Ella cantaba Boleros. Toña La Negra, a 40 años de su partida

19-11-2022
Música
TeleSur
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No lo dudamos: Toña la Negra murió del corazón, pero no de infarto: se murió de ternura como bien sentenció el periodista y poeta venezolano Jesús Rosas Marcano.

Toña hace falta en cada noche de ronda y en cada vereda tropical. Ella arrulló los sueños de todo el Caribe entre brumas melódicas, y acunó angustias y esperanzas al calor, magia, cadencia y belleza de su inolvidable voz.

Cuarenta años han transcurrido desde que esta excepcional intérprete detuvo su existencia; desde entonces llueven lágrimas sobre los teclados y resulta duro escribir de su partida, como estimulante resulta igualmente escribir de su vida, voz y obra.

Ella cantaba boleros

Había nacido María Antonieta (hay investigadores que sostienen que es solo Antonia) del Carmen Peregrino Álvarez cerca del Golfo de México el 2 de noviembre de 1912, concretamente en el barrio ‘La Huaca’ de Veracruz. Noche tibia y callada de Veracruz…

Su padre, Timoteo Peregrino Reyes (nacido en 1857), tocaba la guitarra y fue miembro fundador de un gremio de trabajadores portuarios locales. Su madre, Daría Álvarez Campos (nacida en 1867), cantaba en reuniones familiares. Toña tenía cuatro hermanos y tres medios hermanos paternos. El abuelo paterno de Toña, Severo Peregrino, llegó a México desde Puerto Príncipe, Haití, emigrando.

Imposible que las palmeras y la suave cadencia de las olas caribes no influyeran en su forma de cantar y en el sensible oído musical que poseyó desde un principio. Lo del ritmo parecía venir por vía familiar y de su lugar de nacimiento, porque como  ella otro de los grandes talentos mexicanos también era jarocho, Agustín Lara, y el hermano de Toña, Manuel, igualmente tenía un gran talento.

Creció envuelta en la magia musical de su tierra y de lo que a ella llegaba desde Cuba. Sones, rumbas y boleros marcaban la pauta en su tiempo.

Cumpliendo 20 años y 29 días de nacida María Antonieta del Carmen Peregrino debutó oficialmente como cantante interpretando temas de Agustín Lara. Ya había superado la etapa del fogueo amateur en un trío en el cual su hermano Manuel era guitarrista y tercera voz e Ignacio Uzcanga Matías era la segunda voz y requinto. (Toña tuvo, además de Manuel dos hermanos músicos: Doroteo y Pablo). Cantaban sobre todo tangos.

Así las cosas todo estuvo listo para recibir el año cuando Toña, la Negra de Veracruz se convirtió en la sorpresa de cierre de 1932 al interpretar, como nadie lo ha logrado jamás los temas que ‘el flaco de oro’ había compuesto, hasta entonces, para el mundo.

Lamento Jarocho, una de las piezas que Agustín Lara hizo para ella no ha podido ser interpretada por otro vocalista como por la mulata mujer de Veracruz. “Para sufrir todas sus desventuras”…

Luego de su debut en el teatro Iris, Toña estuvo preparada para asaltar (lo hizo durante siete meses) el escenario del “Politeama” de la capital mexicana. Fue tan memorable ese debut que Toña, la que se murió de ternura iba, poco antes de su fallecimiento a celebrar su cincuentenario profesional en el mismo escenario. La fatalidad no permitió que ello ocurriera.

Éxitos desde el principio, los temas que interpretaba Toña se fueron multiplicando en los labios de los mexicanos, quienes la llevaron a la estación radial XEW donde concursando quedó convertida en la mejor intérprete  de música tropical. Todo se hizo sencillo desde entonces. La fama y la gloria la acompañaron durante cincuenta años musicales, y sin embargo jamás se envaneció y su vida privada siempre fue privada y discreta.

Toña paseó el bolero por los predios del mundo y no privó a nadie del privilegio de su dulzura.

Agustín Lara siempre se ufanó de haberla descubierto y ella correspondió con devoción a la confianza del autor. “Un día en una reunión familiar estaba presente el compositor Agustín Lara, que ya empezaba a tocar las puertas de la fama y, como pasa en esas tertulias luego de tres copas de tequila, alguien dijo: ‘Que cante Toña», y cantó, dejando petrificado y sin habla al músico poeta, quien sólo atinó a preguntarse de dónde salía esa voz” Eso lo contó Manuel, el hermano de Toña.

