El papelito, la oposición y sus enseñanzas
Hará algo más de cinco lustros tomé un libro de uno de mis estantes. No recuerdo con que propósito. Hacía años que no le ponía la mano a «Técnica de la investigación científica», de Ezequiel Ander Egg.
Ese era el texto y en él encontré un papelito garabateado con unos trazos apresurados. De inmediato los identifiqué como míos. Yo había escrito eso pero no recordaba –y mucho menos recuerdo ahora– en qué momento lo había escrito.
Se trataba de una cita que había hecho de alguien porque lo que decía estaba encomillado.
¿Qué decía el papelito? Algo así como que la política consistía en reducir los defectos propios al tiempo que se incrementaban, aumentaban los aciertos, las virtudes, y, por el contrario, aumentar los defectos de los adversarios y reducir sus aciertos. Esa era la idea en esencia de la cita; ahora no recuerdo las palabras precisas ni su orden.
¿Quién había dicho eso? Milagros Ortiz en una entrevista.
Años después de la experiencia del papelito los compañeros de «Vanguardia del Pueblo» organizamos al compañero Melvin Trinidad (†), de la seccional de Estados Unidos, un almuerzo en nuestro apartamento.
El día del almuerzo coincidía con que era un 27 de febrero, y el presidente era el que después se destapó como el gran renegado de los principios boschistas y peledeístas.
Melvin y los demás oímos el discurso a retazos por lo que nos llegaba de los vecinos que lo estaban escuchando.
Nosotros estábamos en otra cosa, estábamos conversando y empeñados en hacer sentir bien a Melvin, quien era un excelente anfitrión con los compañeros que viajaban a Estados Unidos.
Cuando el discurso terminó, yo dije inmediatamente: «mañana va a aparecer algún dirigente del PRD preguntando al presidente que en cuál colmado vendían las cosas a los precios dichos en el discurso, para ellos ir a comprar ahí.
Efectivamente, esa fue la reacción de Milagros Ortiz cuando gente de la prensa le pidió su opinión respecto a lo dicho por el mandatario.
En el almuerzo con Melvin estaban Luis Núñez Diplán (†), Odalix Roa (†) y Rafael Grullón, quien era el que tenía mejor relación con Melvin y quien preguntó al día siguiente ¿quién fue el que vaticinó ayer que alguien del PRD preguntaría por el colmado en que se vendían las cosas tan barata?
Relato estas experiencias para destacar el estilo de oposición del PRD, que no se diferenció en nada del del PRM.
Cuando un perredeísta o perremeísta identificaba una debilidad del PLD o de su gobierno, la exprimía hasta convertirla en bagazo, y por el contrario, si había algún logro del gobierno que no podía desconocerse de manera razonable o convincente lo minimizaban de alguna manera.
Por ejemplo, la propia Milagros Ortiz ante una pregunta respecto al crecimiento de la economía en nuestro primer gobierno dijo que ese crecimiento no tenía mérito porque era el resultado del crecimiento vegetativo de la población.
Otro caso: ante la incorporación de la tecnología a los servicios públicos, o sea cuando llevamos la modernidad al gobierno, como eso no se podía desmentir sin hacer el ridículo, la respuesta de muchos perredeístas era que eso era una imposición del momento histórico en que le había tocado gobernar al PLD; eso lo hubiera hecho cualquiera –decían– que le hubiera tocado la suerte de dirigir los destinos del país en esa coyuntura.
Y recordamos la ridiculez con que el troglodita Hipólito Mejía quiso minimizar los túneles de la 27 de Febrero diciendo que sembraría de yucas esos hoyos.
Ahora bien, el gran mérito de los perredeístas y de los perremeístas en esa línea opositora se concentraba en dos condiciones que le eran a esa línea imprescindibles para su efectividad: Coordinación y sistematicidad.
Coordinación. Cuando de enfrentar al PLD y su gobierno se trataba, los perredeístas y los perremeístas dejaban de lado sus diferencias internas para otra ocasión.
Sistematicidad. Nunca dejaban caer la pelota, o sea mantenían en el aire un tema de su interés, de modo que cuando se estaba agotando ya tenían a la mano otro.
No estamos diciendo que en esos partidos no hubiera gente con agenda, proyecto particular; no, lo que decimos es que sabían caminar y comer chicle a la vez, que podían estar en lo suyo, en lo de su interés particular, pero sin sacarle el guante al PLD y su gobierno.
Y lo hacían en la prensa, por medio de artículos o cartas o declaraciones, en volantes, en los colmados, esquinas, carros o guaguas del Concho. Y lo más importante: lo hacían todos.
No había vacas sagradas reservadas para las grandes solemnidades y los grandes escenarios. Lo hacían todos en todas partes, por todos los medios.
Cuando un partido mayoritario procede de ese modo, no hay fuerza que lo ataje ni poder que lo aguante.