El arte de la prestidigitación aplicada a la política
Los dominicanos y las dominicanas tenemos mucho que aprender en asunto de política, y no estamos diciendo que nos hagamos especialistas en disciplina tan exigente que para especialistas como Juan Bosch es ciencia y arte a la vez. ¡
NO! No se trata de eso. Lo que queremos decir es que los ciudadanos debemos hacer el esfuerzo de informarnos para a la hora de elegir a nuestras autoridades tomar decisiones racionales y no emocionales, las cuales son casi siempre el resultado de la manipulación.
Veíamos y escuchábamos a Luis Arruinader mintiendo y prometiendo todo lo que consideraba las gentes deseaban oír porque, en su opinión, habían sido condicionadas a desear eso.
Para el de la escasez de agua, por ejemplo, vimos cómo se inventó de improviso que con 9 mil millones de pesos anuales se resolvía ese problema; con 36 mil millones de pesos en cuatro años se acaba ese problema, dijo con cara del que cierra un negocio serio. Cinco años después sigue la escasez de agua en muchas comunidades.
La misma actitud demagógica mantuvo con el problema de la seguridad ciudadana. Refirió, como quien se confesaba ante un sacerdote, que Guilliani le había dicho que resolvía el problema en un año, a lo que él le respondió que era mejor decir que lo resolveremos en dos.
Ahora es cuando ese problema es grave porque a los delincuentes civiles se les han sumado quienes deben resolverlo: los policías, en cuya «reformación» se gastó una millonada.
Del problema de la inmigración de ilegales dijo que era suficiente la aplicación de la ley para garantizar que ni un solo indocumentado estuviera en el país.
Ahora es cuando hay haitianos en nuestros barrios y en actividades que requieren un elevado grado de formalidad como lo es el concho. Anoche conté 8 motoconchistas en la entrada de Los Alcarrizos y todos eran haitianos, y es difícil encontrarse con un chofer que cubra la ruta de la carretera Mendoza que no sea de esa nacionalidad.
Respecto el muro fronterizo, es difícil hallar una chapucería más grande si excluimos el tramito del Metro de Los Alcarrizos.
En la campaña electoral del año 2020 Arruinader se quejó de que el Estado era muy grande y, en consecuencia, prometió su reducción; pero resulta que ahora ese Estado ha crecido como lo indican las abultadas nóminas y las numerosas planillas de contratados y superasesores y asistentes. Todo eso se produce en momento en que los servicios públicos son más deficientes que nunca.
Tenemos un presidente que además de no respetar el cargo no se respeta a sí mismo, pues en varias ocasiones dijo que no se reelegiría, y que en esto su posición era un asunto de PRINCIPIO.
Fue tan categórico en este planteamiento que impávido, como el acostumbrado a mentir, invitó a sus entrevistadores a que grabaran sus palabras.
Cuatro años eran suficientes para hacer una buena obra de gobierno, dijo, pero cuatro años después se tragó esas palabras sin inmutarse, sin ningún mea culpa ni una autocrítica.
De mentira en mentira y de promesas incumplidas en promesas incumplidas, a Luis Arruinader y sus compañeros de partido (PRM) solo le quedó un reducto de salvación: por lo menos no somos corruptos; los pesos rinden porque nadie se los roba, decían como el que se aferra a la última tabla de salvación de la que puede echar mano.
Sin embargo, la existencia de más 270 expedientes, de todos los tamaños y calibres, y el caso SENASA demuestran que en esto también mintieron; pero esta es harina de otro costal que abriremos luego.