
90 años del nacimiento de Mercedes Sosa
Haber nacido en la provincia de Tucumán un 9 de julio no puede ser considerado más que una coincidencia que, seguramente, compartan unos cuantos tucumanos y tucumanas.
Pero que una de esas personas se haya transformado en La voz del folclore argentino, no tiene que ver con cruces astrales ni coincidencias sino con algo absolutamente inasible y, probablemente, imposible de describir desde la razón.
Hubo una, nacida en aquel día patrio, que cantó una patria. Haydée: ese fue el nombre que, el 9 de julio de 1935, pronunció su padre al momento de anotarla.
Marta: así le decían de chica, en Tucumán, y de grande, en los pasillos de su departamento de Retiro, donde la calle Carlos Pellegrini se hace barranca abajo. La Mami o la tía Mecha: aquel era el modo de llamarla dentro del entorno más familiar.
“La Negra” resultó su apodo cariñoso, surgido del ambiente artístico. La voz de folclore argentino se convirtió en su título honorífico, que no necesita diplomas ni pergaminos. Mercedes Sosa: el denominador común de nombres, títulos y apodos de esa cantora perenne (aunque murió en 2009) que hoy cumpliría 90 años.
La fecha, lo redondo del número, subraya la efeméride. Pero también hay otra, 60 años, que nos permite evocar el tiempo que ha pasado desde que su voz se escuchó por primera vez en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín.
Hay diversas maneras de considerar aquella actuación del 31 de enero de 1965, en la plaza mayor de Cosquín: un segundo nacimiento de Mercedes Sosa, el artístico; la revelación frente a un público masivo; la bisagra en su carrera artística.
Hace sesenta años, Mercedes comenzaba a transitar un nuevo camino en su historia como cantante, con un cancionero que, curiosamente, era considerado “nuevo”. Si en algún momento se le cruzó por la cabeza ser famosa, bastante mal fue haciendo las cosas hasta ese momento.
El movimiento nuevaolero era lo que funcionaba para un éxito seguro y el resurgimiento de la música folclórica se plantaba con fuerza en la industria discográfica (había intérpretes y grupos tradicionales que grababan al menos dos discos por año), con repertorios que echaban mano a la temática costumbrista y paisajística. Ni una cosa ni la otra. Mercedes tomó otro rumbo.
Lo primero que cantó frente a público fue el Himno Nacional Argentino, en un acto escolar. La segunda chance que tuvo fue en un concurso de la radio LV12, uno que, por supuesto, ganó. Tenía una voz de notas precisas, que se lucía en los agudos y en la fuerza que le imprimía. Casada con Oscar Matus, a finales de la década del cincuenta se instaló en Mendoza, pero en Buenos Aires tuvieron noticias suyas.
Ben Molar insistió para que lanzara un disco y fue así que se publicó La voz de la zafra. Aunque esté de más aclararlo, según el título del disco, se trata del canto labriego de la cosecha de la caña de azúcar. La voz de Mercedes en este álbum fue el más genuino antecedente de lo que un año después se gestó en Mendoza: el Movimiento del Nuevo Cancionero.
Firmado por artistas cuyanos o afincados en Cuyo, entre ellos la cantora tucumana, en 1963 se presentó un manifiesto que buscaba reorientar la canción de raíz folclórica. Por un lado, apuntar al compromiso de una nueva producción para ese cancionero; por otro, profundizar en el contenido social.
“Se perpetró una división artificial entre el cancionero popular ciudadano y el popular de raíz folclórica creando un falso dilema y escamoteando la cuestión principal: la búsqueda de una música de raíz popular, que exprese al país en su totalidad, no por vía de un género único , sino por la concurrencia de sus variadas manifestaciones”, escribieron artistas como Armando Tejada Gómez, en el texto del Manifiesto.
Dos años más tarde, fiel a ese proyecto, Mercedes publicó el disco Canto con fundamento. Pero no fueron sus dos primeras producciones discográficas las que la hicieron popular, sino su aparición en el festival de Cosquín.
