Bob Dylan en el reino de las sombras
El nuevo disco de Bob Dylan apuntala su condición de jefe de la tribu, guía, maestro, vigía de la atalaya, sabio, detentor del conocimiento y conocedor a ciegas de las más profundas grietas, llagas, borbotones de la condición humana.
Se titula El reino de las sombras y es, con la humildad que caracteriza a todo sabio, en realidad el reino de las luces.
Fue grabado en los momentos más cruentos de la pandemia, esa que muchos parecen haber olvidado y andan con la misma arrogancia de cuando no había virus y olvidan que sigue cobrando vidas y que las secuelas post y long covid son la nueva tragedia que apenas está comenzando.
Bob Dylan fue uno de los referentes de la sociedad más interesados en los demás, preocupados por los demás. Su mensaje en Twitter fue lacónico por contundente: “Take care”.
Era el momento en que escuchábamos el desfile día y noche, noche y día, de las hileras interminables de sirenas de ambulancias a toda velocidad, los cadáveres se amontonaban en rincones y las personas permanecían encerradas en sus casas, contagiados por el virus, sintiendo que no podían respirar debido a la enfermedad que los agobiaba.
Bob Dylan interrumpió su Gira Interminable, pero nunca su capacidad de reflexión, su poderosa imaginación, su maquinaria inventiva.
Su peculiar sentido del humor y de la dramaturgia lo condujeron a incursionar en un nuevo sendero del arte del cine: el “concept movie” y reunió a un puñado de actores que cumplieron el papel de músicos en un antro inexistente.
La directora del filme, Alma Har’el, registró en impecable blanco y negro un concierto en un antro donde un grupo de músicos blancos tocó para un elegante público de negros, todos ellos, los 19 en las mesas del antro, actores también. La directora de escena pidió a todos que fumaran sin cesar mientras degustaban tragos, bailaban entre las mesas y los músicos con riguroso cubrebocas negro hacían como que tocaban.
Los músicos-actores: Bob Dylan, voz, guitarra armónica; Alex Burke, guitarra; Buck Meek, guitarra; Shahzad Ismaily, acordeón; Janie Cowan, bajo acústico; Joshua Crumbly, guitarra.
Todos practicaron lo que se denomina “fingersynching”, que no es otra cosa que fingir que tocan instrumentos; lo que también se conoce como “playback”.
Ese concierto fue transmitido en vivo previa compra de nuestro boleto en Internet. Era época de encierro absoluto por pandemia.
El domingo 18 de julio de 2021, Bob Dylan presentó 13 piezas de su repertorio temprano para rehacerlas, rescribirlas, recomponerlas, actualizarlas. Cantó como nunca. Con una claridad pasmosa, fraseo intenso y cuidadoso, concentración absoluta.
El desconcierto del público, que esperaba un concierto convencional de Bob Dylan, se extendió durante los 54 minutos que las cámaras de Alma Har’el siguieron los movimientos de manos y brazos de los actores que, evidentemente, no coincidían con el sonido que salía de sus instrumentos.
Un concierto-filme con cortes de edición desconcertantes a propósito para generar la fascinación que nos envolvió a lo largo de cada una de las piezas que nos sumergía en un estado de ensoñación cada vez que terminaba una obra y comenzaba la siguiente: una serie de interludios mágicos.
Esos pasajes puramente instrumentales los ideó Bob Dylan siguiendo los pasos del compositor británico Benjamin Britten (1913-1976), quien en su ópera Peter Grimes incluyó cuatro interludios, donde cada uno de ellos conduce a la siguiente escena sin interrupción y son tan exquisitos musicalmente que pasaron a la historia como los Cuatro Interludios Marinos y se interpretan de manera independiente en las salas de concierto.
Pues bueno, el nuevo disco de Bob Dylan es la música que sonó en esa película conceptual e incluye por supuesto los diez interludios que en realidad fueron realizados, al igual que todo el disco, en un estudio de grabación, y uno quisiera tener las herramientas técnicas para poder separar esos interludios y fundirlos en una sola pieza, además de la pieza que estrenó Dylan en este disco: Sierra’s Theme, puramente instrumental y deliciosa: el todo, los interludios y la pieza nueva juntos, prácticamente una sinfonía.
