Un mes de la peor DANA del siglo: «No nos ha matado el agua, pero nos va a matar el lodo»

30-11-2024
Mundo
Público, España
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«Llevamos un mes diciendo que sólo hemos sufrido pérdidas materiales, pero… no me lo creo; he perdido todos mis recuerdos, mi tiempo libre, mi infancia. Está claro que no sólo es una cuestión material».

Álvaro, vecino de Torrent (València), ha perdido la casa de su familia materna; la casa en la que pasaba los veranos, donde su madre le enseñó a nadar.

El reloj marcaba las 18.30 cuando la riada llegó a la pedanía de Mas del Jutge, donde está la finca –o lo que queda de ella–. Las alertas no llegaron a los móviles de los valencianos hasta las 20.13 de la tarde.

La «pesadilla» no había hecho más que empezar. 75 municipios devastados, 25.000 hectáreas anegadas y 37.000 personas atrapadas; algunas, sostenidas por un arbusto. Calles que no eran calles y negocios perdidos entre el lodo. Columnas de coches; muchos, sin dueño.

Vecinos buscando lo que no querían encontrar, pero encontraban; sin luz, ni agua, ni consuelo. El lodo lo impregnaba todo; un «paisaje bélico», una estampa sin precedentes. El 29 de octubre quedará pintado de marrón en el calendario de todos los valencianos. El día D. El día de la DANA

Las inundaciones que arrasaron l’ Horta Sud de València cumplen este viernes un mes; 30 días de «angustia»,unidad y resistencia; pero también dudas, muchas. Los vecinos recuerdan lo que pasó hace tres veranos en La Palma y temen, como ellos, caer en el olvido. «El fuego se ha comido sus casas; el agua, las nuestras. La gente allí [los afectados por la erupción volcánica] sigue viviendo en barracones, esperando recursos. Ellos van primero, como es lógico, así que… ¿cuándo vamos a ir nosotros?«, advierte Teresa, desde Paiporta. «Los garajes todavía están llenos de barro y polvo. No nos ha matado el agua, pero nos va a matar el lodo», continúa la vecina.

La DANA ha dejado 222 víctimas mortales y cuatro desaparecidos; 600.000 personas sin agua potable y más de 10,000 niños que todavía siguen sin escolarizar.

«Si te digo la verdad, nos conformamos con tener un colegio nuevo en cinco años, no podemos permitir que nuestros hijos pasen más tiempo del estrictamente necesario dando clase en naves prefabricadas», denuncia María Ángeles García, presidenta del AMPA del CEIP Lluís Vives de Massanassa, donde este fin de semana ha fallecido un operario que trabajaba en las tareas de limpieza y reconstrucción. Este es el único centro de enseñanza pública de la localidad. Las familias y los profesores denuncian que, pese al criterio de la Generalitat, volver a las aulas resulta «físicamente imposible». 

«Esto va a tardar en volver a ser lo que era»

El País Valencià ha sufrido las peores inundaciones de lo que va de siglo. Y la vida allí, sigue lejos de haber recuperado la normalidad. La red ferroviaria de las zonas afectadas no se reactivará hasta mediados de 2025. Los riesgos de salud pública están al orden del día y las plantas bajas de los edificios han quedado «inhabitables». 

Los vecinos hacen malabares para volver a la rutina, para sofocar una cortina de incertidumbre que tiene visos de durar meses, incluso años. «La casa de mi madre sigue igual que el primer día; nadie ha venido a recoger los escombros, las vigas, la cubierta. El perito del ayuntamiento todavía no se ha pasado para hacer el registro«, lamenta Álvaro, desde Torrent.

La Consejería de Vivienda de la Generalitat Valenciana ha decretado el desalojo de 491 casas por problemas estructurales y otras 1,600 no reúnen las condiciones mínimas para vivir. El cálculo no tiene en cuenta las fincas que todavía no han sido revisadas.

«La sensación es que tenemos avances, muchos, pero sólo en las zonas céntricas. La pedanía donde estaba la casa de mi madre está apartada, salta menos a la vista», continúa el joven. Los vecinos de l’Horta Sud no tienen metro ni tranvía; las conexiones se limitan a las 27 nuevas líneas de autobús que ha puesto en marcha estos días el Govern de Carlos Mazón.

Josep Almenar, alcalde de Picanya, resopla cuando le preguntan cómo está. «Esto va lento, pero empiezan a llegar las buenas noticias. Mira, justo ahora venimos de abrir el puente que han construido los militares para unir los dos núcleos del pueblo. Es lo primero que hemos recuperado», explica a Público

El Ejército de Tierra está levantando pasarelas provisionales en los municipios de Cheste, Buñol y Ribarroja. «Picanya va a tardar en volver a ser lo que era, firmaría por volver a la normalidad dentro de diez años«, insiste el regidor. El personal de Emergencias sigue trabajando en las áreas afectadas para «vaciar todos los bajos» y baldear las calles. 

Los negocios, con la ‘persiana’ bajada

Carmen Díaz, propietaria de una farmacia en Alfafar, ha reabierto esta semana las puertas de su negocio. El local no tiene puertas; tampoco paredes, ni persianas, pero las huellas color terracota marcan el camino hasta el mostrador.

«La farmacia quedó siniestro total, pusimos los muebles que nos han donado otros compañeros, amigos y vecinos. Lo de retomar la actividad ha sido más bien por una cuestión de responsabilidad con la clientela, por abastecer al pueblo», reconoce. El alumbrado público sigue fallando y los negocios continúan cerrados; «las calles no tienen vida», dice Carmen, que trata de ilustrar la situación: «Son las 19.00 de la tarde y parece que es noche cerrada«. 

En la calle de los Reyes Católicos, donde está la farmacia, sólo ha encendido las luces un bar. «La gente sigue impactada, los que no han perdido a nadie repiten mucho que sólo son daños materiales, pero vienen con una tristeza… La gente mayor piensa que no va a volver a ver el pueblo como lo conocían«, desliza la farmacéutica.

Lorena Silvent, alcaldesa de Catarroja, marca los pasos a seguir: «La situación todavía es preocupante, tenemos más de 170 garajes con lodo y las calles siguen llenas de escombros. Lo que pedimos es una actuación coordinada y transparencia, mucha transparencia a la hora de informar a la población; necesitamos volver a la nueva normalidad cuanto antes».