferente. Ahora hay una comprensión mucho más profunda. Hay un paradigma diferente de lo que hace a una buena vida y cómo la vivimos.
-¿Cómo podemos enseñar a los más jóvenes sobre los peligros que acechan al mundo mientras los protegemos de las verdades más duras?
-Si se trata de niños menores de 10 años, por supuesto, debemos hacer todo lo posible para no abrumarlos. Cuando se trata del cambio climático, veo que mi papel como madre de un niño menor de 10 años es principalmente brindarle buenas experiencias en la naturaleza y enseñarle a comprender el mundo que lo rodea.
Pero creo que de lo que estás hablando es de niños mayores de 10 años. Greta tenía 11 años cuando se enteró del cambio climático y la devastó. La devastó porque no vio cambios y no vio movimientos de los que pudiera ser parte. Y cuando encontró refugio de su desesperación fue cuando se convirtió en activista.
-¿Hay lugares en el mundo en los que usted note una verdadera conciencia climática?
-Hay destellos de cambios, absolutamente. Hay un gran liderazgo en Uruguay y Nueva Zelanda, en varios frentes. Lo vemos con el COVID y con el clima, y hay una razón por la que van de la mano: porque en ambos se trata de anteponer la vida a las ganancias. Incluso en los Estados Unidos, hay partes del estado de Nueva York que realmente se están moviendo muy rápidamente para prohibir el fracking y los oleoductos y asegurarse de que los trabajos vayan a las personas que han sido más excluidas. Estamos viendo propuestas interesantes.
Apenas la semana pasada, en lo que propuso la llamada Squad en Estados Unidos. Alexandria Ocasio-Cortez es parte de estos congresistas recién elegidos que han presentado un Green New Deal para las escuelas, para la vivienda pública. Están con una seguidilla para mostrar una visión muy específica de cómo sería tener una economía diferente que se ajustara a la crisis que enfrentamos.
-¿Siente esperanza sobre nuestro futuro?
-Tengo estas emociones contradictorias todo el tiempo. Estoy absolutamente aterrorizada por el futuro y la velocidad a la que ya se está desarrollando el cambio climático. Sé que es demasiado tarde para evitar algunos resultados realmente aterradores. Pero también tengo esperanzas porque creo que estamos viendo cambios sociales a una velocidad que nunca había visto en mi vida.
Sé que no podría haberme imaginado a Greta o Alexandria Ocasio-Cortez cuando escribía Esto lo cambia todo. Tengo suficiente humildad para decir que no lo sé. Las cosas han cambiado muy rápidamente y continúan haciéndolo, para bien o para mal. Quiero decir, hemos visto ambos, ¿no? Greta Thunberg y Donald Trump conviven en la misma época.