Al presidente Abinader solo le interesa el espectáculo mediático; la banalidad domina el escenario en el festín de mentiras que presenta cada lunes en LA Semanal.

Los funcionarios del cambio se alinean y, por selección múltiple, eligen las falacias que el presidente lanzará para insultar la inteligencia del pueblo, desde el Palacio y en cadena nacional.

Aunque los ciudadanos parecen indiferentes ante las situaciones que los afectan, lo cierto es que están ocupados sobreviviendo a las calamitosas decisiones de las autoridades que eligieron.

Con la llegada del PRM al poder, la República Dominicana fue invadida por un odio desmedido que destruye ideales y arrasa con todo lo construido. Para el gobierno de Abinader, los dominicanos y dominicanas carecen de valor, como soldados prescindibles en batalla, enviados al frente como carne de cañón.

Los viajes en yola, los apagones y el hacinamiento en los hospitales estaban en peligro de extinción, pero han renacido, porque quienes dirigen carecen de sentido común y corazón.

Que niños y niñas no tengan cupos en las escuelas y los inscritos tomen clases bajo un árbol, en el piso o en un furgón, es propio de la esencia de un gobierno abusador. Que la gente muera porque el presidente despilfarra fondos, dejando sin recursos el programa de Medicamentos de Alto Costo; que no haya empleos ni oportunidades es evidencia de que sus políticas son mezquinas, lejos de ser sociales.

Engañaron al pueblo desde la oposición, pero, como bien dice el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica: “El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes verdaderamente son”.