¡Axe, Caribe!
Cada mes de julio regresa con todo su intenso ardor caribeño, una celebración de culturas en Santiago de Cuba, conocida como “La fiesta del fuego”.
Desde el desfile inaugural alrededor de los portales del Ayuntamiento en el parque Céspedes, se aglomera una numerosa población nativa y visitante, para presenciar las ceremonias y evoluciones de los grupos culturales e inevitablemente implicarse desde lo más profundo de la esencia caribeña, con el sonido del tambor bullente.
Bajo el implacable sol oriental, vibran los cuerpos al compás de la música en las entrañas de la conga santiaguera, que desde 1915 finaliza cualquier celebración con la comparsa del Tivolí y el sonido agudo de la corneta china.
Dijo bien el poeta cubano Manuel Navarro Luna: ¡Es Santiago de Cuba! ¡No os asombréis de nada!
Orgullosa negritud.
Sólo superada por Guantánamo (75, 6 %), la población negra en Santiago de Cuba, del total de 1 040 897 habitantes (Oficina Nacional de Estadística), asciende a casi un 75 %.
Más de un millón doscientos mil africanos llegaron a Cuba, arrancados de sus tierras por la aborrecible trata de esclavos. De 1513 data el primer documento que autoriza la entrada de esclavos procedentes de África, ante el rápido agotamiento -por la extinción impuesta- de la población originaria.
En el período en que imperó el régimen esclavista, se estableció un conflicto violento entre amos y esclavos, lo que tuvo como secuela una honda barrera de prejuicios que dividía a los hombres por su color: blancos y negros.
A principios del siglo XVII, Cuba contaba con unos 30.000 habitantes y fue dividida en dos gobiernos, uno en La Habana y otro en Santiago de Cuba. Desde su fundación por los españoles en 1515 hasta 1556, fue en esta última que se estableció la primera capital de Cuba.
Lentamente se diversifica la actividad económica, con el cultivo del tabaco y la producción de azúcar de caña, por lo que la metrópoli española organizó grandes flotas con escala obligada en el puerto de La Habana.
Después de 1790, fueron introducidos en Cuba en solo treinta años, más esclavos africanos que en el siglo y medio anterior.
Para 1841 supera el millón y medio de habitantes en una sociedad polarizada, entre una oligarquía de terratenientes criollos, grandes comerciantes españoles y la gran masa esclava.
Trajeron a la fuerza esclavos de múltiples etnias: Mandingas, Yolofes y Fulaces; Gangaes, Longobáes, Maní, Quisí, Minas, Lucumíes, Carabalíes, Suamos, Bibí, Brícamos, Congos, Motembos, Musundis, Mombasas, Sacuaes y de otras comarcas africanas.
En la mayor de las Antillas eran visibles disímiles capas sociales integradas por negros, mulatos libres y los blancos humildes del campo y las ciudades, remisos a realizar trabajos “propios de esclavos”. Entretanto, conspiraciones de propósitos abolicionistas se derivaron de las manifestaciones frecuentes de rebeldía, como repudio a la esclavitud.
El célebre etnólogo cubano, Fernando Ortiz, llamó al proceso “simbiosis o transculturación” y al decir del poeta cubano, Nicolas Guillen, “el que no tiene de Congo, tiene de Carabalí”.
Huellas
La herencia africana en Cuba está en los genes, en la piel, en el arte, en la música, en la alegría, en la forma de vestir, en las tradiciones culinarias, en la idiosincrasia. Hasta en la resistencia y el amor a la libertad.
Según el último censo nacional de 2012, de sus 11,2 millones de habitantes, el 9,3% se reconoce negro, un 26,6% admite ser mestizo, mientras que el 64,1% se dice blanco.
La lucha contra la discriminación racial en Cuba, está ligada a la esencia revolucionaria por la emancipación del ser humano. Datos del 2023 de la Asamblea Nacional del gobierno, indican que el 45,11% de las diputadas y diputados (212), son negros y mulatos, incluyendo su presidente Esteban Lazo Hernández.
El Consejo de Estado de la República cuenta con un promedio de edad de 51 años, 10 son mujeres y 12 negros o mestizos. También el vicepresidente del país, Salvador Valdés Mesa, la viceprimera ministra de la República, Inés María Chapman Waugh y Beatriz Johnson Urrutia, Ingeniera Química que fungió como Gobernadora en Santiago de Cuba y es actualmente, la Primera Secretaria del Partido Comunista de Cuba en la oriental provincia; entre otros dirigentes de la nación cubana.