En el mundillo folclórico, hasta hace algunas décadas el crecimiento de un artista quedaba registrado en dos instancias de este festival: la “relevación”, que tenía su premio, y la “consagración”. Se podría decir que Mercedes Sosa fue, más allá de las distinciones concretas, revelación y consagración al mismo tiempo, aquel enero de 1965.
Quienes creen que la evolución artística se da a partir de la transgresión, aquella noche la transgresión del ya consagrado Jorge Cafrune hizo que Mercedes Sosa se hiciera famosa sobre el escenario mayor del folclore. Incumplió una regla. Cedió minutos de su canto a la tucumana, con generosidad y, quizá, con la convicción de que eso era lo más justo.
Si aquel momento no se convirtió en parte de la mitología folclórica fue porque quedó grabado y hasta el día de hoy se puede revivir sin perder fidelidad de aquellas palabras de Cafrune, la actuación de Sosa y la ovación del público: “Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora -dijo en 1965 el impredecible Jorge Cafrune sobre el escenario-, y voy a recibir un tirón de orejas de la comisión, pero qué le vamos a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento. Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa”.
La tucumana pudo haber elegido la “Chacarera del 55″, enérgica y sutil, para salir a hacerle frente al público coscoíno. Se dice que los públicos festivaleros son (o en algún tiempo lo fueron) amigos de la demagogia, el grito y las palmas.
Esa chacarera pudo haber sido un as sacado de la manga; un gran ventarrón de emociones mezcladas (sabiamente mezcladas por los hermanos Núñez) con el desgarro de los bebedores que dejan el alma en los mostradores.
Chacarera “de vino lento”, conjuro de trasnoche “que saca todo el dolor de adentro”. Pudo haber cantado “la del 55″, claro que sí. Porque meses después sería la encargada de abrir su segundo long play, Canciones con fundamento, ese disco de repertorio perfecto.
Pero no, a contracorriente, eligió una vindicación de los pueblos originarios. “Canción del derrumbe indio”, canto que oscila entre lo plañidero y un orgullo que se sostiene entre dientes, aquello que parece lo último que se quiere perder.
El inspirado Armando Tejada Gómez escribió un extenso texto que aparece en ese segundo disco, de su año consagratorio: “Esta obra no es sólo un disco: es un testimonio. Mercedes no es una cancionista al uso, es una mujer que canta. Una mujer de esta Argentina que somos. Nacida en Tucumán, trae de su tierra la autenticidad del sentimiento y en su voz, la innumerable de su gente, que le enseñó a cantar. Sus canciones documentan la Argentina interior. El Paisaje con el hombre adentro. El hombre con la vida adentro. El trabajo, el dolor, la rebelde esperanza y la altamente desmesurada alegría de vivir. De ahí le viene ese milenario dramatismo que la hermana con la raíz de América latina. Ese extraño sonido a tierra y sangre. Un mapa palpitante asoma por su voz. El violento norte ardido por el sol. El anchuroso Cuyo de la cueca. El verde potente del clima litoral. La vida en movimiento. (…) Desde el corazón de Mercedes Sosa, la sangre trae a diario aquella copla que aprendió en su niñez de asombro de la boca del pueblo”.
Pasaron los años (muchos), los discos, los escenarios. El éxito: de Argentina y el resto de América Latina hasta esos países en los que no entendieron ni una palabra de su voz, pero comprendieron su canto y se emocionaron.
Siempre se sintió abrazada por el público. Y no todas fueron rosas. En algunos momentos de su vida se sintió sola, por el abandono o la pérdida; por el exilio. Se fue y regresó. Se deprimió y renació, en discos finiseculares, como Al despertar. Y una década después, atravesó toda América latina con su último registro, un álbum doble de exquisitos duetos.
Sin haber sido compositora, Marta, Mercedes, La Mecha, La Negra (o como se prefiera recordarla) se ha quedado en cada canción que ha interpretado.
Sirve saber que hay una Fundación Mercedes Sosa (impulsada actualmente por su nieta, Araceli Matus) que se encarga amorosamente de sostener su legado. Y también que hay proyectos espontáneos. Olga realizará por su canal de streaming, esta tarde, desde las 19, un gran homenaje con importantes invitados.