El nuevo disco de Bob Dylan, Shadow Kingdom, salió en varios formatos de los cuales el mejor es en vinilo. Curiosamente, vivimos en una era en la que la mejor manera de escuchar música es con un tornamesas, como en el principio de los tiempos.
Escuchar Shadow Kingdom girando en el tocadiscos es una experiencia musical y una epopeya poética porque Dylan eligió una docena de composiciones, casi todas provenientes de su repertorio sesentero, para desarmarlas y volverlas a armar. El resultado es una experiencia aleccionadora. Recomiendo, en consecuencia, escuchar este disco alternando cada pieza con la escucha de la original. Garantizo asombro, diversión, placer.
La composición inicial, When I Paint my Masterpiece, es el mejor ejemplo de rescritura. Esta pieza alegórica, donde hace mofa de la actitud de las personas que viajan solamente por hacer turismo, contiene momentos hilarantes, metáforas, chistes privados y mucha alegría.
Dylan se disfraza de turista para recorrer Roma, que está “llena de ruinas y vestigios, las huellas del tiempo antiguo están por doquier y uno puede pasar horas en el Coliseo e imaginar a los leones comiendo esclavos derrotados en las contiendas”.
Cambia radicalmente la escritura de la tercera estrofa: en el original decía: “ah, pero me acordé que debía apresurarme a regresar a mi cuarto de hotel, porque tenía una cita con la sobrina de Boticcelli”. En su lugar puso otros versos, que hablan de lavar su ropa y prepararse para cambiar el mundo, porque “algún día todo será diferente y hermoso, ese día llegará cuando termine de pintar mi obra maestra”.
Suena el primer interludio, que toma la última nota de la pieza que termina para elevar la primera nota de la obra que comienza: Most likely to go your way (and I’ll go mine), de aquella obra maestra de Dylan, el álbum Blonde on Blonde, donde se despide de una rubia así: “You go your way and I go mine/ I’m just gonna let you pass/ yes, and I’ll go last”.
El disco Shadow Kingdom, el más reciente de Bob Dylan, es una exquisitez musical, pleno de referencias, guiños, citas musicales, bromas, gozo, como el interludio tercero, que abre el camino a la hermosa Queen Jane Approximately, de otro álbum referencial y reverencial: Highway 61 Revisited. Entre las frases musitadas en el interludio, destaca el tema central del Aleluya de Haendel (with care) que permeará toda la pieza siguiente, donde hay versos nuevos como también los hay en la siguiente: Just Like Tom Thumb’s Blues, de aquel mismo álbum de origen, donde Dylan narra alguna de sus muchas incursiones en territorio mexicano: “When you are lost in the rain in Juarez, and it’s Easter time too” y sus personajes a lo Lewis Carroll: “Sweet Melinda, the peasants call her the goddess of gloom”.
La secuencia de Highway 61 Revisited sigue con Tombstone Blues y nuevos versos: “The geometry of innocence flesh on the bone/ Causes Galileo’s math book to get thrown/ At Delilah who sits worthlessly alone/ but the tears on her cheeks are from laughter”.
Las referencias culturales abundan en los versos de Bob Dylan: Cecil B. De Mille, Ma Rainey, Beethoven, Beckett…
Luego de mayores ironías (la pieza What was it you Wanted), Dylan regresa a una de las canciones más hermosas de todo su repertorio y de la gran lírica mundial: “May God bless you and keep you always/ may your wishes all come true/ may you always do for others/ and let other do for you/ may you build a ladder to the stars/ and climb on every rung/ may you stay forever young”.
La serenidad del sabio Robert Zimmerman flota en todo su nuevo disco: “People disagreeing everywhere you look/ makes you wanna stop and read a book/ …/ but this ol’ river keeps on rollin’, though/ no matter what gets in the way and which way the wind does blow/ and as long as it does I’ll just sit here/ and watch the river flow”.
En el reino de las luces, el maestro Bob Dylan está sentado meditando. Sus ojos cerrados, su mente abierta, contemplan el caminar del río. La vida.