Matarás al otro como a ti mismo
El domingo 17 de julio volvió a producirse un tiroteo en Estados Unidos; en este caso, en un shopping de Indiana, un hombre (podrían ser tantos, más de 40. 000 muertos por año) comenzó a disparar sin ningún anticipo en las redes sociales como Salvador Ramos, que posteó que iba a realizar la segunda peor matanza en escuelas, y entrar con un arsenal (también mostrado en esas selfies) el pasado 24 de mayo a una escuela de Texas matando a 19 niñes y dos docentes, finalmente acribillado luego de una hora por la policía que tuvo que disculparse pues habían pensado que era una amenaza terrorista.
Por suerte, en esta ocasión, en el shopping estaba un joven de 22 años que rápidamente logró «ultimar» al atacante con su arma que llevaba legalmente para la ocasión, un domingo por la tarde. Los medios y la población recibieron esa «buena noticia», no estaba tan mal ir armados y sobre todo que no todos los armados fueran locos dispuestos a matar y ser matados como suele terminar ocurriendo. De ese joven, dijeron las autoridades, fue un «buen samaritano».
La parábola del buen samaritano es una de las parábolas de Jesús más conocidas, relatada en el Evangelio de Lucas. Se la considera una de las más realistas y reveladoras de su método didáctico. Es narrada por él mismo según explican los teólogos a fin de ilustrar que la caridad y la misericordia son las virtudes que esperaba guiarían a los seres humanos. Enseña que cumplir el espíritu de la ley, el amor, es mucho más importante que cumplir la letra de la ley.
Esto muestra la raíz religiosa que comenzó mucho antes que en el 2020 pero que, en esa fecha, damos por nacido un nuevo tiempo al que podemos ponerle nombre o un genérico como el advenimiento del siglo XXI. Un nuevo siglo con nuevos mandamientos, una tendencia a la violencia sin sentido como con grandes llamamientos a preceptos religiosos. Así como un derecho viene enfrentado a otro derecho; por ejemplo, el derecho a la vivienda se «enfrenta» al derecho a la propiedad privada que significa «en criollo»: yo tengo algo que a ti te falta y tengo derecho sin importar que no lo tengas. También un mandamiento viene enfrentado a otro: del “buen samaritano” que sin pensarlo saca el arma y mata al atacante, encontramos del otro lado, un desconcertante mandamiento: «matarás al otro como a ti mismo». Lo que en psicoanálisis se podría llamar lisa y llanamente, pulsión de muerte.
¿Puede ser un mandamiento tan egoísta y autodestructivo, la vil contracara de ese también polémico, exorbitante y fraternal «amarás al otro como a ti mismo»? Suponer que una persona no sólo se ame a sí misma sino que sea capaz de una correspondencia amatoria con una otredad concreta es tan complejo como descifrar un oscuro designio oracular. Pero los mandamientos son así: descabellados y brújulas para la acción (¿y las utopías?).
Por un lado, llevarás un arma «legal» (igual que la mayoría de los atacantes) por las dudas tengas que cumplir el oscuro designio de salvar vidas fraternales de un loco desquiciado que dispara sin otro propósito que matar/matarse y terminar siendo matado. Los nuevos mandamientos tienen sus características: deben ser de alto impacto en las redes y medios de comunicación amarillentos, consustanciados con el neoliberalismo en tiempo real, y las geolocalizaciones on line de tu celular egosintónico. Ese objeto que demuestra tu identidad, si esta él, estará un ser humano que lleva tu nombre. Podrás engañar a la policía de Texas, o entrar a disparar en un shopping de Indiana pero tu celular “te ama más que ti mismo”, no se separará del victimario suicida ni cuando las balas del buen samaritano o del policía de turno lo terminen matando.
¿Qué tienen que ver estos tiempos de múltiples pantallas con estos actos enloquecidos que tienen su centro en la potencia del norte pero que suelen acontecer de diversas maneras (menos espectaculares) a lo largo y ancho de nuestro planeta? «Matarás al otro como a ti mismo». Siempre se dijo que los niños y los locos dicen la verdad. ¿Qué razón asiste a esos que disparan locamente en un espacio público? ¿Y a esa necesidad de anticiparla en redes y hasta llevar una camarita para transmitir siempre a poca gente antes que se vuelva viral y luego «levantada» por ser altamente dañina a la «sensibilidad» humana?
Esos que matan por matar no son solos asesinos, locos y suicidas, algo nos están diciendo de estas épocas. Dicen haber sufrido bulling, grandes ataques de ira, muchas veces son supremacistas, más allá de las diferencias, la mayoría con delirios mesiánicos, son personajes de la película de estos tiempos, el colmo de la peligrosidad, tan impulsivos que desde el primer momento están jugados, van a ser liquidados pero como en una de western se llevarán la mayor cantidad posibles de «bastardos» con ellos. Pocos conocen los mandamientos actuales aunque se rigen por ellos, no los puedan recitar pero sí actuar.
Los nuevos mandamientos siglo XXI necesitan llegar a ti. ¡Qué mejor que sea con esa violencia sin sentido, encarnizada en vulnerables, como podría ser un niño, un visitante a un shopping o un espectador de un cine, diezmados en el acto mismo de realizar una acción cotidiana! ¿Por qué se prefiere a un escolar, a un espectador, a una transeúnte, a un dominguero de shopping? Los muertos al azar son colgados de un telgopor como una especie botánica desinflada de singularidad, fue ése pero podrías haber sido tú si hubieras estado ahí. Matarás al otro primero, a una persona en su dimensión anónima, no singular, intercambiable, azarosa, y luego te “matarás” siendo matado pero te viralizarás.
Los que murieron fueron ellos, no fuiste tú porque ese día no tomaste el avión a pesar de que tenías el boleto comprado. ¡Has vuelto a nacer, alégrate hermano! dicen en algunas iglesias vociferando esa nueva vida, esa resucitación, tan buscada. ¿Cuántas veces moriremos y volveremos a nacer en este planeta de mandamientos tan difusos que no hay Jesús que los enseñe? Pero los encontramos en esa parábola de la pedagogía del siglo XXI, contundente y concreta de las matanzas de escolares, en shoppings, cines. Y luego del escandaloso y estruendoso «matanza», acontecerá el izamiento, con el himno a todo volumen, de la bandera (a media asta, por supuesto): por las víctimas inocentes y anónimas. ¡Otra vez ha pasado!, y seguirá ocurriendo pues este “aprendizaje” se realiza por múltiples dosis de refuerzos pero el ser humano seguirá buscando cómo responder y aprender, que es su gran virtud, de lo que este siglo profesa de mandamientos contradictorios de vida y muerte.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.