La obra de la Revolución ha permitido garantizar que todas las personas sean iguales ante la ley y gocen de los mismos derechos, libertades y oportunidades. Por lo tanto, la discriminación racial está proscrita y es sancionada por la ley.
El concepto de raza se revela como una creación puramente cultural e ideológica, que intenta legitimar un sistema de desigualdades, absurdo e irracional. Penetrar en las esencias del racismo, exige apartarse de dañinos prejuicios y conductas que pueden servir a intereses segregacionistas. Sus manifestaciones, como regla, desbordan las relaciones interpersonales y familiares, para hacerse patentes en la sociedad.
En la revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Programa Cuba, aparece un análisis muy completo reproducido por el sitio del Ministerio de Cultura cubano, La Jiribilla.
Refiere un importante asunto social que atender: “aunque hayan desaparecido las circunstancias históricas que les dieron lugar, y tal ciclo (práctica y reproducción de racismo, discriminación, prejuicios y estereotipos) se renueva sistemáticamente.
El incremento de las desigualdades sociales en la Cuba actual, donde las diferencias racializadas poseen relevancia, enfatiza la necesidad de asumir el “Programa nacional contra el racismo y la discriminación racial”, aprobado en noviembre de 2019 por el Consejo de Ministros.
Este define una proyección para el abordaje integral de un problema que, solo desde la responsabilidad compartida de todos los implicados, podrá enfrentarse y erradicarse. Se nutre además, de los enfoques y las experiencias de América Latina y el Caribe, en torno a políticas públicas para la superación de brechas de equidad racializadas y la protección social de la población afrodescendiente.
Dicho por dos poetas y trovadores cubanos, Pablo Milanés, “no vivo en una sociedad perfecta, yo pido que no se le dé ese nombre, si alguna cosa me hace sentir esta, es que la hacen mujeres y hombres”. Silvio Rodríguez, concretamente insiste en prosa, hay que “revolucionar la revolución”
El Festival
Mantener la memoria ancestral en el Festival del Caribe, aviva el fuego que a propósito no se apaga, desde su surgimiento en los años ochenta del pasado siglo.
Fue soñado como un encuentro de las artes escénicas (Primer Festival de las Artes Escénicas de Origen Caribeño) y trascendió en el fértil refugio de la Casa del Caribe. Desde entonces se reúnen cada año: poetas, bailarines, artesanos, académicos, teatristas, pintores y músicos.
Aquí están los defensores de los cultos sincréticos, así como artistas de las más variadas manifestaciones, que interpretan en sí mismos la esencia de nuestros pueblos de región; así lo recuerda Orlando Vergés Martínez, Director de la Casa del Caribe, con más de tres décadas de implicación en este Festival.
Las Antillas lucen sus islas como perlas en un arco. El mar Caribe, inigualable por cálido y fuente de tempestades, también limita con el Océano Atlántico Norte. La región se encuentra al sureste del Golfo de México y del subcontinente norteamericano, al este de Centroamérica y al norte de Sudamérica. Gran parte se establece en la llamada “placa del Caribe” y cuenta con más de 700 islas, islotes, arrecifes y cayos.
A Santiago, la más caribeña de las ciudades cubanas, nunca le falta el color y la esencia en el Coloquio Internacional el Caribe que nos Une. Un espacio de reflexión y debate sobre temas relacionados con la historia y cultura de los pueblos del Caribe. Manifiesto en el encuentro de poetas El Caribe y el mundo, en los pasacalles y en el aire impregnado de alegría.
Más allá del tiempo, el gran intelectual Joel James Figarola (1942 – 2006), tempranamente nos mostró el valor de la caribeñidad del cubano.
“La cultura popular tradicional se hace y se rehace a sí misma en virtud de los impulsos anónimos de hombres y mujeres, también anónimos, de los pueblos. (…) Esto constituye un milagro y al mismo tiempo constituye un misterio”, dijo quien supo convertir este encuentro en un abrazo espiritual para reconocernos.
Para Cuba, estas celebraciones en sí, constituyen un gran esfuerzo en medio del desafío internacional y la crisis económica. Sin embargo, el propio James, director fundador de la Casa del Caribe y de los Festivales, había decretado su supervivencia, incluso en las peores variantes de crisis, en la que los invitados y los grupos, traerían sus alimentos y se hospedarían en casas de las familias santiagueras.
