Pandemia y Haití
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Controlar y vencer al coronavirus es asunto de vida o muerte para el mundo
En literatura, en la música, así como en otras bellas artes se usa el término clásico para referirse a una temática que mantiene su vigencia a través de distintas épocas, digamos que no pasa de moda, ni envejece.
Tal es caso de John Donne, cura, abogado y poeta inglés del siglo XVII, quien inmortalizó estos versos: “Ninguna persona es una isla;/ la muerte de cualquiera me afecta,/ porque me encuentro unido a toda la humanidad;/ por eso,/ nunca preguntes por quién doblan las campanas;/ doblan por ti”.
La erupción del volcán Soufriere en los territorios caribeños de las islas de San Vicente y Las Granadinas, ubicados al sureste de Puerto Rico y al oeste de Barbados, en las coordenadas 12.98430 grados al norte y 61.2872 grados al oeste, pareciera no interesarnos.
Sin embargo, ello afecta directamente el negocio turístico del Caribe, actividad que ha venido a convertirse en la columna vertebral de la economía de nuestras naciones.
De forma parecida hemos notado la inestabilidad sociopolítica creciente en la vecina República de Haití, en donde secuestros, persecuciones y crímenes suceden sin que se hayan hecho sonar las sirenas de alarma en la República Dominicana.
Olvidamos que compartimos una isla con una porosa y larga zona fronteriza, históricamente vulnerable, con una permeabilidad a la vista de todo el que tenga ojos para ver. Nadie sabe con exactitud la cifra de ciudadanos haitianos que habitan en la nación dominicana, dato de suma relevancia al momento de calcular cuando habremos logrado vacunar a más del setenta por ciento de la población. Esa información es esencial en esta etapa de la guerra contra el coronavirus.
La crisis existencial presente en la tierra de Petión y de Dessalines gravita directamente alrededor de la patria de Juan Pablo Duarte. No olvidemos a Terencio, senador en la antigua Roma cuando sentenció: “Hombre soy, nada humano me es ajeno”.
Prestémosle la debida atención a lo que sucede en la patria de Toussaint Louverture, ignorarlo sería parecido a mirar con desdén y sin preocupación un enorme fuego en la casa del vecino. Ese incendio invadirá nuestro hogar y el siniestro acarreará similares consecuencias.
La pandemia de la COVID-19 solo se controlará cuando el mundo logre un acuerdo sanitario para una estrategia de acciones preventivas consensuadas mancomunadamente. Sin salud colectiva la economía es un mito.
Nadie ha visto a un muerto activo en un mercado de consumidores, tampoco se ha observado a un cadáver trabajando en una fábrica o empresa. Los enfermos agudos tampoco son entes productivos, de ello se deriva que para que un sistema económico prospere y se mantenga se requiere de una sociedad sana y en plena capacidad de generar y consumir bienes y servicios.
Controlar y vencer al coronavirus es asunto de vida o muerte para el mundo. El uso de la mascarilla, el distanciamiento físico y una constante higiene manual son reglas a observar en tanto se logre vacunar a la mayoría de la población total.
La anarquía reinante en Haití, sumado a la tendencia dominicana a priorizar la economía por encima del derecho a la vida crean oscuros nubarrones en el cielo de la esperanza nacional. En tanto blancos, mulatos y negros, religiosos y ateos, ciudadanos integrantes del arcoíris político criollo, ricos y pobres, letrados y analfabetos, hembras y varones, niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos desentonemos en el canto sanitario, seguirá la pandemia.
Unidad colectiva es la consigna.
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