Todos con Xi: la política china hace confluir a derechas e izquierdas en América Latina
Mientras EE.UU. se prepara para la transferencia de mando, China «roba la cartera» y se adentra en su «patio trasero», profundizando las relaciones comerciales con viejos socios y aliados de la potencia norteamericana.
El mundo mira expectante la transición entre dos modelos políticos divergentes que conviven en Washington, pero China avanza expandiendo su influencia comercial y produciendo hechos que le permiten acumular relaciones y poderes en América Latina.
Las cumbres del G20 y del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), llevadas a cabo en Brasil y Perú, respectivamente, han develado que más allá de cualquier diferencia ideológica y de la alineación simbólica de gobiernos de la región con Washington, hasta los más furibundos «anticomunistas» quieren hacer negocios con China y tomarse la foto con el presidente Xi Jinping.
El martes le llegó el esperado turno al presidente argentino, Javier Milei, quien en campaña afirmó que no haría negocios con China ni con «ningún comunista». Sin embargo, tuvo que «beber de esa agua», en la reunión en Río de Janeiro, en el marco de la Cumbre del G20.
China es el socio comercial más importante de Argentina, por encima de Brasil y EE.UU., y le permitió tomar oxígeno en junio de este año, cuando concedió la renovación del swap de monedas hasta 2026. Con esta medida, el Banco Central de la República Argentina no tuvo que desembolsar 5.000 millones de dólares de sus reservas, lo que hubiera puesto en aprietos su liquidez, en medio de una severa crisis financiera. Además, Beijing anunció la compra de soja del país sureño.
En Río de Janeiro, ambos mandatarios intercambiaron invitaciones y se comprometieron a elevar las relaciones comerciales, por lo que puede preverse que dicho encuentro significa el impulso de una relación a largo plazo, lo que podría disgustar al gobierno estadounidense entrante (aliado de Milei), que ha disparado ataques discursivos contra China, a quien considera su principal adversario.
Antes de la foto entre Milei y Xi, el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, había alabado el trabajo del presidente argentino. Después de la foto, ¿esta consideración podría cambiar?
Antes de la foto entre Milei y Xi, el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, había alabado el trabajo del presidente argentino. Después de la foto, ¿esta consideración podría cambiar?
El caso es que no es Milei el único aliado de Washington que impulsa relaciones con China.
Cumbre APEC (o Biden sin alfombra roja)
La llegada de Xi a Perú para, entre otras cosas, participar en la Cumbre APEC, no fue una visita protocolar más. De hecho, si analizamos las balanzas comerciales de las economías más grandes de América Latina con el gigante asiático, podremos entender que ninguna de las seis paradas realizadas hasta los momentos por el mandatario chino a la región se han realizado por causas meramente diplomáticas.
En esta ocasión, Xi vino a cosechar un fruto grueso, como lo es el «megapuerto» de Chancay al norte de Lima, que va a unir las costas pacíficas de Asia y de América Latina. Se trata de un puerto de aguas profundas, en el que podrían descargar los barcos más grandes del mundo, acortando las distancias marítimas (entre China y Perú) de 40 a 28 días y bajando los costos en un 20 %, lo que aumenta considerablemente la capacidad comercial de ambos continentes. La instalación es financiada por una empresa estatal china.
Con este megaproyecto, China le ha otorgado la posibilidad a Perú de convertirse en un centro de recepción, almacenamiento y distribución de mercancías (hub logístico) por sobre el resto de puertos de Suramérica.
Así las cosas, la presidenta de Perú, Dina Boluarte, dio afectuoso recibimiento a Xi en medio de una flamante inauguración del terminal marítimo, que, por sobre todas las cosas, opacó a un saliente y debilitado presidente estadounidense, Joe Biden, que llegó a Lima para participar en la cumbre.
Algunos medios peruanos y estadounidenses consideraron que Biden fue «relegado» en la foto oficial de la APEC, en la que Boluarte y Xi aparecían juntos en el centro, mientras el mandatario norteamericano aparecía atrás y casi al extremo derecho, una posición donde suelen ubicar a los presidentes de las naciones «menos importantes». Xi fue recibido con alfombra roja, mientras que el protocolo hacia Biden fue mucho más parco y pasó prácticamente desapercibido.
El puerto de Chancay es un signo, producido por China, que expone el sentido de su política internacional, basada más en el acercamiento comercial que en jugadas propiamente políticas o que busquen alianzas ideológicas o militares.
Y no es solo el nuevo puerto peruano. Con la ejecución de su proyecto bandera «la franja y la ruta de la seda», a la cual se han querido sumar 23 países de Latinoamérica, China ha financiado proyectos tangibles como el metro de Bogotá, la central hidroeléctrica de Belo Monte y el ferrocarril Belgrano en Argentina. Luego de inaugurar el megapuerto, Xi ofrece en Lima construir un nuevo corredor tierra-mar entre ambas regiones que conectará a la Ruta Inca con la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI.
El puerto de Chancay es un signo, producido por China, que expone el sentido de su política internacional, basada más en el acercamiento comercial que en jugadas propiamente políticas o que busquen alianzas ideológicas o militares.
Boluarte, criticada por países de izquierda por ser una presidenta de facto, interina, que llegó al poder luego del derrocamiento del izquierdista Pedro Castillo, califica a China, en presencia de Xi, como el socio comercial más importante de Perú. Y hablamos de un país cuyos sucesivos gobiernos han sido aliados de primer orden de Washington. Podemos recordar que Perú fungió como organizador del primer encuentro del Grupo de Lima, en 2017, para tratar el tema Venezuela, impulsado desde la Casa Blanca.
El presidente chino también visitó Brasil, para asistir a la cumbre del G20 y reunirse este miércoles con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, con quien profundizará las relaciones comerciales. China, además, es el principal aliado comercial del gigante suramericano.
En definitiva, China se está involucrando con los gobiernos de América Latina independientemente de su signo político, y hasta los sectores de la derecha más conservadora tienen deseos de profundizar relaciones.
Quizá por esta razón, la exjefa del Comando Sur de EE.UU. Laura Richardson expresó que China está «en la línea de 20 yardas», lo que significa, en el argot del fútbol americano, que está muy cerca de anotar puntos.
Después de su inauguración, Chancay se ha convertido en un hito, tanto por la realización de obras de envergadura que apalancan el desarrollo regional, como porque la apuesta queda fuera de alianzas ideológicas previas, lo que quiere decir que Pekín no espera gestos políticos ni alianzas propiamente geopolíticas para implementar sus proyectos.
La Cumbre APEC y el G20, protagonizados por Xi, opacaron por retruque la Cumbre Iberoamericana realizada en Quito, Ecuador, del 12 al 15 de noviembre, en la que ningún presidente latinoamericano, salvo el anfitrión, Daniel Noboa, se hizo presente. Las ausencias marcaron el encuentro de este tipo más débil de su historia.
Al final, China ha logrado concretar tratados y acciones de libre comercio con América Latina, lo que, por ejemplo, la Unión Europea (UE) no ha podido concretar desde 1995, cuando creó un acuerdo marco cuya firma definitiva se ha prolongado infinitamente.
Todo esto da para pensar que China se ha colado en América Latina, justo cuando regresa a la Casa Blanca un gobierno abiertamente «antichino» que puede pasar factura a quienes privilegien las relaciones foráneas con China por sobre el propio EE.UU.
Sin embargo, eso no ha amilanado a los presidentes de derecha de la región que han tendido la alfombra roja a Xi o se han apresurado a tomarse la foto. ¿Cómo lo tomará Washington? Lo sabremos prontamente.