En la opción de cero combustibles, “haríamos el Festival alumbrándonos con hogueras en las calles, tal y como se hacen las ceremonias y rituales del Vodú en la Sierra”. De eso se trata mantener el espíritu africano en nuestra cultura.
Veneración a nuestros símbolos
El Caribe no es un espacio meramente geográfico, no se refiere sólo a las islas sonantes. El Caribe es tradición arraigada y veneración de símbolos perennes que acompañan nuestra existencia caribeña dondequiera que estemos.
Cómo no recordar el éxtasis de los pasacalles al aire libre, con el privilegio de la participación del país invitado. El Coloquio Internacional el Caribe que nos Une, cuyas reflexiones académicas trascienden de las salas a las plazas. Igualmente notable es la entrega del Premio Internacional Casa del Caribe; el Desfile de la Serpiente que comienza con un toque de invocación a Eleguá, transitando las arterias de Santiago o la siempre expectante tradición de “La quema del diablo”.
Puedes ver a los iniciáticos Ripiaos, de Palma Soriano, con sus “vestiduras rotas a propósito, o elegidas así, con otros elementos igual de precarios, y marchas que se tocan en latas viejas y maltratadas, encantan al público que los sigue donde se presenten; encantamiento que también descubro ocurre con la Steel Band de El Cobre, que, además presentó su nueva y brillante banda con niños”, rememoraba la poetisa santiaguera Teresa Melo (1961-2023).
Un evento que desde sus comienzos contó con la participación de importantes intelectuales del Caribe hispanoparlante, de lengua inglesa y francófona, hombres de la talla de Luis Suardíaz (Cuba), Argeliers León (Cuba), Juan Bosh (Dominicana), George Lamming (célebre escritor barbadense), Eraclio Zepeda (poeta y narrador mexicano), Rafael Murillo (Honduras), comentan en la radio santiaguera.
Recuerdan entre otros, la visita de Thiago de Mello (poeta, Brasil), Guillermo Orozco (Cuba), Marta Jean Claude (Puerto Príncipe, Haití), Miguel Barnet (Cuba), Roberto Fernández Retamar (Cuba), Víctor Villegas (República Dominicana), Doudou Diéne (sociólogo senegalés), Gabriel García Márquez (Colombia), Barry Chevannes y Rex Nettleford (Jamaica)y Geraldine Chaplín (California).
Desde su fundación han estado, entre otras agrupaciones: Barrancas y La Caridad (Palma Soriano); Caidije (Camagüey); La Cinta (Ciego de Ávila), la conga de Los Hoyos y otras del sector artístico de Santiago de Cuba, quienes se funden con las delegaciones extranjeras, algunas con altas cifras de participantes entre artistas e intelectuales.
El evento atrae a miles de visitantes cada año, que provienen de lugares tan distantes del Caribe como Holanda, Israel, Dinamarca, Japón y Australia, entre otros países. Todos los participantes, convierten a Santiago de Cuba en la capital mundial de la Cultura Popular Tradicional.
Este año, el 43 Festival del Caribe contó con más de 300 participantes extranjeros, de 16 países y una treintena de grupos cubanos involucrados en la fiesta cultural, dedicada a Salvador de Bahía.
A propósito, el Excelentísimo señor Cristian Vargas, embajador de Brasil en Cuba, transmitió el agradecimiento de su Gobierno y del estado de Bahía, por el honor y la alegría de que se les dedique la Fiesta del Fuego. “Salvador de Bahía y Santiago de Cuba son culturas formadoras de identidad, muy cercanos cultural y socialmente”, manifestó el diplomático.
Tras la inauguración del Salón internacional del Caribe en la Galería Oriente, el Desfile de la Serpiente acompañado por el pueblo, se desarrolló desde la Plaza de Marte hasta el Parque Céspedes. Como parte de las actividades inaugurales en la Casa del Caribe, fue presentada la exposición «Notas del tiempo», del célebre escultor santiaguero, Alberto Lescay Merencio, Premio Nacional de Artes Plásticas, 2021.
El evento cerró con el desfile de la delegación del estado de Bahía, con una gala en la sala principal del Teatro Heredia y la participación especial de Lia Robatto, investigadora, coreógrafa y bailarina brasileña.
Nunca falta el espectáculo en la comunidad de El Cobre, en el conjunto monumental “Loma del Cimarrón”, levantado en homenaje a la rebeldía esclava. También se estrenó con auditorio lleno en el Teatro Martí, la obra de teatro musical El pájaro y la flor, por Dulce María y Lucio Chávez, de México.