Desde ese instante, Lara se apropió, por así decirlo, de la voz de ella, porque la fusión de ambos talentos fue lo más grande que pudo haber ocurrido.  Conviene recordar que ambos nacieron en el estado de Veracruz, mirando hacia el Caribe.

Nadie como ella para cantar Noche criolla, Ven acá, Oración Caribe, Veracruz, Lamento jarocho, Cada noche un amor, Enamorada, Arráncame la vida, Por qué negar, Palmeras, La clave azul y Lágrimas de sangre por solo mencionar algunas de Agustín Lara, porque Toña la Negra interpretó también magistralmente a autores como Rafael Hernández de Puerto Rico y Sindo Garay, de Cuba.

Temas como Cenizas, Obsesión, Angelitos negros, Irremediablemente sola, Salomé, Desvelo de amor, De mujer a mujer, Cenizas,  En mi soledad, Humo en los ojos, Llanto de luna, No vale la pena, Si me pudieras querer, Piensa en mi, Ven acá y Farolito entre otros han sido cantados por tres generaciones de latinoamericanos que se resisten a creer que el romanticismo ha muerto en la canción popular del Caribe. “Yo comprendo que es mucho lo que te quiero/ mi vida es un martirio sin tu amor…”

Significado y recuerdo

No hace falta el despecho para recrearse en lo hermoso de su voz y hasta los tragos resultan insípidos comparados con su sabor Caribe; tampoco hay que forzar la memoria para recordar los temas que ella cantó cuando se asume que hay un pasado que hay que contar y cantar. Pero además de todo lo musical María Antonieta del Carmen Peregrino significa el papel asumido por la mujer en una época en que a ellas les estaba vedado mucho del panorama social, esa etapa en que no había ni voz ni voto sino la función de ama de casa, sometida.

Toña reivindicó el derecho femenino al sentimiento y a la lucha desde un país que socialmente en ese entonces tenía una alta complejidad de género. Para esa reivindicación no levantó una bandera política ni hizo proclamas encendidas. Ella solo elevó su voz llena de ternura y un repertorio sin ofensas. Acudió a autores como Lara, Hernández y Garay, pero también a Gonzalo Curiel, Manuel Valladares, Avelino Muñoz, Juan García Esquivel, Ignacio Piñeiro, Oswaldo Farrés, Pedro Flores, y Andrés Eloy Blanco, entre otros.

Algunas de las agrupaciones con las cuales actuó en sus numerosas giras y grabaciones fueron las de Pablo Peregrino, Juan García Esquivel, Alfredo Brito, Rafael de Paz, el ‘Chamaco’ Domínguez, Chucho Zarzosa, Luís González, Avelino Muñóz y, claro, el piano magistralmente íntimo de Agustín Lara. Y es que Toña fue ciertamente una dueña absoluta del fraseo con su estilo único que motivaba a compositores de todo el continente a componer con la esperanza de que ella los interpretara.

No era para menos: Toña fue una intérprete sencillamente magistral. Baste saber que no gesticulaba en sus actuaciones. Jamás necesitó hacer alarde de sus brazos o solicitar efectos especiales. Su dominio de escena era total, no necesito jamás de artificios complementarios, ni siquiera en su vestuario.

Eran sencillamente ella…¡y su voz!

Y el final…

El miércoles 17 de noviembre de 1982 fue ingresada en un hospital de la ciudad de México por problemas cardiovasculares.

El 19 de noviembre de 1982 las agencias de noticias registraron la partida física de Toña La Negra. Un paro cardíaco se la llevaba cuando acababa de cumplir 70 años. Ya tenía un tiempo alejada del mundo de las grabaciones  y también de sus presentaciones, sobre todo en Venezuela en sus últimos años, porque era la consentida de los shows del recuerdo que se hacían en Caracas y en los que alternaba con Leo Marini, Johnny Albino, Carlos Almenar Otero y Raúl Shaw Moreno, entre otros.

Latinoamérica jamás pensó que Toña se podía morir. De todas formas ella tiene el don de la eternidad.
Hace 40 años partió la que, insistimos, murió de ternura.

La rockola sigue andando, los corazones amando y el mundo cantando el legado de su obra. “Piedad para el que llora”…

“Toña en escena era un personaje inolvidable; grande, hermoso, severo y sereno. Era como un pueblo puesto en pie. Algo muy significativo y emocionante. Recuerdo bien su mirada circular hacia la sala, como registrando el número y la calidad de los asistentes y luego su manera de inclinar, muy brevemente, la cabeza para que la música se iniciara.” (Paco Taibo)

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