En el Cine Rialto fue proyectado el documental “Fiesta del Fuego. La UAA en el Festival del Caribe”, con las memorias de la participación de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Con el anuncio de la próxima edición 44 del Festival del Caribe, dedicado a Curazao, tuvo lugar una fiesta campesina y la festividad de origen haitiano “La Gran Gagá”, tal como se celebra en los bateyes de la República Dominicana y muy atinadamente ubicada en la Comunidad santiaguera de Chicharrones.
Finalmente el Festival a Yemayá, se produjo a seis kilómetros de la ciudad, en la playa Juan González. No puede faltar la Carga de la Mpaka, un símbolo mágico religioso, donde se encuentra la “Nganga viva”, escultura inspirada en una Nganga real —el reconocido “caldero”—, un centro de fuerza mágica como emblema de la cultura africana.
De allí se obtiene el contenido de la Mpaka, que se entrega a una personalidad o a algún representante del país al que se dedicará la próxima edición del Festival. La Mpaka, antes de ser entregada, es bendecida por el Palero Mayor, en un ritual que puede ser observado por el público, refiere la página del Festival. En esta ocasión, la actividad comunitaria fue la sede de la Conga el Guayabito, liderado por el escultor Alberto Lescay Merencio, quien dedicó palabras de homenaje a los recientemente fallecidos, periodista y escritor Pedro de la Hoz y al bibliógrafo Tomás Fernández, profundos estudiosos de la cultura caribeña.
Es una fiesta de pueblo con toda la carga ancestral y la remembranza a los personajes populares de nuestra negritud, que han identificado a “la tierra caliente”, Santiago de Cuba.
¿Por qué Brasil?
Por el mestizaje de su cultura y por el peso considerable que ha tenido la cultura africana en ese país suramericano, Brasil siempre ha sido significativo para la Casa del Caribe.
Como antecedentes estuvieron la edición de 1997 y la de 2010, dedicadas a Brasil, como país y al Estado de Pernambuco, respectivamente. La cultura bahiana nos aproxima a expresiones culturales de profundo arraigo en el Caribe isleño y ribereño, entre los practicantes de las distintas variantes de la religiosidad popular de base africana, los carnavales y las festividades patronales.
San Salvador de Bahía de Todos los Santos, como fue nombrada inicialmente la capital, se fundó en marzo de 1549 y como Santiago de Cuba, fue la primera capital del Brasil colonial, considerada luego como la segunda ciudad de la metrópoli portuguesa, después de Lisboa. El centro metropolitano, continúa siendo la capital cultural de Brasil.
Es conocida como la Capital de la Alegría o “La Roma Negra”, simbolizada en sus propuestas culturales, la arquitectura, como en la gran concentración de negros y mulatos que han aportado ritmos representativos de Brasil. Destacan la Samba bahiana, el Capoeira, el Candomblé, el Axe, los grupos de Afoxé y las batucadas; con preeminencia del culto yoruba, fundamentalmente proveniente de Nigeria.
El célebre escritor Jorge Amado (Itabuna, 1912 – Salvador de Bahía, 2001), nos recuerda a la idiosincrasia bahiana y lo resume así: “en lo adelante, vamos a poder reabrir las puertas a esos tipos humanos marcados por sus sentidos de urbanidad, gentileza, ternura, religiosidad, inteligencia, humor, picardía, solemnidad y excesos de dignidad”.
Por amor a la libertad
Cuando los españoles llegaron a América había unos 70 millones de habitantes. Un siglo y medio después la población se redujo a 3,5 millones. Debido a la progresiva falta de mano de obra en los campos de la muerte, los españoles -y en mayor medida los ingleses-, se volcaron al comercio de esclavos negros. Lo dice Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”.
El comercio de esclavos africanos por las potencias europeas, para su utilización como mano de obra entre los siglos XVI y XIX, fue un verdadero genocidio a gran escala.
Más que la evolución de la tierra, el colonizador fragmentó a las ínsulas en un periodo colonial ha durado cuatro siglos. En ese tiempo, trece estados figuran como naciones independientes, con una población relativa a 36 millones de habitantes.
Fundado para abreviar el desarrollo económico sustentable, defender los vínculos educativos y culturales de la región, aumentar las relaciones comerciales y lograr niveles de competitividad internacional, fue creado el 4 de julio de 1973, la Comunidad del Caribe (CARICOM).
Está compuesto por 15 Estados miembros y cinco asociados, en su mayoría islas de las Antillas menores del Caribe y otros países de la región, que promueven la unión económica, comercial y la coordinación en materia de política exterior.
El Caribe ha sido una suma de sufridas experiencias esclavistas y de la división internacional establecida por el gran capital, por lo que ahora toca a sus habitantes relacionar las identidades étnicas y lingüísticas, como la mística antillana, por su aporte pleno de tradiciones religiosas y culturales.
Particularmente en Brasil se abolió la esclavitud en 1888, en Cuba fue un proceso gradual decretado en 1886. En ello destaca la gesta del abogado y patriota Carlos Manuel de Céspedes, conocido como “El Padre de la Patria” cubana, que liberó a sus esclavos y se alzó en armas, como hecho fundacional de la guerra de liberación contra la metrópoli española en el oriente de Cuba, donde comenzó la Revolución.
El 27 de diciembre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes, en su condición revolucionaria de Capitán General proclama: “La revolución de Cuba, al proclamar la independencia de la patria, ha proclamado con ella todas las libertades, y mal podría aceptar la grande inconsecuencia de limitar aquellas a una parte de la población del país. Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista y la abolición de las Instituciones debe comprender y comprende por necesidad y por razón de la más alta justicia la de la esclavitud como la más inicua de todas.”
Fue fundamental el espíritu de rebeldía y el amor a la libertad, como aportes de los africanos y sus hijos, a la cultura nacional cubana. Junto a los habitantes originarios de Cuba, esclavizados, encontraron su refugio en las montañas, donde los palenques afrocubanos se unieron al Ejército Libertador.
Definitivamente, fue la esclavitud una de las mayores tragedias humanas, con la consecutiva estela de violencia, opresión y desgarramiento sociocultural de pueblos.
Saldar la deuda
Antes del triunfo de la Revolución cubana en 1959, el racismo afectaba a toda la sociedad y hasta hoy se educa en contra de la discriminación racial no decretada, la defensa de la identidad y los derechos como seres humanos. Es la reverencia por la diversidad de la naturaleza, la inteligencia y la belleza de nuestros pueblos multiétnicos.
Nacidos de las desigualdades y de múltiples herencias que impactan la realidad latinoamericana, nuestros pueblos deben aferrarse a sus esencias.
Las relaciones entre los países del Caribe, son un ejemplo de amistad, solidaridad y respeto mutuo. Con motivo de la celebración de los 30 años de los vínculos diplomáticos entre La Habana y esas naciones caribeñas, se realizó la primera Cumbre Caricom-Cuba, en el año 2002.
Distinguido por su tranquilidad y belleza, el parque de los Próceres Caribeños surgió como un homenaje desde La Habana, a los luchadores contra el colonialismo y por la independencia de los países de la Comunidad del Caribe.
Durante la Pandemia fue reiterado el compromiso de Cuba, con la salud de los pueblos del Caribe. En los momentos más difíciles, se mantuvo la voluntad de donar -a la subregión- 144 mil dosis de las vacunas cubanas contra el Covid-19.
Fidel Castro, un convencido de la necesidad de esta unión caribeña, participó en su última cita en diciembre de 2005, cuando la isla de Barbados acogió la Segunda Cumbre Caricom-Cuba.
En esta oportunidad destacó que: “más de mil cubanos andan por las islas caribeñas repartiendo salud, educación, ayuda técnica, solidaridad”. Igualmente enfatizó que un número superior a los cinco mil “hijos del Caribe anglo francófono han estado en Cuba, en estos 33 años de relaciones, acumulando conocimientos para servir a sus sociedades”.
Mucho podría decirse de la contribución de esta Antilla mayor; hasta de las sagradas vidas de los internacionalistas cubanos como tributo a la independencia y la justicia en África. Bien lo recuerdan, porque la victoria de los cubanos sobre las fuerzas sudafricanas, fue decisiva para la caída del Apartheid en esa nación, así como para lograr la independencia de Naminia, colonia sudafricana.
Fue un acto de solidaridad sin ningún interés material en África.
Una forma de saldar la deuda con la humanidad, más especialmente con nuestros ancestros africanos. Como reza el proverbio yoruba, “el agradecimiento es la memoria del corazón”.
Para el Festival del Caribe, depositario de toda esta memoria, un saludo yoruba de paz, fuerza y buena energía: ¡Axé!